Opinión Nacional

El diablo con sotana

Después de pasar todo su mandato enemistado con la Iglesia Católica y todos sus prelados, ahora, en plena campaña electoral, busca reconciliación. La Iglesia, como es su papel, recibe al descarriado, al pecador, al impío y le dice que desde hace mucho le esperaban. El comandante Chávez ha sabido vejar. Lo ha hecho con saña, con intención, con premeditación y alevosía. Nadie podría decir que no pensó cada una de sus palabras para ser el “showman” de la pantalla por 13 años.

En cada palabra buscaba aprobación, en cada movimiento sumar adeptos, en cada aparición mantenerse como abanderado de la verdad única, la suya.Montones de veces lo hemos visto besar la cruz, juntar las manos en oración y elevar la mirada con esa actitud de actor de segunda para acercarse a curas… eso sí, los monseñores y cardenales son el propio Diablo con sotana. Y ¿por qué?Porque, hay que recordarlo, cuando en abril de 2002 el pueblo llegó hasta el palacio de Miraflores pidiéndole que renunciara y él se abalanzó con armas y discursos, quiso que primara su discurso frente al de los venezolanos que le exigían dimitiera, esa noche en la que firmó su carta dejando la presidencia y que luego han desmentido y enterrado como los gatos sus deposiciones, esa noche fue acompañado por monseñor Baltazar Porras para que se entregara a la justicia militar. Es por eso, por ser justos frente a los hombres que el odio de Chávez se ha manifestado hacia el Iglesia Católica.

Ahora, cuando sabe que desde los púlpitos se habla –con toda la razón– de los 180 mil muertos por la violencia desatada, cuando sabe que también se dice entre la feligresía que sí, que le tocará llegar al infierno por todos los actos cometidos, ahora manda a su vicepresidente a hablar con la Conferencia Episcopal Venezolana para acercar a su gobierno a la casa de los católicos. Faltará poco para que haga lo propio con los judíos, a quienes también les ha dado lo suyo por ese odio que siente hacia todo lo que sea superior a él.

El caso es que si por la ley de Dios tiene perdón, por la de los hombres no. Será sometido a juicio, ojalá, por todo lo hecho y por todo lo que pecó por omisión desde su espacio de bravuconerías y sandeces. En el plano terrenal la justicia universal le tiene varias anotaciones y será en La Haya donde pedirá clemencia. 

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