Opinión Nacional

El espiritu subversivo y la seguridad

Hugo Chávez es un subversivo integral. Emergió violentamente contra la institucionalidad democrática en 1.992 y son constantes sus agresiones contra todo lo que genéricamente llama oligarquías. Para él, oligarquía es cuanto se oponga a sus propósitos. Poderes públicos equilibrados y autónomos, partidos, iglesias, sectores privados de la economía, cultura y centros educacionales libres de tutela oficial, triunfadores en cualquier actividad profesional o productiva y todo cuanto refleje cierto orden esencial bajo el mandato de la Constitución y las leyes estaría al servicio de esas oligarquías contrarrevolucionarias. Hay que combatirlas y liquidarlas. Su lenguaje trasciende las fronteras. El esquema se aplica a Colombia, Estados Unidos y a cuantas realidades democráticas estén amenazadas por grupos que, bien financiados y adoctrinados, siguen a coro las líneas del eje La Habana-Caracas. Los intereses nacionales no importan. Políticos o económicos, están subordinados a la revolución bolivariana. “Desnudos y con hambre defenderemos la revolución hasta morir”, llegó a afirmar en uno de sus desvaríos. Se autoproclama socialista al viejo estilo, marxista, maoísta, fidelista y exhibe su franela roja en foros internacionales con la foto del Ché Guevara en el pecho. Estas son algunas pocas consideraciones sobre un drama que avanza a la vista de propios y extraños creando una sensación de soledad, abandono e impotencia que debemos enfrentar.

PDVSA está destruida y los recursos que genera al servicio de su causa. Pero, tan grave como eso, ha sido la progresiva destrucción de las fuerzas armadas profesionales, formadas de acuerdo a las políticas de seguridad y defensa del Continente. Todo cuanto denunciamos en mayo de 2000 se cumple. Se acelera la sustitución del ejercito regular por milicias, revolucionarias y mercenarias, que bajo el nombre ambiguo de “reservas” estarán bajo el control directo del Presidente, al margen de los canales regulares. Los recientes negocios para comprar fusiles de asalto, helicópteros, aviones de combate y reconocimiento, balas en cantidades industriales, así como la protección a conocidos jefes guerrilleros, narcotraficantes y mercaderes de armas, así como la actual dotación de los efectivos, no desactivada, justifica la preocupación existente sobre la seguridad de Venezuela y, al menos, el área andina. Ya no existen garantías para la convivencia y el pluralismo. El Presidente está completamente al margen de sus deberes constitucionales. Actúa en contra de los objetivos señalados en ella para la nación. La Fuerza Armada, de tanto dejar hacer y dejar pasar, entre miopía y oportunismo, cada día tiene menos capacidad para responder por la seguridad de todos, ni siquiera por la integridad territorial. Se pretende ideologizar la educación, la salud, la seguridad, la economía, la política exterior y el monopolio de las armas. ¿Es muy complicado entenderlo?

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