Opinión Nacional

El Coraje Moral: el caso de Venezuela

Dedicado a tres venezolanos con coraje moral: Antonio Ledezma, Antonio
Sánchez García y Oscar García Mendoza.

Gandhi, Mandela, Walesa, Havel tienen algo en común: actuaron, contra todo
riesgo y con perseverancia, en concordancia con sus principios y valores.

Son vistos como héroes en sus países y en el mundo entero porque se
expusieron al sufrimiento personal, a la pérdida de su libertad, a fin de
hacer lo que creyeron moralmente correcto. Siguieron el camino de Lutero
(”Aquí me planto, no puedo hacer nada diferente y que Dios me ayude”) y de
Thomas More en su enfrentamiento moral con Henry VIII.

En nuestro país hemos tenido notorios ejemplos de coraje moral: José María
Vargas y Rómulo Gallegos y, sin duda, muchos venezolanos menos conocidos
quienes han actuado durante su vida guiados por valores y principios que no
pusieron nunca a la venta. Sin embargo, el coraje al cuál los venezolanos
rinden pleitesía no es el coraje moral sino el físico. Todos deseamos ser
“machos” y hacer gala de nuestra valentía ante el peligro. Pero cuando se
trata de enfrentar inconveniencias, rechazo de la gente, impopularidad y
pérdida de status social, son muchos los venezolanos que tienden a ser más
“pragmáticos”. La defensa de valores y principios se hace más elástica en
la medida que mantenerla exige enfrentar riesgos a la posición en la
sociedad, en el trabajo, en el gobierno y en la medida en la cuál la defensa
de los
principios exige esfuerzo y perseverancia. Demasiados compatriotas prefieren
callar a nadar contra la corriente.

Uno de los ingredientes principales de la cobardía es la creencia en que los
valores son relativos y están condicionados por la cultura o las
circunstancias. Muchos exhiben gran habilidad para racionalizar su cobardía
de esta manera, sobretodo cuando la cobardía les redundará en beneficios
materiales.

Sin embargo, todos sabemos que el relativismo moral no existe. Los grandes
valores que guían la acción moral son los mismos en todas partes del mundo.

No hay tal cosa como una moral para Zimbabue o Venezuela y otra moral para
Francia o Estados Unidos. En encuestas realizadas entre 18.000 personas de 23
países el Instituto de Etica Global, radicado en Maine, USA, envió una lista
de unas 50 cualidades o atributos morales que el ser humano debería tener en
su comportamiento frente a sus semejantes. Los cinco primeros atributos
seleccionados en todos los países fueron: la responsabilidad, la honestidad,
el respeto, el sentido de equidad o justicia y la compasión.

Estos son valores medulares del ser humano en todos los países del mundo.

El coraje moral puede entonces definirse como la disposición que muestra una
persona a ser responsable, honesto, justo, respetuoso y solidario con sus
semejantes y la determinación de sostener esos valores frente a los riesgos
personales que puedan existir y por el tiempo que sea necesario. El coraje
moral, apunta Russworth Kidder, autor del libro “Moral Courage”, Harper
2006, incorpora los valores, la aceptación del riesgo y la fortaleza para
enfrentarlo mientras sea necesario. Los ejemplos de coraje moral son muy
diversos y van desde tener que despedir del trabajo a un buen amigo quien ha
faltado a sus deberes, a la denuncia de la injusticia y de la corrupción en
su propio entorno o insistir en el cumplimiento del deber no importa cuales
sean las consecuencias. Quienes denuncian un acto inmoral en sus empresas,
en el gobierno o en las organizaciones donde laboran son generalmente objeto
de grandes represalias y presiones y, en ocasiones, hasta incomprensión por
parte de sus propios compañeros. Cuando denuncié al gobierno de la época
por mudar a Puerto La Cruz la sede de Meneven con propósitos nada honestos,
fuí despedido de la industria para la cuál había trabajado por casi 28
años.

Muchos de los empleados de Meneven no comprendieron mi posición. Muchos
creyeron que yo he debido permanecer en la empresa, aceptando la órden pero
resistiéndola pasivamente (la órden se acata pero no se cumple). Pero eso,
en mi opinión, no hubiese sido honesto ni responsable. Denuncié lo que
debía denunciar y no me arrepiento de haberlo hecho, aunque ello me costó mi
carrera e hiciera mi futuro muy incierto. Más aún, no hubiera podido
proceder de otra manera.

El coraje moral requiere una aceptación del riesgo, del peligro de la
pérdida de status, popularidad política o bienes materiales. La aversión al
riesgo es lo que a muchos venezolanos les mantiene callados frente al trágico
espectáculo de nuestro país, capturado por una pandilla de malhechores que
ha derrochado casi 800.000 millones de dólares en diez años, la cuál no
solamente ha violado todos los principios de vida libre y democrática en
nuestro país sino que está arruinándolo material y espiritualmente a una
gran velocidad. La ruina material y espiritual venezolana anda al galope sin
que los venezolanos se rebelen decididamente en contra de este estado de
cosas. El régimen está destruyendo, una a una, todas las organizaciones
democráticas, persiguiendo uno a uno a los miembros de la oposición mientras
los venezolanos permanecen en silencio. El régimen ha mostrado una total
ineptitud, una gran vocación para la corrupción y un total desprecio por el
respeto hacia los ciudadanos pero los venezolanos permanecen en silencio. Peor
aún, muchos venezolanos se complacen con lo que
está pasando en el país, porque ello significa que por fin “todos somos
iguales”, aunque esa igualdad exista en la miseria y la degradación. La
confiscación de empresas privadas, la persecución arbitraria de venezolanos,
el derroche de dinero en dádivas dentro y fuera del país, todo ello es visto
por muchos venezolanos con la mórbida fascinación de quien asiste a una
tragedia ajena, sin conciencia de que les está pasando a ellos. Quienes
tenemos conciencia plena de lo que nos está pasando somos una reducida
legión que parece clamar en el desierto.

Por ello es especialmente reconfortante ver ejemplos de gran coraje moral como
los que exhiben Antonio Ledezma, Antonio Sánchez García y Oscar García
Mendoza, cada quien en su área de actividad. Ledezma le está pidiendo al
ejército venezolano que deje de plegarse al dictador cargado de odios, que
deje de humillarse saludando con la ridicula consigna de “patria, socialismo
y muerte”, que deje de ser un instrumento de apoyo a los designios de un
dictador y defienda los principios y valores de la constitución y de su misma
institución, hoy profundamente degradada. Sánchez García está usando su
pluma, con una perseverancia admirable, para alertar al país contra lo que le
está sucediendo y para pedir una unificación de las fuerzas morales que
podrían revertir el rumbo trágico que llevamos. García Mendoza es un
hombre que ha mostrado una gran integridad en su profesión de banquero, una
profesión que no se ha distinguido en Venezuela durante los últimos diez
años, una profesión que se ha beneficiado enormemente de su silencio
cómplice frente al déspota. Ello le da a la postura de García Mendoza más
valor pués se encuentra nadando contra la corriente y está pagando un alto
precio personal, familiar y profesional por su coraje moral.

Así como estos tres hombres son dignos de reconocimiento, es también
satisfactorio ver como hay muchos otros venezolanos quienes están en la
misma onda y se adhieren a sus valores sin temor a las consecuencias: Manuél
Caballero, Marta Colomina, entre otros cuyos nombres llenarían muchas
páginas.

Mientras tanto, desde el otro lado de la talanquera moral hay ejemplos
especialmente tristes de cobardía moral, porque alguna vez fueron gente
aparentemente respetable: Roy Chaderton, Alfredo Toro Hardy, Eleazar Diaz
Rangel, Luis Britto García, el mismo José Vicente Rangel, quien en épocas
remotas parecía representar un periodismo de denuncia contra la corupción y
ahora ha venido a constituirse en uno de los íconos de la revolución
corrupta y despótica. No son muchos realmente los hombres previamente
respetables que se han tornado en vasallos del despotismo. La cobardía moral
predomina entre los venezolanos sentados en la barrera, asistiendo
inexplicablemente al espectáculo de su propia destrucción, exhibiendo una
cobardía mezclada con indiferencia y masoquismo. No hay, que sepamos, ningun
intelectual de valía, ningun venezolano realmente valioso que esté plegado
al régimen actual. Los seguidores del régimen son gente mediocre, resentida,
ansiosa del poder y del dinero que ahora está a su alcance: son los chacones,
los merentes y los isaiases; las linas, las cilias y las irises.

Son gente cuya anatomía frecuentemente refleja sus torvas cualidades
morales, generalmente fáciles de identificar por su aspecto en cualquier
lugar del mundo, ya se trate de Calixto en Las Vegas, Hugo en Doha o Nicolás
en Nueva York.

El coraje moral es el ingrediente que falta en Venezuela para dar al traste
con la pandilla chavista que ha arruinado al país. Aunque estoy seguro de que
aún si los venezolanos no hiciéramos nada para sacarla del poder, ella
implosionaría debido a su ineptitud, la exhibición de cobardía moral que
está dando la sociedad venezolana, con su pasividad y hasta masoquismo,
representa un profundo descrédito para nuestro gentilicio.

Pronto tendrá que llegar la chispa que prenda la resistencia civil en
Venezuela, una acción continuada en el tiempo, no una protesta esporádica. Y
esa chispa la encenderá un venezolano (a) con coraje moral. Ya no es posible
aguantar mucho más.

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