Opinión Nacional

El legado de Alejandro Armas

En la tesonera y valerosa lucha que el pueblo venezolano viene librando para revocar el intento autocrático que amenaza con liquidar la esencia de la vida en democracia y libertad en nuestro país, sobresale la extraordinaria contribución de Alejandro Armas, uno de los líderes fundamentales de la oposición al régimen de Chávez. Este hombre, de amplia y demostrada vocación a favor del pluralismo, la paz y la solidaridad, acaba de despedirse de nosotros.

Empero, su ausencia no será en vano. Deja múltiples testimonios de su probada profesión de fe política, caracterizada por un acendrado espíritu de tolerancia, entendimiento y diálogo constructivo en pos de la apertura de nuevos y mejores elementos que sirvan para eliminar todo intento de discriminación y fraccionamiento en la familia venezolana; no en balde luchó con denodado empeño al enfrentarse a los sectores más recalcitrantes y retrógrados de la sociedad, en especial los partidarios del oficialismo quienes, obedientes y sumisos a la voz del gamonal, solo procuran la división entre los venezolanos. Por ello, si bien en un principio apoyó el planteamiento político del actual gobernante, creyendo –como muchos- que había llegado la hora de echar adelante un programa serio de transformación nacional, muy pronto advirtió la magnitud del fraude, la dimensión de la “gran estafa” con la que se intenta someter al pueblo venezolano; por ello, en decisión histórica (y de hondo sentido nacionalista y genuinamente patriótico), en gesto que lo enalteció de modo elocuente, se solidarizó con todos aquellos que enarbolaron la causa que propugnaba y propugna una rectificación oportuna frente a la serie de atropellos, desmanes y desafueros no sólo contra los elementales Derechos Humanos sino contra la creciente ola de corrupción y demagogia de los falsos “revolucionarios”, quienes se han venido burlando de las esperanzas que un pueblo –en mala hora- puso en manos de aquellos, hoy conocidos como partidarios de populismo salvaje.

En su prédica a favor del diálogo entre los distintos sectores de la vida nacional, con el sólo propósito de buscar una salida democrática, constitucional y pacífica a la aguda crisis que afecta la Nación en todos sus componentes, Alejandro Armas –en claro sentido de coherencia entre su pensamiento y acción política- no vaciló en poner énfasis en una diáfana orientación ética, pues entendió que la virtud, la honradez y la probidad son los elementos claves de toda actuación política. Por ello, no rehusó demostrar amplia solidaridad con los postulados cristianos del amor, la caridad y la cooperación para lograr mejores condiciones de existencia en la comunidad nacional. Si bien, en otro tiempo colaboró con alguna posición política adversa a tales criterios, bien pronto fue decantando su posición de fe política a favor de una lucha más consciente en pro de la Justicia Social y el Bien Común, por ello encaminó su trabajo profesional como Abogado, su labor como parlamentario, su actitud como funcionario público, su tarea como conductor social y, en general, su actuación como hombre público, en función de una posición mucho más exigente, esto es, en contra de los signos exclusivistas, sectarios y de confrontación civil que desde las alturas del poder ha sido preconizada –en los últimos tiempos-; y, en consecuencia, Alejandro Armas enfiló su labor como dirigente político, en sentido amplio, a favor de la libertad, la democracia y la paz. En otros términos, frente al lenguaje y actitud propugnada por los violentos al frente del poder político, esto es, frente a los que –debido a su concepción autoritaria del poder- desconocen el verdadero sentido del diálogo y la libre confrontación de ideas en un clima de libertad y democracia, se eleva el pensamiento y actuación de hombres como Alejandro Armas, quienes desde su tribuna política consideran la política como un servicio que debe ser prestado con espíritu humanista y solidario.

En este orden de ideas, se inscribe el legado de Alejandro Armas, un hombre que a tiempo advirtió la naturaleza excluyente, despótica, arbitraria y primitiva de un esquema de gobierno que nos ha retrotraído al siglo XIX y a las prédicas de planteamientos políticos anacrónicos e inviables. Un dirigente político que ya en junio de 1999, en la sede del Ateneo de Caracas, en la oportunidad de realizarse el Taller Internacional sobre Democracia, Constituyente y Cultura, nos enseñó que era conveniente y oportuno hacerse eco de “…la necesidad de abrir nuevas vías a la participación… que aparecen como alternativa a las prácticas político-electorales tradicionales, probadamente ineficientes para promover fórmulas idóneas para superar una crisis que afecta de manera integral la sociedad venezolana”. Precisamente, en función de poner en práctica esas “nuevas vías a la participación” y en cabal cumplimiento de un precepto de rango constitucional se avocó a luchar para hacer real y efectiva la posibilidad de revocar el mandato no sólo de un gobernante cuya gestión ha quedado harto demostrada como desastrosa y reflejo de la más evidente ineptitud y fracaso, sino para abrir un camino de esperanza y superar esa grave crisis nacional.

Por ello, Alejandro Armas creyó en la vocación democrática del pueblo, creyó en el espíritu institucional de la Fuerza Armada Nacional, en su compromiso para garantizar la soberanía e integridad de la Nación y en las grandes potencialidades del país para mejorar su capacidad productiva, generar empleo, superar la marginalidad, frenar la inflación, atacar de modo más efectivo a la delincuencia desatada y proporcionar mejores condiciones para garantizar la vida democrática. De ahí su tenaz empeño en la lucha librada por la Coordinadora Democrática en el seno de la Mesa de Negociación y Acuerdos para lograr, con base en el documento suscrito el 29 de mayo de 2003, la celebración del Referéndum Revocatorio presidencial convocado para el próximo 15 de agosto. Lucha en la que Alejandro Armas fue puntal frente a “…un gobierno que se ha empeñado, de la manera más absurda, en cerrar la vía pacífica y democrática que el país ha puesto sobre la mesa para abrir una salida electoral digna y respetable”, tal como él mismo lo expresara el 19-11-2002 en el programa “Entrevista del Noticiero” conducido por la periodista Marta Colomina en la estación Televen.

Y ahora, ante la partida definitiva de este ilustre dirigente cívico, al bravo pueblo venezolano no le queda otra alternativa sino meditar sobre el significado y proyección de su mensaje, extraer de él la lección más adecuada y conveniente para continuar la jornada contra el empeño autoritario y enfrentar a quienes aún pretenden enarbolar las banderas del engaño y sembrar la discordia entre la familia venezolana: Alejandro Armas, hasta el último instante de su existencia, fue un convencido de la aptitud democrática del pueblo venezolano, de sus potencialidades y de su empeño para reconstruir la patria y enrumbarla por senderos más sólidos y firmes a favor de la paz y la libertad.

Alejandro Armas, sabedor de los desesperados intentos -que aún en estos últimos días- hace el régimen para tratar de mantener su desafío en contra de la clara y evidente expresión de la voluntad popular, nos dejó un extraordinario legado; la lucha no debe desmayar. Para él no había duda en relación con la victoria del SÍ el próximo 15 de agosto. Por ello, no vaciló en sentenciar: «Por encima del fraude, por encima del desaliento, está el compromiso, la consistencia y la fuerza moral que está levantada en Venezuela», tal como lo expresó en una de sus últimas declaraciones públicas.

*Abogado, Politólogo y Profesor universitario
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