El compromiso de educar
Para asegurar la escolarización de todos los niños en el plazo que marcan los Objetivos del Milenio (ODM) se necesita una inversión anual de 5.400 millones de dólares más que en la actualidad, según el último informe realizado por la “Campaña Global para la Educación”. La plataforma está compuesta por más de 180 países que explican que el importe adicional equivale al gasto militar mundial que se realiza en tan sólo dos días.
Los gobiernos de todo el mundo adquirieron en el año 2000 el compromiso de conseguir la educación primaria universal para el año 2015. Sin embargo, el objetivo aún está lejos hoy. Más de 870 millones de personas en el mundo no saben leer ni escribir y más de 120 millones no van a la escuela. De ellos, la peor parte se la llevan las mujeres. Nacer chica, pobre, hija de una madre sin estudios y en una zona rural eleva las probabilidades para ser analfabeta.
Las previsiones de la ONU, tampoco dejan mucho espacio a la esperanza. Dentro de cinco años, una de cada seis personas será analfabeta y habrá 75 millones que no irán a la escuela.
La falta de educación convierte a millones de seres en excluidos y limita sus posibilidades y su crecimiento personal. Además, crea situaciones de desamparo ante injusticias y situaciones de indefensión ante agresiones a los derechos fundamentales. No obstante, la falta de educación también cuesta.
Una población formada lleva consigo el desarrollo de la comunidad, que entra en un círculo virtuoso: más poder económico, distribución de la riqueza, participación de los individuos en la vida pública, control de la natalidad, mejora de la salud pública… “La cultura da lugar a cambios en las personas necesarios para garantizar la paz y el desarrollo”, decía Federico Mayor Zaragoza, ex director de la Unesco.
Es difícil comprender cuáles son las razones de que aún no sea universal la educación primaria, pero éstas son variadas. Aunque existen propuestas alternativas que han puesto de manifiesto que es posible cumplir este desafío.
La supresión del pago de los derechos de matrícula provocaría un espectacular progreso de la escolarización, según el actual director de la Unesco, Koichiro Matsuura. Las familias más desfavorecidas podrían mandan a sus hijos a la escuela sin preocuparse del coste. En países como Brasil, más de diez millones de familias reciben subvenciones mensuales. En Níger, Guinea o Bangladesh, los colegios ofrecen una comida a los escolares. La medida ha supuesto que el índice de niños no escolarizados haya disminuido de manera considerable.
Comunidades de la India han puesto en marcha la iniciativa “Shiksha Karmi”. Los maestros del proyecto reclutan a jóvenes de las comunidades para darles formación adecuada para poder enseñar al resto de niños. Estos jóvenes maestros se ponen a disposición de los alumnos y adaptan sus horarios. Así, dan clases nocturnas para los niños que tienen que trabajar para ayudar a sus familias.
También existen proyectos de organizaciones de la sociedad civil para impulsar la lectura y la cultura, como el “Libro Solidario” de la ONG Solidarios, vinculada a la Universidad Complutense de Madrid (España). La organización pudo comprobar que numerosos centros de formación de países de Latinoamérica carecían de los libros necesarios para formar a los alumnos que luego serían maestros de los niños. Así, voluntarios sociales se encargan de recoger y clasificar libros que forman parte de bibliotecas que se envían a Escuelas Normales, centros educativos y Universidades. Desde 1998, cuando se inicia el proyecto, se han enviado más de 400.000 libros de literatura universal, juvenil e infantil, diccionarios y textos de divulgación.
En la actualidad, los países del G7, los países más ricos del mundo, tan sólo destinan 1.700 millones de dólares al año para la ayuda a la educación en los países del Sur. Han sido muchas las generaciones perdidas para que los gobiernos y la sociedad civil se queden cruzada de brazos. Es preciso que la educación deje de ser considerada como un gasto dentro de los presupuestos de los Estados y pase a ser una inversión en el futuro.
Fuente:
Centro de Colaboraciones Solidarias
