Opinión Nacional

El Ciudadano Arias

Aún es demasiado pronto para juzgar en toda su dimensión el fenómeno electoral que nos plantea Francisco Arias Cárdenas. En otro momento he planteado ya mis dudas respecto a él, a sus ideas; dudas que dejé pasar el 6 de Diciembre de 1998, cuando él acompañaba a su otrora «hermano del alma», ahora presidente de nuestra desgracia, y que hoy, casi dos años más viejo de mi parte, difícilmente vuelva hacer.

Hasta ahora, sus intervenciones públicas han sido bastante satisfactorias. Con mesura pero sin dejar de ser firme, el Ciudadano Arias, como él mismo pide que se le llame, quizás para evitar que se le confunda con el otro, émulo del cenozoico Comandante Fidel, ha dedicado estos días a explicarle al país por qué razón ya no acompaña a su antiguo compañero, por qué razón cree su deber y compromiso «consigo mismo y con el colectivo», ir al rescate de esa trinidad ideológica, de ese «árbol de tres raíces» sobre el que se debía construir la «revolución pacífica y democrática» hoy secuestrada por el gobierno.

De nuevo escuchamos a Bolívar, a Samuel Róbinson y a Zamora; con la misma vehemencia de siempre, con los mismos ojos del fanático convencido en la necesidad de rescatar nuestros orígenes, pero no para caer en «izquierdismos trasnochados» o en «mesianismos» milenaristas, sino como referencia, como punta de lanza que nos catapulte a un descubrimiento demasiado tiempo postergado, de la «modernidad».

Sin duda alguna, Arias representa una corriente que emana del mismo manantial del que surgiera el «chavismo». Las semejanzas son tantas como las diferencias. Son dos formas de un mismo fenómeno, que está más allá de ellos mismos como personajes centrales, y de su «proceso», su «revolución». Ya le tocará a la historia juzgar y evaluar la naturaleza real de este fenómeno, y su relación con el contexto social, político y cultural en el que se desenvuelve. La nuestra es una crónica, y los más que podemos es narrar sus manifestaciones superficiales, sus emanaciones visibles.

Una cosa sí es un hecho, el 28 de Mayo del 2000, nuestro país se juega de nuevo su futuro. Una nación rica en vicisitudes históricas, cambiante y bochinchera, se enfrenta de nuevo a la difícil tarea de decidir su futuro. Sus opciones no son las mejores, no son transparentemente las mejores; pero al menos una, a catorce meses de convivir con ella, a un año y dos meses de sufrirla y escucharla diariamente estruendosa y desaforada, como esas rocolas de botiquín de pueblo que tocan vallenatos gritones y tan largos como el tejido de Penélope, definitivamente, no lo es.

El ciudadano Arias, militar, cristiano, sosegado y reflexivo, quizás no sea la mejor elección, quizás pequemos nuevamente de ingenuos y sigamos siendo demasiado optimistas a pesar nuestro, pero él, con sus compañeros Bolívar, Róbinson y Zamora, con su voz bien encajada y su mirada de seminarista, nos ha hecho una promesa, nos ha recordado un juramento, devolverle a este país la esperanza por un cambio jamás satisfecho, por el derecho a tener esperanzas, y por el deseo de «inventar inventar inventar», como bien decía mi tocayo, el maestro Simón (Samuel) Rodríguez (Róbinson).

Sí, hace catorce meses que Chávez me enseñó que era posible lo que jamás creí que fuera, que AD y todo lo que representaban eran derrotables en las urnas, en su propio terreno; hoy, quizás, Arias nos pueda enseñar lo que nos hemos empeñado en no creer, que Chávez también lo es.

A mis amigos de Veedores y de Taima, creo que hasta aquí llega mi abstencionismo.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba