Opinión Nacional

El interesante 2011

2011 será un año en el cual el necesario aumento de la producción nacional, el ordenamiento de la economía y sus actuales desequilibrios, el restablecimiento de la confianza para que reaparezca la inversión, la diversificación de las exportaciones para depender menos de la caprichosa renta petrolera, así como el desarrollo de familias e individuos en cuanto a sus capacidades productivas para que cada vez dependan menos de este o de cualquier otro gobierno, serán requisitos pospuestos por el obcecado intento gubernamental de llevarnos a un socialismo que nadie entiende, pocos creen y cada vez menos respaldan.

Nadie puede decir que no vivimos en un país interesante. Lástima que desearle a una persona o a un país «cosas interesantes» es una maldición china, si no me han informado mal.

Efectivamente, para un país que aspira a vivir dentro de los patrones modernos y de progreso que ha prometido la cultura occidental y que los venezolanos hemos abrazado (y comprado) con fuerza, vivir bajo el signo del sobresalto y la incertidumbre no es ni una buena noticia ni el augurio de que los problemas serán resueltos y las necesidades satisfechas.

Es probable que, aun cuando todos sabemos lo anterior, la lógica improvisada y de ensayo y error que ha tenido lugar en los últimos años se haya podido ocultar no sólo con el abundante ingreso petrolero del pasado, sino con buena parte de la inercia institucional de lo que teníamos en el pasado y sus resultados, los cuales, aunque menguantes, demostraron ser más eficaces que los procedimientos actuales.

En la medida en que avanzamos hacia la nada, o hacia lo fracasado, y se carece de los atenuadores del pasado, pues, va quedando más en evidencia que una cosa son las promesas y otra muy distinta son las realidades.

Pongamos por ejemplo el programa educativo alternativo que tanto ha publicitado y que tan escaso resultado ha dado.

Luego de más de seis años de inauguradas las misiones sociales, no existe una sola área donde más allá de la propaganda gubernamental se haya logrado algo. Por ejemplo, no es cierto que los excluidos de la educación media repotenciaron sus capacidades hasta llegar, como decía una vieja propaganda de valla, a ser una administradora de empresa cuando antes se era un ama de casa.

Muy por el contrario, los déficits de atención siguen siendo tan ominosos como en el pasado. La mayoría de nuestros jóvenes no sólo siguen sin terminar el bachillerato, sino que a los que lo terminan no se les ofrece ninguna otra oportunidad que la universidad y su cada vez más costosa oportunidad para familias y jóvenes llenos de necesidades y para los cuales opciones intermedias lucirían más atractivas y provechosas.

Lo mismo podríamos decir de toda una serie de supuestos avances sociales que no fueron el resultado sino de la tradicional distribución de un ingreso petrolero que llegó a ser en el presente lo que no fue sino treinta años atrás.

Así, pues, lo que se vendió como un logro de política gubernamental fue más bien el simple aumento del consumo de la población, el cual, en la medida en que se ha reducido, pues, los supuestos milagros de las misiones sociales también se han difuminado.

El próximo año, en el mejor de los casos, será un año de crecimiento cero, pero de alta inflación, empleo precario y crisis de abastecimiento de muchos de los servicios públicos y sociales que hacen la diferencia, no sólo entre ser o no pobre, sino entre tener la oportunidad de acceder al progreso y al bienestar o no tenerlo.

2011 será un año en el cual el necesario aumento de la producción nacional, el ordenamiento de la economía y sus actuales desequilibrios, el restablecimiento de la confianza para que reaparezca la inversión, la diversificación de las exportaciones para depender menos de la caprichosa renta petrolera, así como el desarrollo de familias e individuos en cuanto a sus capacidades productivas para que cada vez dependan menos de este o de cualquier otro gobierno, serán requisitos pospuestos por el obcecado intento gubernamental de llevarnos a un socialismo que nadie entiende, pocos creen y cada vez menos respaldan.

De lo que no nos vamos a salvar es de una profusa agitación política que puede que nos recuerde los conflictos de 2002.

Aunque quizás sin los errores y exageraciones que dieron oxigeno a un gobierno que debió terminar luego de su primer período y de que el país asimilara la ración de populismo, camino que seguiremos transitando en este año que está por comenzar.

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