Opinión Nacional

El disparate de Mérida

Uno de los estados que más ha padecido la incompetencia y la estupidez del chavismo es Mérida. Es una zona turística, universitaria y con una agricultura prácticamente única en el país. El turismo ha decaído en forma notable, en buena parte porque de tener una estupenda red de carreteras de montaña, pasó a tener una red de ruinas que dañan los automóviles y los autobuses en forma notable. Y para colmo, una de sus grandes atracciones, el Teleférico, dejó de funcionar por falta de mantenimiento, en otra de las manifestaciones de la inutilidad militar de los chavistas. Los apagones hacen que sus habitantes estén varias horas al día sin corriente, y que se dañen los aparatos eléctricos a extremos de lo absurdo. En los últimos días hemos visto protestas de todo calibre, protagonizadas no sólo por los estudiantes, que en Mérida son aguerridos como no los hay en otra parte, sino por la población en general. En una de ellas, por la desesperación y la rabia, se llegó a quemar un local de Cadela, la empresa eléctrica de la zona, lo que no está bien, pero se entiende. Por cierto que los bomberos no pudieron dominar el incendio ¡porque no había agua!… Y la reacción de los chavistas no va por los caminos de tratar de enmendar lo pésimo de su administración, sino por el de agredir cobardemente, con apoyo de la policía estadal y la Guardia Nacional, a la población inerme que protesta. El propio gobernador ataca al Alcalde de Mérida y dispone una manifestación de hordas y tupamaros para amedrentar a los trabajadores de la alcaldía, manifestación que se corona con el intento de quemar la casa de Copei. En buena parte el disparate de Mérida nace de el disparate electoral que partió de que muchos universitarios creyeron que el tal Marcos Díaz Orellana, por ser uno de ellos, no era tan malo como ha resultado ser. Y también por un antiadequismo irracional que los llevó a preferir un triunfo chavista ante la posibilidad de que un adeco se convirtiera en gobernador. Por fortuna, la alcaldía de Libertador se salvó: Léster Rodríguez, un hombre cabal y de mérito, resultó electo y lo ha hecho con gran dignidad. Su gestión es una esperanza que apunta al porvenir, y permite suponer que pronto se acabará, en una de las zonas más bellas del país, la pesadilla, el disparate que la ha frustrado en los últimos años.

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