Opinión Nacional

El Ladrón de la Esperanza

El pueblo, al elegir a un mandatario, coloca sus esperanzas en que éste, su empleado y servidor, les resuelva las cosas más elementales: empleo, salud, educación, seguridad y poder adquisitivo. Desafortunadamente, el actual presidente ha superado a todos los anteriores, en los cuarenta y cuatro años de democracia, en frustar estas esperanzas.

¿Qué razones existen para hacer tal afirmación? Primero debe reconocerse, que no ha habido en toda nuestra historia republicana, gobernante que haya concentrado, en su persona, más poder que el actual presidente. Al ejercer control sobre la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo, el Fiscal General, el Contralor y el Consejo Nacional Electoral, el Ejecutivo cercena la necesaria autonomía de poderes, principio básico del sistema democrático.

Pero adicionalmente, el presidente, en tres años que lleva en el poder, ha querido imponer inconstitucionalmente, un modelo de revolución, para lo cual no fue electo y se ha esforzado, por suerte, con escaso éxito, en sembrar la confrontación y la desunión entre los venezolanos. Ha olvidado su papel de Jefe de Estado, ha aprobado leyes de manera inconsulta y ha sido sordo, al clamor de los más preparados, en su sincero deseo de aportar ideas y participar en la definición y conducción de un destino nacional.

Los servicios públicos, los programas sociales y la seguridad ciudadana han empeorado a niveles insospechados, llevados por la ineptitud y la corrupción. El importante proceso descentralizador, ha sido detenido en perjuicio de las instancias gubernamentales más idóneas para resolver los problemas que aquejan a las grandes mayorías.

La malversación y el peculado de recursos, que son de todos los venezolanos, son prácticas comunes, para beneficiar al oficialismo y su séquito de acólitos. Se hace indebido uso de la Radio Nacional y de VTV y se abusa de las cadenas televisivas, incluso para asuntos triviales y personales.

Se incumple con los trabajadores en sus legítimas aspiraciones, se agrede a periodistas y a medios, se ofende a empresarios y sacerdotes y se intenta amedrentar a los que manifiestan públicamente su descontento.

Se irrespetan las leyes y reglamentos de las FAN. Se intenta utilizarlas en función política, poniendo en riesgo su operatividad para resguardar la soberanía nacional y la defensa territorial. Se usan las instalaciones, el uniforme y los símbolos patrios con fines proselitistas.

Las relaciones internacionales se llevan de manera irresponsable, poniendo en peligro la convivencia con el mundo libre y democrático, mientras se favorece a regímenes oprobiosos y a organizaciones terroristas.

Frente a este cúmulo de atropellos, cometidos en nombre de una legitimidad cuestionada y una popularidad mermada, el presidente se ha hecho merecedor del calificativo: ladrón de la esperanza, pues tiene criminalmente paralizado al país, mientras una mayoría le pide, que rectifique o renuncie.

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