Opinión Nacional

El imperio del vicio

…o la misma piedra, dos veces. Así he debido titular este artículo. Asumiendo la escasa originalidad en su construcción; pero atribuyéndole al encabezado cierta eficiencia al momento de graficar lo que a continuación les detallo.

Se trata de un evento menor de la política regional. Un hecho que no cruzaría las fronteras del Cafetín de la esquina ni perturbaría la conversación de sus asiduos comensales, salvo por la carga de vileza que lo signa; un hecho “normal” a los ojos de la infamia con la que gusta mirar la política en Venezuela, pero de una luz cegadora para quienes la memoria no les resulta un estorbo y la convierten en herramienta de respuesta al ya antiguo contencioso del porqué estos lodos no son más que el resultado de aquéllas lluvias.

Se sabe que buena parte del drama que vive el venezolano del presente encuentra su lógica explicación en el fracaso de los partidos políticos a la hora de afrontar retos inaplazables de la sociedad venezolana. Me refiero al desempleo, la construcción de una economía sana, la seguridad de una educación para la vida y el ser ciudadano, la obtención de un servicio de salud eficiente, la certeza de una administración de justicia transparente, y el nada despreciable problema de la vivienda, entre los otros clamores del día a día nacional.

Pero ese no es el tema de este artículo. Dije que se trataba de un asunto menor de la política domestica en el estado Bolívar, que se extrapola a lo nacional sólo porque habla de una practica que uno insiste en pensar erradicada de la vida de los partidos. Lamentablemente no es así. La dirigencia nacional insiste en la torpeza, y de esto no se salva casi nadie. En todo caso, todos pagan juntos por pecadores.

Mi historia, para aterrizar, se desarrolla en Upata e involucra a Primero Justicia como organización emergente en el escenario político nacional. Este partido inició su trabajo en la capital del municipio Piar, apenas en el mes de enero del año 2002. Lo hizo de manos de un grupo de jóvenes que empezó a caminar calles, a compartir con la gente, y a servir de puente para implementar las políticas diseñadas por la Dirección Nacional.

La ventaja de pertenecer a un partido al que todavía no se le nota los lunares, les creaba a estos jóvenes una aureola de simpatía que contagiaba a su paso. La ventaja de vivir en un pueblo los hacia notar más de lo común. Estaban en todo; recogían firmas, marchaban en grupos, vociferaban consignas, y establecían alianzas.

Y es precisamente en esta última práctica donde los encuentra la “muerte” política. Ingenuos – en política este defecto es una sentencia y una guillotina – se dieron a los “consejos” de unos señores que ven en la oportunidad el oportunismo. El resultado no podía ser otro. Una patada los mandó con sus sueños a otra parte. Tan dura fue la coz que de seguro no vuelven a soñar en sus vidas. Creyeron que la política era una paleta de miel, y se enteraron que el hierro, por frío y duro, es el metal que le da forma.

En esta historia, poco importa que los personajes se llamen Carlos, José, o Freddy. Sus nombres, bien podrían ser los de Juan, Antonio, o Ramón; y el resultado sería el mismo. Fueron unos muchachos molidos por el imperio del vicio que destruyó a los partidos políticos del siglo pasado. No supieron ver el tejido de la araña, y cayeron en su red.

Ahora, qué me mueve a ocuparme de un tema que no pasa de ser un chisme. Les confieso que lo hago porque me gustaría saber cómo reacciona gente como Julio Borges ante semejante emboscada. ¿Será, acaso, que Primero Justicisa no hace distingos morales y se hace “vulnerable” a las artimañas de los zamuros de la política? Especialmente lo hago porque no deja de asombrarme la capacidad de maniobra de quienes tanto daño le han hecho al oficio del ser político. Y, porque en verdad a uno le gustaría creer que los líderes de la actualidad, sobre manera los que se dicen curados de la vieja manera de hacer política, le son fieles a sus consignas.

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