Opinión Nacional

El Conde los tiene locos

Fenómeno naciente, fue el término que utilizó el curtido periodista de un programa matutino de la televisión venezolana, para catalogar en apenas el tercer día de su lanzamiento, la candidatura presidencial del humorista, Benjamín Rausseo, conocido artísticamente como El Conde del Guácharo. La grandilocuencia del periodista, encontraba eco en las cantinfléricas declaraciones de su invitado en la emisión de la mañana del jueves 27 de los corrientes. Un entrevistado que fue presentado como director de una sociedad encuestadora, y dando muestras de su experticia, de manera reiterada confundió protesta con rochela. El sorprendente encuestador dijo entre otras cosas que Irene Sáez había sido una excelente alcaldesa, y en el colmo, de la futilidad tanto entrevistado como entrevistador, se dejaron llevar a una suerte de enumeración nada exhaustiva, de lo que en sus respectivas memorias conformaba una lista de artistas que al igual que El Conde del Guácharo, habían incursionado en la política. Obviamente, el listado arrancaba con Ronald Reagan, pasaba por Palito Ortega, Rubén Blades, Pedro León Zapata, hasta Hugo Chávez, sin olvidar al fallecido Renny Ottolina. Vaya mezcla. Pero el entrevistado, insistiendo en su estilo caza güire, soltó una perla al señalar que en Francia, Le Pen, el conocido cómico galo había igualmente optado a la candidatura presidencial.

Hay quienes llaman a eso hablar por la tapa de la barriga. Más abajo discurriremos sobre el cómico galo en cuestión.

Así las cosas, el llamado fenómeno naciente, fue igualmente el tema tratado en un artículo titulado “Vota piedra” escrito por Mary Pili Hernández, publicado en El Nacional, 27 de julio 2006. En dicho escrito, la aparatchik bolivariana, al igual que los dos amigos arriba descritos, comenzó su nota, no podía ser menos, con un listado encabezado por Ronald Reagan, seguido del jet-setter Arnold Schwarzenegger, sin duda que la funcionaria se dejó llevar por sus raíces faranduleras. Dicho esto, la autora del artículo invirtió todo su cupo de palabras en buscarle justificación a la candidatura en cuestión. Para tan inestimable tarea, la cual sin duda exige un esfuerzo intelectual casi sobrehumano, la autora empleó alegatos, tales como la idiosincrasia venezolana, la cual para ella se reduce al sentido del humor y mas particularmente a las carcajadas de funeraria, para luego señalar, al parecer estaba pensando en su jefe, que Benjamín Rausseo, era talentoso e inquieto. Y en el colmo del barroquismo propio de nuestra opinión publica, señaló que la candidatura del «Conde» proporcionaría una frescura por la que muchos están clamando. Me pregunto si el líder máximo leerá los escritos de ésta funcionaria.

Volviendo a la gaffe cometida por el talentoso encuestador, que confundió al líder de la extrema derecha francesa Jean Marie Le Pen, con el cómico galo Coluche, se trata de un desliz que sorprende, por cuanto la farsa candidatural de Coluche a comienzos de los 80 se convirtió en todo un caso de escuela, conocido hasta por el más distraído encuestador político.

Coluche, cuando el 29 de octubre 1980 anunciaba en París su candidatura a las presidenciales del 81, daba inicio a una nueva forma de política-espectáculo. Su único fin era ridiculizar a la clase política. Tomadera de pelo o candidatura seria, con el transcurrir de las semanas Coluche le da rienda suelta al juego, al punto de sentirse investido de una misión, que no es otra que la representación de las minorías, todas en teoría decididas a votar por él. La prensa gala, le otorgó sus primeras páginas, al “fenómeno naciente”, mientras Coluche concedía ruedas de prensa a los medios extranjeros. Llegando al extremo un periódico a publicar un sondeo en el que Coluche tenía el 16% de las intenciones de voto. En ese momento, Coluche había logrado su segundo objetivo, ridiculizar a los medios.

El moribundo y aburrido escenario político de la Francia de comienzos de los 80, puede guardar algunas remotas similitudes con el igualmente agonizante horizonte político de la Venezuela actual. De allí que tanto Coluche en su época, como hoy El Conde del Guácharo, encuentren un terreno abonado para llevar adelante sus respectivas farsas políticas. Comedias que ambos actores en su profesionalismo, hacen creer que se están tomando muy en serio sus papeles y sin complejos anuncian no solo haber recogido las firmas necesarias, sino hasta hacen públicos algunos puntos de sus programas de gobierno.

Los servicios secretos franceses al igual que la opinión pública se tomaron el affaire Coluche en serio, e inmediatamente salió a flote una campaña de descrédito, contra Michel Colucci, nombre de pila del cómico. Al final, Coluche, solo consignó una firma y cinco meses más tarde anunciaba el retiro de su candidatura.

Sin duda, El Conde del Guácharo, terminará retirando su candidatura, no sin antes haber hecho, en toda legalidad un gran negocio, al parecer el Sr. Rausseo es bueno para el business. La sabiduría de estos personajes habrá consistido en hacer caer al mundo político dentro del mundo de la comunicación y viceversa.

Coluche, amante de la velocidad murió en un accidente de tránsito 6 años después de su aventura presidencial. Recordado en Francia, como el provocador de los años 80, Coluche al igual que el Conde del Guácharo, tuvo orígenes muy humildes, y teniendo conciencia plena de las fallas en las ayudas a los mas desfavorecidos, fundó “Les Restos du Coeur” una suerte de cantinas gratuitas que reparten comida en todo el territorio galo.

El Conde del Guácharo, amante de las aeronaves, recientemente sobrevivió milagrosamente a un accidente en su propio avión. No le deseamos “ar Conde” un final, como el de Coluche, ansiamos que viva muchos años, al tiempo que aspiramos que el empresario Benjamín Rausseo pueda en un futuro cercano concebir en la necesitada Venezuela una red de ayuda similar a las cantinas que fundara su malogrado colega.

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