Opinión Nacional

El día que los chavistas perdieron el miedo

El farragoso proyecto político de Chávez, se debilita paulatinamente, en el escenario doméstico, afectando, por consiguiente, su difusión continental que, depende simbióticamente, de la estabilidad interna y del manantial creciente de petrodólares del imperio. Hay un síntoma fundamental que aflora con nitidez: el, por ahora, pertinaz aguacerito de denuncias de corrupción administrativa, frenadas, durante años, por el temor reverencial al caudillo de Sabaneta. Quien tuviera la audacia de hacerlas, tenía que atenerse a las consecuencias.

Las revelaciones sobre la actuación non sancta del entorno presidencial más cercano (su familia), y las acusaciones del diputado Luis Tascón, develan, poco a poco, el rompimiento de la férrea mordaza impuesta desde la alturas. La descomposición de la gerencia del Estado crece exponencialmente, con su particular carga negativa, perversa: la pérdida de la moral y la mística, imprescindibles a los efectos de adelantar cualquier arremetida revolucionaria sostenible.

Los gobiernos autoritarios de todo tipo, siempre terminan siendo víctimas del uso y abuso, sin límites, del poder. Sus jefes son imprescindibles y, en consecuencia, actúan a discreción. Se suponen inmunes, nunca les va a suceder nada, mientras estén protegidos por del autócrata o dictador. El todopoderoso Fujimori salió en volandas del Perú, abrumado por la degradación de su gobierno. El drama nuestro no podía ser de otra manera. Casos similares hay muchos.

Sin embargo, el asunto importante a resaltar es el resquebrajamiento del régimen chavista, a niveles nunca vistos en estos casi 10 años de (des) gobierno. Son pocos los que le prestan atención a las peroratas moralizantes y chapuzas marxistas del teniente coronel (ser rico es malo, por ejemplo). Mientras él pontifica sobre el “nuevo hombre”, el carcoma del pillaje corroe las bases del maltrecho andamiaje del sistema que, construiría la nueva Venezuela, libre de rapacerías, llena de hombres probos al frente de los organismos gubernamentales. ¡Bien Lejos¡… Nada más desviado de la verdad. Nunca hubo tanta impunidad en el manejo de la riqueza (?) nacional. Los funcionarios hacen de las suyas.

Vistas las cosas así, la vida de la revolución bolivariana luce corta, muy corta… En cualquier momento, el castillo de naipes colapsa, dando al traste con los sueños mesiánicos del “heredero” de Simón Bolívar o, mejor aún, de El Libertador redivivo. No queda hueso sano. El ladronismo generalizado corroe, con su pestilente y mordiente ácido, cualquier planteamiento de ejecución de políticas públicas a favor del colectivo. Las misiones conceptualmente justificadas, son fuente inagotable de la opulencia súbita y mal habida de sus administradores. Ni hablar de Pdvsa y los ministerios con mayores recursos.

El teniente coronel lo intuye, la revolución sucumbe en las arenas movedizas del desorden y la falta de escrúpulos. La tramoya cruje. De seguir este desbarajuste, le será difícil aterrizar en el año 2012. Por eso amenaza al pueblo con la Apocalipsis, si la oposición gana importantes gobernaciones y alcaldías, lo chantajea con la guerra… El último dios vive al borde del precipicio bebiendo de las mismas aguas turbias de sus subalternos. Por eso, aun los no electos forman parte de la multitudinaria dirección nacional del recién nacido PSUV. No puede dejar a nadie por fuera. Los chavistas le perdieron el miedo, no lo respetan y, peor aun, el pueblo está desengañado …

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