Opinión Nacional

El día después

La ansiedad recorre hoy cada milímetro del territorio nacional. A la usanza del típico guionista de telenovela venida a menos, a quien la gerencia del canal amenaza con excluir de su nómina creativa si no inventa alguna argucia argumental que ocasione el accidente de la protagonista, la aparición del millonario padre nunca conocido o alguna preñez inesperada, para subir el rating de la planta, el gobierno mantiene un desesperado llamado al diálogo nacional.

Sincero gesto rectificatorio para pocos, clara señal premonitoria de la respectiva acta de defunción del gobierno para otros, el discurso proponente del diálogo se desvanece como medida política infructuosa, y gracia convertida en morisqueta que no logra convencer a la expectante población venezolana.

Asistimos también, en plena democracia televisiva, al nuevo capítulo de la tragicómica (%=Link(«http://www.globovision.com/politica/2002.05/22/martinez/index.shtml»,»telenovela nacional»)%) . Al novedoso ejercicio de catarsis audiovisual representada en las kilométricas interpelaciones transmitidas en vivo y directo al noctámbulo y aburrido soberano televidente.

Aunque se sospecha de antemano el desenlace previsible de estas interpelaciones (un informe del sector oficialista y un informe de la oposición, si es que algo no impide su redacción), las mismas discurren cual ejercicio de catarsis colectiva para cazar brujas de un bando y del otro, para intercambiar acusaciones, preguntar con interrogantes que contemplan ya una sentencia de culpabilidad, o en todo caso, para presentar al país a parte de los ilustres miembros del Poder Legislativo Nacional.

El embluyinado fanatismo de algunos diputados oficialistas, corre paralelo al patético lenguaje exhibido por varios diputados en las sesiones, dando muestras de un estilo de hacer política en nada alejado de las prácticas y artimañas del otrora Congreso cuartarepublicano. El contrapunteo de videos ameniza las entrevistas, mientras alguna mentada de referencias maternas o recurrentes interrupciones apasionadas invade de cuando en cuando el recinto parlamentario, espabilando a algunos somnolientos diputados y televidentes, y añadiéndole el característico toque folclórico a la actual praxis política nacional.

Algún inescrupuloso productor televisivo ha propuesto a la Asamblea sacar provecho y comercializar la idea de un espacio que contribuya a calmar los ánimos y a entretener a la gente, para lo cual se adelantan ya los preparativos para grabar el primer programa piloto, en la onda de los “reality shows”. El casting ya está en marcha y se mencionan como pre-seleccionados y seguros protagonistas al inefable Juan Barreto, a quien le sugirieron que rebajara unos kilitos y que cambiara la chaqueticas y la enviara un largo rato a la tintorería; a Iris Varela, para quién se ha diseñado un nuevo y sensual look que suavice su imagen (alise de mechas incluido); al diputado Gerardo Blyde, al que no han podido sacarle la gomina del cabello (asegura que es de nacimiento), y a Liliana Hernández, cuya angelical imagen será trastocada en la una atractiva “femme” fatal, luego de ofrecerle un jugoso contrato para que se enfrente a la diputada Varela en una sugestiva lucha de barro en ropas ligeras. El programa superará, seguramente, todos los records de audiencia previos.

Más allá del desenlace de las interpelaciones realizadas por la Comisión, se respira en el país una sensación de ingobernabilidad manifiesta que hace improbable el feliz término del actual gobierno. Independientemente de la vía y de los mecanismos políticos, constitucionales, cívicos o institucionales que se empleen para ello, la insostenible situación económica de la nación, irremediablemente ligada a la inestabilidad política y al clima de desconfianza que genera la presencia de Hugo Chávez en Miraflores, darían por descontada la salida, más temprano que tarde, del Jefe del Estado del poder. Para sazonar el caldo de este sancocho político, al acucioso Francisco Rodríguez parece alborotársele la barba cuando afirma que no aparecen en el FIEM 2,7 billones de bolívares, y se anuncia un nuevo programa de ajustes del que se empieza ya a sentir un cierto olorcillo a ortodoxia neoliberal.

En este contexto, sectores de la oposición cuya heterogeneidad de intereses parecen ahora confluir alrededor de la búsqueda de una salida institucional a la crisis actual, han instrumentado medidas jurídicas para lograr la salida del Presidente de la República. La obstinación que habita en sus cabezas y en las de la mayoría de los venezolanos, debe no obstante sopesarse con la necesidad de evaluar lo que se pudiese llamar el día después. Es decir, quien sustituya a Chávez en el poder deberá gobernar incluyendo al sector del país que actualmente se siente identificado con él. Si se critica el carácter excluyente, antidemocrático y sectario de la actual gestión, se debe tener en cuenta que un escenario post-Chávez implicará quizá una aguda crisis fiscal, y que a fin de no repetir lo recurrentemente denunciado en la actualidad, tendrá que gobernar para todos los venezolanos. Las condiciones de pobreza, miseria, exclusión, hambre y desempleo de una inmensa porción de venezolanos que creyeron en la promesa Chavista, no han sido atenuadas, y por el contrario, gracias ciertamente a la incompetencia exhibidas por la presente administración, lucen hoy agravadas.

La estrategia impone ciertamente una actuación en el presente, en el hoy para salir de la crisis actual. No obstante, no podemos olvidarnos del día después. Las heridas de la división y de la polarización absurda deben ser sanadas, como paso previo a la recuperación de la esperanza del país.

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