Opinión Nacional

El fallo del TSJ como reflejo del Estado Venezolano

La decisión adoptada por el TSJ se convierte en corolario de los sucesos iniciados el 11 de abril. Salvo que la tragedia inicial se degeneró, como es de costumbre en Venezuela, en una farsa, siendo el ápice la queridísma fórmula “Aquí no ha pasado nada”. El voto del TSJ es, pues, el acmé de la enfermedad que padece el país y a la cual contribuyen de buena voluntad todos los actores : un Presidente que con su incompetencia, autoritarismo y vulgaridad declarados raya le demencia; un Gobierno títere y amorfo; un Parlamento que dista de un circo solamente por la pésima calidad del programa que ofrece al público; una oposición ecléctica y enclenque que no desprecia medio alguno para conseguir sus fines incluso a precio de vidas humanas; un Poder Judicial que de justicia perdió todo y sólo sirve de lacayo al Poder de uno u otro lado; unos medios de comunicación divididos en dos bandos con el subsiguiente sacrificio de su obligación más preciada – informar con ojetividad; un Ejército que padece de amnesia cuando se trata de recordar que su neutralidad ante el poder politico está establecida por la Constitución, y una población que con un masoquismo digno de envidia se debate entre la condición de víctima y victimario.

Si el 11 de abril no hubo rebelión militar, ¿qué sucedió, entonces? ¿Dónde están las diferencias entre el 11 septiembre de 1973 en Chile y el 11 de abril del 2002 en Venezuela? ¿Cómo se puede catalogar el hecho cuando las tropas de Fuerte Tiuna salen a custodiar sus aledaños, despliegan tanquetas en la entrada y cortan la autopista regional del sur, aislando a Caracas por uno de sus ejes? ¿Cómo hay que caracterizar la situación cuando el generalato del Ejército se rebela contra el «atropello» cometido por Chávez contra los civiles, las FFAA se declaran “en rebeldía” y retienen al Presidente después de que el Ministro de Defensa (!) anuncia que el mandatario firmó su renuncia? ¿Cómo se define, al fin y al cabo, cualquier participación del Ejército en el cambio político de un país? Cualquier demócrata convencido (convencido en su corazón y no sólo sobre el papel y en sus alocuciones públicas) dirá sin titubear que una acción semejante supone una intervención y por ende un golpe o una tentativa de un golpe de Estrado. La Resolución de la Asamblea General de la OEA, aprobada el 18 de abril del año en curso, expresa su “satisfacción por el reestablecimiento del orden constitucional (…) en la República Bolivariana de Venezuela”. Es obvio, que “restablecer el oden constitucional” sólo se puede cuando éste ha sido quebrantado. Como escribió el enviado especial de “El País” en Caracas, citando a un observador extranjero, «tecnicismos legales aparte, hubo una rebelión, insubordinación o golpe de Estado. Es como calificar a las arrugas líneas de expresión”.

La decisión del TSJ ofrece un servicio nefasto para el país. En primer lugar, porque constituye un precedente permisivo para otra actuación de esta índole. Los militares, envalentonados por el fallo, pueden servirse en el futuro de este vació generado por el pronunciamento del Tribunal para derrocar a cualquier otro Presidente, sin importar su color o ideología. En segundo, porque ofrece las mejores cartas para el actual Gobierno de arremeter otra vez contra el Poder Judicial esgrimiendo la tesis de la “parcialidad” y “servilismo”, justificados, lamentablemente, en este caso. Y, en tercero, porque solidifica una vez más la hipocresía tan arraigada en las élites del país. La hipocresía que tuve ocasión de presenciar en otoño de 1999 en la Residencia oficial del Gobierno alemán ubicada en Petersberg, en las cercanías de Bonn. Hugo Chávez, de visita en la RFA en aquel momento, se reunió en la Residencia con los miembros de la Embajada venezolana y los invitados. Uniformes militares se mezclaban con los elegantes trajes de los funcionarios de PDVSA que llegaron desde Holanda. En las conversaciones privadas pocos ocultaban su desprecio hacia el “indiecito niche”, pero al final, cuando Chávez, entonó la canción de Alí Primera, todo los presentes se sumaron al coro con una vehemencia digna de asombro. “El valor de un Estrado es, a fin de cuentas, el de los individuos que lo componen”, sentenció John Stuart Mill. Le decisión del TSJ es, a fin de cuentas, la representación del estado del Estado Venezolano.

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