Opinión Nacional

El club más exclusivo

No me refiero a ninguno de los clubes de golf que Juan Barreto tiene en la mira. Nada de eso. Se trata de otro tan pero tan exclusivo, o más bien excluyente, que sólo admite un miembro por país, con membresía vitalicia y todopoderosa, y hasta con la posibilidad de transmitir el título a familiares cercanos, preferiblemente en artículo mortis.

Es el club de los sátrapas. El club que reúne a los déspotas que aún perviven en el planeta. Los que por la fuerza se mantienen en el poder con el objetivo doctrinario de «mandar hasta que el cuerpo aguante». Si al señor Chávez le faltaba alguna credencial para ser admitido en la cofradía por la puerta grande, eso de la «presidencia indefinida» es un aval imposible de regatear.

No es casual, entonces, que buena parte de sus «amigos» sean miembros acrisolados de ese exclusivo club; algunos de los cuales, por cierto, han sido recientes anfitriones del incesante turista de Miraflores.

El sirio Bashar al-Assad sucedió a su finado padre, Hafez, y entre los dos suman 35 años de «gobierno unipersonal». Curioso que en la quinta elección consecutiva de Assad papá, en 1999, su candidatura única obtuviera el 99,95% de los votos.

En Angola, don Eduardo dos Santos está montado en la presidencia desde hace 27 años, y no se le notan muchas ganas de bajarse de la silla, en especial ahora que el petróleo está engordando la botija.

Con el hermano Mugabe pasa algo parecido: cumplió 26 años al frente de Zimbabue y sin dar señales de querer soltar el coroto. Ni hablar de los Kim de Corea del Norte, que entre «father and son» llevan 58 añitos de continuidad familiar y totalitaria. Y aunque quede pendiente el abrazo con Kim Jong IL, es obvio el regusto «bolivariano» por tan consanguínea tradición.

Otro «amigo del alma», el libio Muammar el-Gaddafi, también se las trae. Van 37 años de mando omnímodo y la cuenta de seguro que seguirá, sobre todo ahora que también recibe el beneplácito de Washington.

El de Belarus o Bielorusia, Alexander Lukashenko, apenas si alcanza los 12 años, pero a Chávez le conmueve que en la «reelección del 2001 haya obtenido el 85% de los sufragios. El «último dictador de Europa» lo etiqueta esa prensa «neoliberal» de París, Londres o Madrid….

Y no podía faltar el presidente honorario del club, Fidel Castro Ruiz, próximo a celebrar, si la mortaja se aguanta, 48 años de dictadura personal. Puede que el carnal Raúl se quede con el cargo, pero la ternura se la está llevando el gastivo discípulo.

La propuesta de referendo para la presidencia indefinida, o el refrito de la enmienda Velásquez Alvaray, formaliza la inscripción del señor Chávez en el club de los sátrapas. Allí será bienvenido con bombos y platillos, siempre y cuando, claro está, los venezolanos no le expropien el terrenito que alega tener al norte de Suramérica.

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