Opinión Nacional

El espejismo de los dátiles amargos

No estamos en tiempos normales. Esta que viene no es una elección normal. No podemos comportarnos como si este fuese un paseo democrático. He advertido que cuando se va a elecciones bajo estas condiciones hay que tener elementos de juicio muy distintos.

En una elección normal se asegura a los electores que se va a ganar, que la victoria depende exclusivamente del mensaje y del trabajo de campo a realizar. Cuando se va bajo un régimen opresor lo mejor es advertirle claramente a los electores lo que se busca o, al menos, asomar la estrategia de fondo. En estos casos o se procura forzar al régimen a un fraude o se cuenta con fuerzas lo suficientemente poderosas para hacer respetar los resultados o se persigue lanzar al régimen hacia una radicalización que lo aleje definitivamente de sus apariencias democráticas.

Los antecedentes son los peores: deshilacharon la fuerza opositora en “marchas” sin sentido, reducidas a la entrega de cartitas respetuosas y solicitantes ante los órganos del poder confiscado. Se hicieron los extraterrestres con la Ley Orgánica de Procesos Electorales permitiendo la modificación de circuitos a capricho. Miraron hacia otro lado cuando dos connotadas militantes del PSUV fueron encumbradas a rectoras del organismo comicial. Aceptaron al CNE en la organización de sus primarias y mientras proferían críticas a las Fuerzas Armadas estas desarrollaban un pequeño Plan República para proteger sus actos de votación. Se negaron a abandonar un lenguaje complaciente y evasivo frente al régimen, limitándose a declaraciones formales y a la protesta inocua. No, los antecedentes no son buenos.

La realidad del 25 de abril fue numéricamente aceptable, dado el bajo número de circuitos donde se permitieron primarias, pero el gran interés se centró en el gran circuito donde se agrupan las clases medias y alta de la gran Caracas y en un circuito de Valencia donde un señor Cocchiola, duramente golpeado en las anteriores elecciones regionales, demostró su fuerza. Hay que admitir la baja votación en los sectores populares. La realidad del 25 de abril es que los dos focos donde se centró la atención estaba protagonizada por candidatos sin partido, lo que de por sí constituyó una advertencia. El 25 de abril se creo un espejismo, una falsa visión de un país volteado a respaldar el pequeño y estrecho intersticio que la llamada Mesa de la Unidad abrió a la participación. Lo que vimos fue un gran número de ciudadanos dejando claro que quiere decidir, que quiere participar, que quiere tomar las riendas de su destino, y ello es lo más importante. Observé que deberíamos dejar de ser una sociedad de resignados y avanzar hacia una sociedad de ciudadanos.

Las condiciones que en este comienzo de mayo vemos no serán las que estén vigentes para la fecha electoral de septiembre. Ahora vendrá la gran acometida, consistente en ventajismo, en gasto masivo de los dineros públicos, en el ejercicio impúdico de todas las presiones y de todos los abusos. Mientras, veremos los efectos de los errores cometidos en el gran encierro de la “oposición” formal, con sus listas que superan grandemente el episódico hecho de los dos circuitos que he mencionado como creadores del espejismo lleno de dátiles y de abundante agua del 25 de abril.

Nos lograron meter en el callejón único, el que conduce a septiembre. Aquí nos colocaron sin tomar ninguna medida de salvaguarda, de protección. Para ello sacrificaron todo lo sacrificable, usaron anteojos de suela ante la intensa actividad parlamentaria de la Asamblea Nacional sumisa y se esmeraron en reducir al país a la inacción. Estamos ahora en el callejón, en uno tan estrecho que no veo factible moverse como para cambiar su anchura o para estirar un poco las paredes.

En estos casos se debe jugar con la verdad. El argumento de una Asamblea Nacional plural se hace agua entre los dedos. Es obvio que en una democracia en el parlamento están todos los que obtuvieron votos suficientes para llegar allí. Hay que recordar que el país impuso la abstención en las pasadas legislativas, hecho considerado por algunos un error, cuando, en mi opinión, el error consistió en participar en las presidenciales subsiguientes. Había que dejarlo solo, ir a esa confrontación luego de haber abandonado el hemiciclo carecía absolutamente de sentido, pero pulularon los aspirantes convirtiendo el anterior paso en un error del país, porque los errores que los cuadros partidistas tradicionales cometen deben ser olvidados, según su óptica, pero las líneas trazadas cuando la sociedad asume su decisión son calificadas de inmediato como trágicas, dado que fueron asumidas contra la voluntad de las partidocracias.

De manera que la pluralidad parlamentaria es tan obvia que se convierte también en dátil en el espejismo. La verdad no es “vamos a ganar”, la verdad es “vamos a elecciones como una manera de aprovechar un resquicio y todos deben estar contestes de las pésimas condiciones en que vamos”. No soy pronosticador electoral, pero todo apunta a la reproducción de una Asamblea Nacional muy parecida a la que vivimos años atrás y donde había una buena suma de opositores al régimen. Basta recordar lo sucedido allí, con oradores parlamentarios de excepción como el caso de Juan José Caldera que terminó ordenando la renuncia de los parlamentarios de Convergencia incluyendo la suya propia. Quizás, sólo quizás, se pueda lograr, en el caso de un éxito grandilocuente, la ruptura de la mayoría calificada.

Entiendo perfectamente que se puede utiliza contra mí el calificativo de aguafiestas, pero parto de lo políticamente correcto que en este caso es decir lo que consideramos la verdad. Lo políticamente correcto no se ve por ningún lado en el que se supone es nuestro lado. No voy a introducirme en los entretelones de los arreglos internos de la llama Mesa de la Unidad Democrática, pues sus resultados están a la vista: reparto partidista con pequeño trozo de carne a la voluntad ciudadana. Me voy a referir a las declaraciones de esos dirigentes después de haber anunciado el arreglo y de haber anunciado los resultados de las primarias. Se han centrado en no volver atrás, en no corregir, en no enmendar. Hay un caso específico en el estado Miranda que va a tener consecuencias nefastas. Hay una exigencia ciudadana sobre quien llegó de segundo en el  famoso circuito de las clases medias y alta y los oídos sordos manifiestan que ni con aparatos auditivos son capaces de oír.

Estamos en el callejón descrito y los dátiles delante llaman a ser mordidos, aunque son un espejismo. El día 27 de septiembre suponemos un despertar de esta embrionaria sociedad de ciudadanos. Los tiempos políticos que nos esperan serán de grandes sacudidas, inclusive en el plano de movilización de grandes sectores hacia otras posiciones. El tiempo cobra. Las realidades pasan facturas. Lo políticamente correcto es escribir este texto y ponérselo frente a los ojos a mis conciudadanos.

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