Opinión Nacional

El CNE, Tibisay y Shakira

Si el 2 de diciembre pasado la mayoría de la población hubiese votado SI, la mal llamada reforma constitucional hubiese sido aprobada de manera ilegal e ilegítima porque en democracia cumplir con las formalidades es una condición indispensable.

Hay que recordar que la tal reforma no era reforma ni era constitucional. No era reforma porque, según lo establece el mismo texto constitucional vigente, cuando se intente cambiar sus principios fundamentales, como era el caso, hay que convocar a una Asamblea Constituyente, tal y como se hizo en 1999.

Y no era constitucional porque la propuesta de Chávez, aumentada con los artículos que agregó la Asamblea Nacional, no siguió el procedimiento que se establece en la Constitución vigente. En suma, la propuesta era un golpe a la legalidad, desconocía en la práctica la Constitución de 1999.

Todos los poderes públicos, siguiendo el guión preparado por el caudillo, se hicieron cómplices de tal golpe de Estado. La vergüenza mayor la personificó Luisa Estela Morales quien al haber formado parte de la comisión que en secreto elaboró la propuesta chaviana, luego participó en las deliberaciones y en las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, como su presidente, para declarar inadmisibles los recursos de inconstitucionalidad introducidos allí.

El descaro del poder fue grande en el atropello. En un país donde hasta el más insignificante trámite burocrático se dilata por meses (como obtener un pasaporte), donde un ciudadano para comprar una bolsa de leche en polvo tiene que hacer una cola de horas de duración bajo el sol o la lluvia y ser marcado como ganado, el Consejo Nacional Electoral (CNE) en minutos decidió aceptar la propuesta y organizar el referendo.

Fue tan vulgar el servilismo del Poder Electoral -que se supone autónomo y está obligado por la Constitución a la recta aplicación de la ley- que no cuestionó en lo más mínimo la orden de fijar el 2 de diciembre como fecha de la consulta. Quizás lo hizo para recordar el 2 de diciembre perezjimenista: aquél de 1952, cuando el dictador desconoció los resultados para elegir una Asamblea Constituyente y después declararse “Presidente Constitucional” con los votos de los paniaguados de esa hora.

El actual CNE se rebeló al ucase presidencial, en última instancia, al dar los números parciales que declaraban la derrota de la ilegal reforma. Pero todavía, a nueve meses de realizado el referendo, no ha publicado los resultados electorales, violando las normas legales y la lógica. Y agrega aún mayor vergüenza a su omisión el hecho de contar con una plataforma tecnológica mil millonaria en dólares.

Ante el presente proceso electoral, el CNE no ha dado muestras de mayores cambios. El gesto del reconocimiento de la derrota oficialista en diciembre se mantiene como única muestra de independencia.

Para que el CNE obtenga respetabilidad debe tomar medidas que impidan el grosero ventajismo de los candidatos chavistas. Los canales de televisión estatales y las radioemisoras oficiales (incluyendo las 600 y pico de radios comunitarias financiadas con dineros públicos) no son otra cosa que transmisores de propaganda gobiernera. No hay día que no aparezca en VTV, por ejemplo, el candidato a alcalde mayor de Caracas, Aristóbulo Istúriz, como anfitrión. A pesar de haber organizado una cena de 2 millones de bolívares viejos por cubierto, no tiene como pagar las cuñas en los canales privados.

El CNE no ha hecho nada para mitigar tal abuso. No ha dicho nada sobre la ilegalidad de que un candidato a gobernador continúe en su programa-albañal de “La Hojilla” haciendo peculado de uso con la mayor desfachatez. Las cadenas de radio y televisión que protagoniza el primer locutor nacional, dejando al país incomunicado, se han multiplicado en los últimos días y –por supuesto- el principal tema es la presentación de sus candidatos o la manipulación de cifras y promesas para sumar votos a estos.

El CNE no ha permitido la auditoría exhaustiva del registro electoral. No ha entregado a los partidos políticos las direcciones de los electores. No se sabe cuántos son los inscritos sin cumplir los requisitos legales o el número de quienes aparecen en el censo dos, tres o cuatro veces.

Tampoco ha actuado contra la trampa de las morochas, artimaña que desnaturaliza el principio de la representación proporcional. Con este truco, el partido ganador obtiene de manera ilegal más puestos de los que le corresponden.

A medida que avance la campaña electoral arreciará el clientelismo, el abuso de poder y el despilfarro publicitario por parte del gobierno. ¿Continuará Tibisay Lucena, presidenta del CNE, como Shakira, ciega, sorda y muda?

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