Opinión Nacional

El deber de la unidad

Los conflictos y las persecuciones políticas y socio-económicas que se intensifican en todo el país, así como también el resurgimiento de la protesta ciudadana y sobre todo la estudiantil, hace que todavía sea más necesaria, más obligante y más decisiva la unidad de los sectores que aspiran la superación de la hegemonía imperante.

De allí que el conjunto de los factores de la oposición venezolana tiene de deber patriótico de trabajar por la unidad, y ello por la sencilla razón de que sin unidad política no habrá posibilidad de salida duradera para la crisis existencial que padece Venezuela.

Toda estrategia que no tenga como asidero la unidad, se encuentra muy debilitada desde el principio. Y eso vale para lo electoral y para la calle que, por otra parte, no pueden ser apreciadas como aspectos contrapuestos.

Cierto que hay diferencias de criterio de no poca importancia y densidad en cuanto a la visión estratégica de los desafíos y las acciones, además de las inevitable competencia en el campo del liderazgo y la proyección personal, pero sinceramente no creo que esas diferencias no puedan ser procesadas con espíritu constructivo y propósito unitario. Y como pueden serlo, deben serlo.

Sin demoras. Ya. Las escaramuzas declarativas de voceros reconocidos hacen mucho daño. Y por dos razones, al menos. Una, porque debilitan a toda la oposición al exacerbar las diferencias y promover una imagen de contrapunteos y querellas internas. Otra, porque ese debilitamiento ayuda a que la hegemonía se estabilice a pesar del desastre nacional.

Y esto último significa que se pierda una oportunidad muy especial para denunciar los desmanes del despotismo y para convocar a los más diversas fuerzas políticas, sociales y económicas, que son acosadas por la calamitosa realidad, a pesar de que el petróleo nacional se cotice en 100 dólares por barril.

Las figuras más destacas del ensamble opositor tienen una gran responsabilidad en estos asuntos. Les corresponde mostrar amplitud y no colocarse en plan de incordio innecesario y pequeño. El ejemplo de Ramón Guillermo Aveledo debe ir por delante. Otras figuras menos relevantes quizá puedan darse el lujo de ser irresponsables. Quizá. Pero las más destacadas, no.

La Mud y las campañas nacionales que ha dirigido y motivado, han tenido por sustento principal a la unidad política y operativa de muchas parcialidades. Si esto se fractura de forma irreparable, entonces el beneficiario directo sería Maduro y compañía, y la víctima central no sería otra que la aspiración de superar la hegemonía, es decir la posibilidad de un futuro democrático para Venezuela.

Y se trata de una carga harto pesada de soportar. La reacción de la base opositora y de los millones de electores que han respaldado a la plataforma unitaria, no parece que sería leve ante un despropósito tan craso como el de anteponer las posiciones particulares al interés general.

Así mismo, la defensa del derecho y de la libertad de dirigentes y representantes de la lucha democrática, que son perseguidos políticamente por el poder establecido, también tiene que ser un norte común. Y uno que reúna en una misma voz y en un mismo proceder a todos. Sin excepciones.

Estas próximas semanas pueden ser cruciales para definir la situación. Y no deberían ser bienvenidas las posturas extremas que reclaman, por una parte, la “depuración” de la Mud, y por la otra, la conformación de otra entidad para darle cabida a la llamada “oposición de la oposición”.

Nada de esto ayuda en nada a la causa democrática y en cambio favorece en todo al poder de la hegemonía. Por eso es que el trabajo por la unidad es un deber patriótico.

 

 

 

 

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