Opinión Nacional

El derrumbe

 La más truculenta telenovela de la historia nacional, El Derecho de Morir, protagonizada por un enfermo aspaventoso que no se quiso curar, transmitida en vivo y en directo por los servicios secretos cubanos y un equipo de carniceros del CIMEQ bajo la batuta de los Hno. Castro, no fue suficiente acicate para conmover el alegórico espíritu nacional. El secuestro luego de sus despojos, aún palpitantes o ya definitivamente cadavéricos, enchufado a tubos y medidores inútiles, más la aberrante y estrambótica  manipulación de sus restos y unos funerales dignos del Gran Guignol – en realidad,  un esperpéntico documental del terror, pues los restos eran pedruscos – tampoco lograron pervertir la pizca de conciencia que aún le queda al populacho dispuesto a pasar por el aro toda suerte de estafas y engaños a cambio de una bolsa de Mercal o un compromiso de rancho horizontal.

                  En suma: el capítulo del manejo de presidentes muertos y herederos nombrados a dedo por el Imperio más zarrapastroso de la historia universal sufrió ayer 14 de abril de 2013 una bofetada que ni miles de millones de dólares de la faltriquera petrolera, el uso de una fuerzas armadas sometidas hasta la abyección y la obsecuencia servil de unas mujercitas convertidas en ministras de elecciones, con su respectivo alcahuete al que se le ve el jugoso cheque hasta en sus ansias por figurar,  pudieron impedir. El Tonton Macoute designado por Raúl Castro y su ministro de colonias, Ramiro Valdés, no pudo hacer mayor ridículo: recurrir una vez más al monstruoso ventajismo y al descarado uso de todos los medios e instituciones del Estado  así como al fraude descarado para asomar los bigotes por sobre la línea de flotación del 50%. Si a creer vamos.

                  El fracaso no pudo ser más elocuente. Si estos fueren los resultados reales – cosa en la que tenemos el absoluto derecho y la seria responsabilidad de dudar – sin la monstruosa maquinaria, los miles de millones de dólares, las reses y presas de pollos, las cocinas, lavadoras, neveras y otros enseres domésticos regalados a la clientela de desangelados súbditos menores de una republiqueta de anime, ¿cuántos votos obtendría el motorizado que sin saber leer ni escribir y tras lamerles las suelas a los hntos. Castro consiguió travestirse de candidato presidencial?

                  Nada.

                  ¿Cuántos votos obtendría bajo el imperio de un CNE de árbitros justos, imparciales, decentes, incorruptibles y serios?

                  Nada.

                  ¿Cuántos votos obtendría bajo la estricta vigilancia de unas fuerzas armadas preparadas en sus cuarteles para defender el honor de la Patria?

                  Nada.

                  Es el derrumbe del chavismo tras la sospechosa y nunca aclarada enfermedad y muerte del caudillo. Es el barranco inexorable que le espera a estas huestes de la zarrapastra, que no saben más que robar, corromper, enriquecerse y delinquir. Ahí estaremos esperándolos: en la bajadita.

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