Opinión Nacional

El enfermo imaginario de Molière

Las comedias de Molière son inmortales porque cada una de ellas tiene como personaje central a un individuo que es representativo de una de las debilidades humanas: la avaricia, la hipocresía, el engreimiento y, como último mensaje de su vida, la sujeción del enfermo a la voluntad de sus médicos.

Argan es el personaje principal de la última obra de Molière, El enfermo imaginario, una comedia-ballet en tres actos presentada por primera vez en el Teatro Real en 1673. Inspirado en su propio caso, Molière, bastante enfermo, además de dramaturgo, también actuaba en la obra, muere tras la cuarta representación de la obra.

Argan es un viejo y rico burgués hipocondríaco que se cree siempre enfermo, pero que en realidad goza de buena salud. Su segunda mujer se desvive en cuidados, pero no espera más que su muerte para gozar de la herencia que espera le tocará.  Su médico de cabecera confirma su estado de salud y le hace creer que sufre del hígado y del bazo. Argan pasa los días ingiriendo toda clase de remedios que le prescriben los médicos y los boticarios que lo rodean, más preocupados por darle gusto al “enfermo imaginario” que por su salud. Argan pasa su tiempo tomando purgantes y practicándosele lavados intestinales. Un conflicto inesperado estalla en el seno de la familia. Angélica, su hija, está enamorada de Cléante, relación a la que Argan se opone debido a la falta de fortuna del pretendiente y quiere casarla con Thomas Diafoirus, el hijo de Purgon uno de sus médicos; lo que le permitirá disponer de la presencia permanente de un médico en su casa. Contar con un yerno médico y con aliados médicos al ser éste hijo de médico, le dará la ventaja de contar con la fuente de los remedios que le son necesarios  y tener consultas y prescripciones a mano.

Antonia, la sirviente, le sugiere a Argan de hacerse el muerto y va a darle la noticia a  su ama, la cual manifiesta su alegría en presencia de Argan que cree muerto.  En cambio Angélica, su hija, ante el supuesto cadáver de su padre, manifiesta su pesar sincero de hija por la muerte del padre. Argan pone término a la comedia y autoriza a su hija a contraer matrimonio con Cleonte, pero a condición que se haga médico. Su hermano Beraldo le sugiere a Argan que él también se convierta en médico para ponerle término a su dependencia de los médico.  La Pieza se termina con una ceremonia bufa en la que se festeja la conversión de Argan en médico.

En una escena del primer acto entre Argan y su sirviente Antonia, ésta le dice, refiriéndose a los médicos y boticarios, el señor Fleurant y el senor Purgón,  que estos se aprovechan bien de su cuerpo y tienen en él “una buena vaca lechera” y agrega que le gustaría preguntarles cuál es el mal que lo aqueja para que le administren tantos medicamentos. Argan furioso la trata de ignorante y le reclama su atrevimiento de expresarse de esa manera de sus médicos. “Cuando un amo no reflexiona en lo que hace, una sirvienta sensata tiene el derecho de corregirlo”. Antonia no se da por vencida y  para demostrar la deshonestidad de los médicos que rodean a Argan,  se disfraza de médico y le prodiga  consejos de salud más razonables.

Luego, Beraldo, el hermano de Argan, le dice que no conoce a un hombre más sano que él, y ahonda en la deshonestidad de los médicos que según su opinión, explotan a Argan y le dice que “si no pones coto, tanto te atenderán que te enviarán al otro mundo”. Ante la pregunta de Argan de si no cree en la medicina, Beraldo le responde que no ve la necesidad de creer en ella para estar sano y lejos de creerla verdadera, la considera como una de las más desatinadas locuras que cultivan los hombres, y de estudiar la cuestión desde un punto de vista filosófico, considera que no hay farsa más ridícula que la de un hombre  que se empeñe en curar a otro, por la sencilla razón de que los “resortes de nuestra máquina son un misterio en el que los hombres no ven gota; el velo que la naturaleza ha puesto ante nuestros ojos es demasiado tupido para que podamos penetrarlo”. Para Beraldo “los médicos saben expresarse lucidamente en buen latín, saben decir en griego el nombre de todas las enfermedades, definirlas, clasificarlas…; de lo único que no saben una palabra es de curar”. A lo que Argan argumenta que, al menos, en esta materia saben más que nosotros..

 “Lo saben hermano, pero eso no cura; toda la excelencia de su arte reside en un pomposo galimatías y una engañosa locuacidad que da palabras por razones y promesas por hechos”, apunta Beraldo. Recurrir a los médicos es “síntoma de la flaqueza humana, no de la efectividad del arte”. “Cuando se está enfermo lo mejor es no hacer nada, guardar reposo y dejar que la misma naturaleza, paulatinamente, se desembarace de los trastornos que la han  invadido. Nuestra inquietud, nuestra impaciencia es lo que lo echa todo a perder; y puede decirse que la mayoría de las criaturas mueren de los remedios que les han suministrado y no de las enfermedades.” “Cuando un médico habla de ayudar, de socorrer, de aliviar a la naturaleza; cuando dice de quitarle lo que le sobra o de suministrarle lo que le falta; de restablecer la facilidad de sus funciones; de limpiar la sangre; de atemperar las entrañas y el cerebro; de reducir el bazo, normalizar el pecho, reparar el hígado, fortificar el corazón; restablecer y conservar el calor natural…; de secretos, en fin, para prolongar la vida, no hace precisamente más que narrar la novela de la medicina, dentro de la verdad y de la experiencia, no encontramos comprobación ninguna; es, como esos sueños deliciosos que no dejan al despertar más que la tristeza de haber creído en ellos”. 

Pero la crítica de Beraldo se centra en particular en la creencia dócil de Argan hacia los médicos: “Cualquiera que te escuche creerá que Purgon tiene en sus manos el hilo de tu vida y que con un poder sobrenatural te la puede alargar o acortar a tu antojo. Recapacita, tu vida está en ti mismo, y en que las amenazas de Purgon son tan inútiles como sus medicinas. Se te presenta una magnífica coyuntura para librarte de los médicos y si has nacido con tan contrario sino que no puedes pasarte sin ellos, te será fácil encontrar con el cual corras menos peligro”.

Y para terminar, Beraldo le dice a Argan que él no se dedica a combatir la medicina. “Buenas o malas, cada una tiene sus ideas y cuanto le ha dicho en el seno de la intimidad,” su propósito es sacarlo del error de convertirse en juguete de sus médicos y lo invita para distraerse, a ver una comedia de Molière, precisamente, sobre ese tema.

La última idea de Beraldo es sugerirle a Argan que él mismo se convierta en médico, lo que “sería la mejor solución, porque así tendría todo en sus manos”. Argan acepta y el último acto e la comedia  es una ceremonia en la cual, entre recitados, cantos y danzas, se hace la proclamación de un médico.

El castrismo ha recurrido a la medicina como modelo de substitución en su política de intervención internacional: en lugar de envío de comandos guerrilleros como en épocas recientes, ahora se vale del envío masivo de médicos cubanos. La importante presencia cubana en Venezuela tuvo como pretexto el envío masivo de médicos. Hoy ya ni se mencionan los médicos cubanos; ahora se habla abiertamente de expertos en cuestiones de: seguridad, cedulación, registro civil, militares que organizan las milicias civiles.

El teniente-coronel Hugo Chávez, informó a su regreso de Cuba, que le habían operado de tumor “del tamaño de una bola de béisbol” y que había sido Fidel Castro quien se percató de su estado y le diagnosticó su enfermedad, lo que sus médicos no habían sido capaz de hacer. Declaró que desde ahora Fidel Castro era su médico.

La escena no puede ser más parecida a la narrada por  Molière: un enfermo rico en petrodólares en manos de un médico manipulador ávido de dinero.

La temática de la obra de Molière es de una actualidad sorprendente para Venezuela. 

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