Opinión Nacional

El desastre venezolano en Beijing

Me atrevo a hacer una profecía y es que en cuestión de semanas –o quizá días- Chávez lanzará una nueva proclama al mundo anunciando que su gobierno rompe con el Comité Olímpico Internacional y llama a la creación de unos juegos olímpicos solo aptos para países pobres y revolucionarios y donde los oprimidos le demuestren a los poderosos que el auténtico deporte y los auténticos deportistas únicamente nacen, crecen y triunfan en las sociedades que luchan contra el capitalismo y tomaron, o están prestos a tomar, la senda del socialismo.

La razón del cisma no radicará, desde luego, en que Chávez se tomó los recientes juegos de Beijing para analizarlos en profundidad y descubrió que habían nacido, no en una ciudad políticamente cercana a la Esparta monárquica, militarista y colectivista, sino a la Atenas plural, democrática, civilista y fundadora del estado de derecho y su auspiciador en el siglo XIX, el barón de Coubertin, un fanático admirador del liberal francés, Alexis de Tocqueville, que defendía la sociedad libre y de economía abierta y competitiva, sino por algo más rupestre, cotidiano y coyuntural, como es el estrepitoso fracaso sufrido por la delegación de 140 atletas enviada por el gobierno a las Olimpíadas que acaban de terminar en Beijing.

Porque es que, si los muchachos hubieran regresado a casa con 5, 6 o 7 medallas, tal como lo prometió Chávez y fue el objeto de la costosísima propaganda que los glorificó sin haber competido hasta empavarlos, seguro que el comandante-presidente estaría hablando maravillas de las Olimpíadas, del barón de Coubertin, del COI y de la grandeza y espectacularidad con que el gobierno chino organizó y ejecutó los Beijing 2008.

Aun más: me atrevería a decir que en tal caso, ya Chávez le habría ofrecido al COI una colaboración o regalo de unos cuantos cientos de millones de dólares, una villa vacacional en alguna isla del Caribe venezolano, conferencias, mitines y marchas para poner por las nubes a sus autoridades, postulando, de paso, a la República Socialista, o Bolivariana-Socialista de Venezuela, como sede de los juegos del 2020.

No fue así y no es exagerado profetizar que reaccionará como lo hizo frente a la Comunidad Andina de Naciones cuando dos de sus países miembros, Colombia y Perú, decidieron firmar acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos, o contra la OEA cada vez que toma una decisión contraria a los intereses del comandante en jefe, o la ONU o la UE, si es que no obedecen y se cuadran ante los dictados de este teniente coronel retirado para quien la política se reduce al esquema de: “Yo mando y tú obedeces”.

El problema es que el COI no es una organización política ni económica, sino deportiva; formada, no por estados ni países, sino por otras organizaciones deportivas que existen en cuanto se financian con los aportes de instituciones de la sociedad civil internacional, que en ningún sentido están obligadas a darles cuentas a los gobiernos.

Tampoco se le puede presionar con los precios del petróleo, ni con la influencia que se crea entre los estados por la capacidad de unos para amenazar a otros, ya sea con ejércitos, compras de armas, equipos militares o alianzas políticas.

O sea, que se necesita tener atletas exitosos y en número cada vez más creciente, para que los países y sus gobiernos sean tomados en cuenta para eventos preolímpicos, decisiones que afectan a las Olimpíadas y para el evento fundamental que es la celebración de los juegos olímpicos cuatrianuales.

Y para hacer atletas medallistas hay que trabajar, formar, competir, tener paciencia, buenos entrenadores y mejores pensum de entrenamiento y no esperar que con alharacas voluntaristas, ideologías baratas, arengas demodé, cuñas en televisión y radio, y posters, se van a traer preseas a casa.

Creo que Chávez, si quisiera aprender de Beijing, tendría que volver los ojos a Venezuela, e informarse del sistema de Orquestas Sinfónicas Juveniles que desde los años 80 dirige el maestro, José Antonio Abreu, y el cual, sin aspavientos, propagandas, ni estar decretando solistas y directores que no existían, ha logrado ofrecer a Venezuela y el mundo una congregación de músicos, intérpretes y directores que son asombro del planeta.

Un logro, que no es de los 40 años, ni de los adecos, ni de los copeyanos, ni de loschavistas, ni del puntofijismo, ni de la revolución, sino de toda Venezuela.

Por eso, en este momento aciago de deporte nacional: Oro a la revolución musical venezolana y latón para la revolución deportiva chavista.

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