Opinión Nacional

El clima de inseguridad genera una sociedad más pasiva y resignada

Diversos sectores se pronuncian sobre la necesidad de diálogo, de un proyecto de país incluyente, pero ¿cómo propiciarlo?, ¿cómo superar el escollo que hay entre un «nosotros» y «los otros»? José Virtuoso sabe que es difícil y él mismo dice que no va a dorar la píldora: «Las encuestas revelan una sociedad terriblemente polarizada, dos mundos apartes, dos percepciones de país y desgraciadamente funcionarios del Estado favorecen ese clima de confrontación que pone a los otros en el banquillo y ya genera una condición para el diálogo». No obstante, la receta que ofrece honra su apellido: «Primero, no se puede renunciar a la pretensión de entendernos y construir un proyecto inclusivo por más que la evidencia diga que es complejo o prácticamente imposible; segundo, hay que forzarse en tender puentes, propiciar espacios de acercamiento; y tercero, junto a la crítica tiene que ir la propuesta».

–Pese a los empeños gubernamentales en crear una confrontación rico-pobre, socialista-capitalista, oligarquía-pueblo, ¿se puede hablar en Venezuela de una polarización social, ideológica o política? –Estoy convencido, y así lo revela el estudio de valoraciones de la democracia del Centro Gumilla, de que tenemos una polarización política.

La gente se divide a favor del presidente Chávez o en contra, pero entre unos y otros hay grandes coincidencias en temas como la economía de mercado o el rol de supervisión, más que de control, del Estado. No se consigue a los ricos con una ideología en contra de los pobres o al revés.

–¿Qué ha impedido que la polarización social e ideológica permee en la sociedad? –Tiene que ver con el estilo de liderazgo político de Chávez, que es «personalista carismático», según las categorías de Max Weber en Economía y sociedad. Ha habido una política de la emoción y del afecto, del agradecimiento, centrada en el líder. El régimen ha organizado las cosas para que así sea: la revolución es Chávez, el pueblo es Chávez, esta revolución sin Chávez no sobrevive. Tiene un liderazgo político que emite propuestas ideológicas, pero éstas en sí mismas no encuentran asidero si no están pronunciadas por el líder. Lo que quiere decir que en el fondo se sigue es al líder. En ese sentido, el mismo modo de concebir el liderazgo ha debilitado tremendamente su propio proyecto político. En la oposición pasa algo similar pero al contrario, pues su discurso termina siendo muy reactivo. El principal líder del chavismo es Chávez y el principal líder de la oposición termina siendo Chávez.

–Fidel Castro ha dicho que el socialismo en el siglo XXI es el comunismo, pero por un comentario similar el cardenal Urosa Savino fue duramente criticado. Si el mentor de Chávez lo ha reconocido, ¿por qué el oficialismo no se permite decirlo abiertamente? –Porque hay un gran rechazo, y eso lo dicen las encuestas, a la palabra comunismo en Venezuela. En el siglo XX hubo una actuación política muy decidida en el Estado en contra del comunismo, una ideologización fuerte que caló en la población. La gente hoy está muy informada, ve lo que pasa en Cuba y sabe del fracaso de los regímenes tendientes al comunismo. No sólo la oposición teme al comunismo. La discusión de la ley de comunas se paralizó porque había temor en dirigentes de sectores populares sobre el concepto de propiedad social allí expresado. Las declaraciones del cardenal fueron tomadas como la puesta de manifiesto de un problema que tocaba una llaga al señalar hacia dónde intentan ir las políticas del Gobierno en medio de una población que rechaza ese contenido.

— ¿Y cuán cerca estamos de que se concrete esa intención? –Si se analizan las leyes dentro de la Asamblea Nacional y el discurso político, pareciera que hay una marcha acelerada en esa dirección que se detiene cuando hay reacciones de la sociedad. Si se toman los elementos de la configuración actual de la economía, de la organización social y de servicios que permitan inferir que estamos en un Estado parecido al régimen cubano, se encontrarán quizá muy pocos literalmente hablando porque el forcejeo de la sociedad ha sido duro.

–En cuanto a la violencia criminal, también pareciera que las autoridades parten de la premisa de que lo que no se nombra no existe. ¿Qué se persigue y qué se consigue con ese silencio? –Se ha convertido en un problema político porque está disminuyendo la aceptación y popularidad del régimen. Ante un problema tan grave al que no se le da respuesta, se busca deslegitimar a quienes hablan de este asunto. La estrategia es silenciar un problema que tiene un efecto bomba atómica en la sociedad y en la política venezolana. Es resumen y síntesis de un conjunto de fenómenos. La violencia y la criminalidad hablan de la desinstitucionalización del Estado, de la anomia en la sociedad, del desinterés del Gobierno, de la ineficiencia de las políticas de seguridad, de la vulneración de los derechos más elementales, del terror y el miedo que vive la gente.

–Uno de los signos de los gobiernos autoritarios es el terror. ¿Este clima de violencia y el miedo que genera es permitido institucionalmente con fines políticos? –Es una hipótesis entrelazable. A veces pareciera que sí, pero faltan datos y elementos para poder decirlo con claridad. Pero más allá de que haya una política intencional de omitir acciones eficaces para crear un clima de seguridad, porque eso conviene políticamente, el hecho es que funciona. Cada vez más vivimos ensimismados, protegiéndonos detrás de barrotes, con mucho miedo, limitando aquello que pueda poner en peligro la poca seguridad que tenemos.

La sensación final es que estamos en un Estado que deja que pasen impunemente las agresiones a la persona y a la propiedad, y en medio de ese vacío la gente prefiere callarse. El clima de inseguridad y la ola de miedo que produce nos acalla, genera una sociedad más pasiva y resignada frente a los distintos problemas.

Virtuoso comparte el criterio de Roberto Briceño León, del Observatorio Venezolano de la Violencia, según el cual los índices de pobreza no están vinculados con la violencia, pues si fuera así sociedades como Haití, ilustra, sencillamente no existirían.

–Si la sociedad no encuentra, pese a sus reclamos, una respuesta de las autoridades para afrontar el problema de la violencia, ¿cómo se puede organizar? –El Encuentro Internacional de Constructores de Paz, organizado por el Centro Gumilla y un conjunto de organizaciones sociales y en el cual hubo más de 1.000 participantes, demostró que hay mucha gente en el país comprometida con la paz. Si esto lo podemos hacer nosotros, por qué el Estado no puede convocar a la sociedad en su diversidad, en su pluralidad, sin coartarla en una línea determinada. Si lo hace, encontrará una respuesta muy importante.

–¿Ha aumentado la participación ciudadana en los últimos años? –La participación ciudadana, social y política ha cambiado significativamente. Sin embargo, como dicen en buen criollo, es más la bulla que la cabuya. Cada vez más los venezolanos valoran la participación electoral como un medio para producir cambios políticos, pero esa participación baja sustancialmente cuando las encuestas indagan en cuanto a pertenencia a partidos políticos. La participación en marchas es muy puntual y ha bajado en relación con la época estrella de las grandes movilizaciones en la calle, de 2002 a 2005. La protesta social es muy activa, pero espontánea, no organizada por partidos ni por organizaciones. Es limitada la participación en organizaciones comunitarias. El gran nicho de la participación no son los consejos comunales, sino las iglesias, seguidas por las organizaciones deportivas y las vinculadas con asociaciones de padres y representantes.

–En la reunión entre Hugo Chávez y Juan Manuel Santos, el Presidente de Colombia citó la Carta de Jamaica: «La unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos muy sensibles y efectos bien dirigidos». Extrapolándolo al escenario nacional, ¿de dónde pueden provenir esos efectos bien dirigidos para lograr la unión entre los venezolanos? –No tendremos unión hasta tanto haya directamente del Presidente una gran convocatoria al diálogo, pues Chávez sigue siendo el eje de la vida política venezolana.

Otro efecto bien dirigido tendría que salir también de la oposición, que tiene que convocar al país entero a la construcción de esa sociedad posible y eso implica comprender por qué los otros apoyan lo que apoyan y opinan lo que opinan.

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