Opinión Nacional

El corajudo Rafael Uzcátegui

¿Usted ha visto lo que pasa en el PPT? Increíblemente, el Partido Patria Para Todos vive ahora un doble arrinconamiento: por un lado el Gobierno airea una estructura paralela, de notables dirigente del PSUV, disfrazados de “pepetistas” que aspiran quitarle las siglas a los dirigentes conocidos de esa organización.  Hacia dentro, el poderío conjunto de los gobernadores Henri Falcón, Liborio Guarulla y Henrique Capriles intenta imponer la precandidatura presidencial del gobernador mirandino. Cada quien por su lado, gobierno nacional y gobiernos regionales, coincidiendo para quitarle el pequeño partido a sus legítimos dirigentes, gente digna pero humildísima, con ideas pero sin dinero.

Semejante acorralamiento no lo había visto sobre ninguno de los partidos venezolanos en dos siglos de historia. Coinciden el poderío conjunto de los dos grandes bloques del poder político nacional, el gobierno de izquierda y una fracción ultraderechista de oposición, ambas con su inmensa capacidad comunicacional y financiera, tratando de sumar cada cual las siglas del PPT.

Comprensible que angustiado y enfermo, el secretario nacional de esa organización, José Albornoz, haya anunciado su pase al retiro, y muy humano el discreto rol de la mayoría de dirigentes nacionales y regionales. En ese pequeño ejército de gladiadores de mil batallas adversas, ahora impera el silencio. Porque los han dejado sin salida, se cuadran aquí o allá o se callan y punto…

En ese contexto, el secretario nacional de organización, el “gocho” Rafael Uzcátegui, ha proclamado la rebeldía de los militantes “pepetistas”, ratificado su convicción vital: ni con el gobierno ni con esa oposición. En actitud, vertical y honestísima, anuncia su disposición de defender la posición centrista, ni-ni, de su gente.

 

¡Que coraje, que valentía¡ ¡Mantiene la ruptura conjunta con el gobierno actual y con la oposición¡ Se le está enfrentando no sólo al poder económico de Capriles, también a los gobernadores del PPT que instalaron a otra persona en la Secretaría General y le negaron el ingreso al local partidista. Otro en su lugar hubiera corrido a buscar apoyo del Gobierno, pero no, sin dinero ni mayor capacidad de comunicación, proclamó la rebeldía de la base.

Rafael Uzcátegui, un hombre de modestísimo discurrir, poco dado a las entrevistas y discursos, viene siendo figura de la izquierda desde hace cuarenta años, cuando participó en la guerrilla. Enfrentó a Chávez tempranamente, cuando muchos de sus oponentes de hoy, seguían en el gobierno. Y lo hizo por principios, por convicciones. Y ahora va contra Capriles recordando su actuación aquel abril de 2002, señalando que la opción del gobernador siempre será de ultraderecha.

 

Tenía mucho tiempo sin ver tanta autenticidad en una sola persona. Especialmente desde 2001, cuando se configuraron los dos bloques excluyentes que han querido repartirse tolete a tolete al país y partirlo en dos pedazos estancos y únicos. Una polarización bifronte que asfixia y hace mediocre la política nacional, porque parecen ponernos a elegir entre morir ahogados o morir quemados ¿cuál es peor?

 

Se puede salir de Hugo Chávez sin necesidad de caer en Capriles Radonski. Es innecesario –asaz peligroso- pretender un salto mortal de la izquierda hasta la extrema derecha.  Hay un tercer país, silencioso y sin tribuna pero mayoritario y definitorio, que sigue inclaudicable frente a los dos extremos. Eso lo proclaman todas las encuestas de todas las épocas, pagadas por cualesquiera bandos. Digan lo que digan, la verdadera mayoría es el centrismo, el Ni-Ni, que reconoce lo bueno de Chávez pero lamenta lo malo del gobierno. Que valora lo positivo de la oposición, la irrenunciabilidad de la libre empresa, la necesidad de los partidos tradicionales, pero disiente de su legendaria ineficiencia y garrafales equivocaciones.

 

Mucha gente más sonada y leída ha caído en la tentación de reducir las opciones sólo a los extremos. De hecho, la precandidatura de Capriles parece un traje hecho a la medida del gobierno, sería la mayor confrontación suma-cero, dos radicalismos enfrentados y ningún chavista light terminaría de irse. Sin posiciones intermedias y proclives al diálogo, como las enarboladas por Eduardo Fernández y Pablo Pérez, uno desde la auténtica democracia cristiana, otro desde la socialdemocracia.

 

Todo esto pasa en octubre de 2011, cuando Chávez ronda el sesenta por ciento de popularidad en las encuestas hechas por opositores y Cristina Kirchner barrió anoche en Argentina. Los poderosos factores de oposición que aspiran decidir por el resto, parecen listos para repetir la abdicación que hicieron a favor del gobierno, cediéndole la exclusividad en el predicamento popular, de barrio pobre y profundo, para que a su vez el gobierno siga de su cuenta y la pelea centrada sólo en escenarios mediáticos.

 

(*) Abogado y Politólgo                             

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