Opinión Nacional

El gran por qué

Me he tomado algunos días postelectorales, para que la arremetida pasional no sea la generadora del impulso de la escritura. Esto con la intención de tratar de digerir una vez más esta nueva derrota; y digo derrota, porque hasta que ese vocablo no sea parte de nuestra literatura emocional, estaremos perennemente condenados a repetir y repetir fórmulas que darán el mismo resultado.

Queridos lectores, si el plano ilusorio de la desconexión sigue siendo la fantasía que nos arrastra a cada evento electoral, la tan reiterada fecha de 2021 se nos quedará corta para poder instaurar un cambio de trascendencia real.

Los días previos a las elecciones fueron una copia exacta de un retrato vivido en estos últimos 14 años, con los mismos analistas que excitan nuestra ciega conciencia porque nos relatan la historia fantástica de que esta vez sí lo lograremos con amplia mayoría. Luego aparecen los expertos, esos que abundan y que a través de las ciencias numéricas hacen sus pronósticos, suman, restan, dividen, multiplican, hasta lograr, después de hacer acrobacias matemáticas, exponer como resultado el hecho de que nuestra victoria será irremediable. A esta receta le sumamos los medios de comunicación, nuestro canal preferido, que sin duda tiene el coraje firme de plantarse frente a la realidad espeluznante en que vivimos, pero aunque nos cueste una vez más admitirlo, solo lo vemos nosotros. Por último tenemos a nuestro círculo cerrado de amistades, el mismo que hace del domingo electoral la parrillita, los traguitos y que con ánimo festivo, empiezan a celebrar desde la mañana, con las cadenas de encuestas que llega a través de los teléfonos móviles de última generación.

Bajo este pretexto narrado, que divulga nuestra conducta evasiva de siempre argumentar nuestro fracaso, lanzando la pelota al equipo contrario, hemos ido construyendo nuestra propia fosa profunda; no hay duda de que el ventajismo oficial es grosero y descarado, pero estoy convencido de que más allá de esta maquinaria poderosa, que además sabe utilizar bajo un plan certero, hay algo mucho más vinculante de ese gran por qué fallamos nuevamente, y ese elemento está en nosotros mismos, sí, en nuestra propia conducta adolescente que siempre se impone en esta lucha.

Amigos venezolanos, esta batalla, es una guerra contra un régimen ideológico cierto, firme y muy bien estructurado, no podemos seguir soñando en que la carrera será corta, leamos historia, nutramos nuestra conducta en la experiencia de pueblos que han pasado por situaciones similares, y se darán cuenta, de que les costó sudor, sangre, vida y sobre todo mucho dolor.

Este pueblo es un drama y nuestro camino tiene que ser con firmeza, pero en luto activo, entendiendo que no será fácil, que habrá mucho por recorrer aún, pero bajo la fuerza del dolor transformador que es el único que nos puede salvar, lo demás son anécdotas y frases de campañas electorales de laboratorio, que sin duda son extraordinarias para países de avanzada, de democracia cierta, pero nosotros estamos muy lejos de ese escenario. Amigos opositores, el pueblo no quiere futuro, ese discurso carece de posibilidad de asentarse en el alma de la gente, el pueblo quiere presente, pero más aún, requiere de la conmoción y conexión con su líder, necesita ser tocado, ser escuchado, ser incluso reflejo inequívoco de quien los dirige.

Es por esta razón, que el régimen sigue siendo cautivador y astuto en su proceder.

Asumir responsabilidades propias, es un acto de coraje muy complejo, pero es la única oportunidad de transformarnos, el gran fraude vive en nosotros mismos, por la sencilla razón, de que aún no reconocemos que en nuestra parte más sombría y tenebrosa, la cual todos tenemos pero nos negamos a admitir, vive un pequeño autoritario, vivo y déspota, que termina haciendo lo que sus propios interesen le dictan.

Es muy duro admitirlo, pero solo cuando aceptemos lo que somos y veamos con valor, que existe otra Venezuela, que aún es mayoría, es que realmente podremos empezar un camino con pasos de madurez para lograr cambiar el rumbo de nuestra historia, mientras tanto seguiremos bajo la anestesia colectiva, que nos arrastra a un territorio sin sentido.

Asumamos como adultos nuestros fracasos y hagamos de ellos un puente que sirva de lazo para calar en el alma popular mayoritaria. Cambiemos de una buena vez este gran POR QUÉ, de nuestros continuos fracasos por un gran Para Qué, que nos lleve a la revelación de una lección aprendida que sí podrá llevarnos a un verdadero triunfo patrio.

 

 “Las multitudes siempre se alimentan de epidemias psíquicas.»

 Carl Gustav Jung

JONATHAN HUMPIERRES (JUAN DIEGO)

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