Opinión Nacional

El mandato popular

El panorama político para Hugo Chávez luce muy complicado, a pesar de la arenga que el general Raúl Baduel pronunció ante los “Guerreros de la Vega”. La marcha del 10 de octubre colocó en la calle a un pueblo que demostró no estar dispuesto a aceptar de manera sumisa los desvaríos del Teniente Coronel. Esa inmensa movilización, sumada al desplante que le hizo al Secretario General de la OEA, César Gaviria, al pronunciamiento de los cancilleres de la Comunidad Andina de Naciones, en el que llaman la atención sobre la delicada situación política venezolana, y a la demanda de Otto Reich para que se desarme a los círculos violentos financiados por Chávez, colocan al Comandante en una situación muy comprometida en el plano internacional, escenario en el que había logrado una cómoda posición luego del 11 de abril. Ya pasaron aquellos días en los que la comunidad internacional, por incauta, creía que la “ultraderecha fascista” había dado un golpe contra un gobierno democrático legítimamente constituido. El viejo golpista, ahora jefe de Estado con pretensiones autocráticas, se ha ido quitando la careta. Más allá de la simple apariencia, para nada le interesa la democracia. Sólo le importa utilizarla como señuelo para engañar desprevenidos.

El gran problema que tiene ante sí la oposición es cómo enfrentar a un déspota, barnizado de demócrata, con los instrumentos que proporciona el sistema democrático; cómo resolver pacífica e institucionalmente la gravísima crisis política del país, con un mandatario que no cree en las instituciones ni en la convivencia pacífica. Esta paradoja conduce a mucha gente, desesperada con razón por el clima de incertidumbre que predomina en el país, a plantear propuestas díscolas: huelga general indefinida, golpe de Estado, insubordinación y rebeldía generalizada. Fernando de la Rúa, Presidente electo por un sólido sector del electorado argentino, renunció atizado por movilizaciones mucho menores que las organizadas aquí en Venezuela por la disidencia frente a Chávez desde el 10 de diciembre del año pasado. Sin embargo, el jefe del MVR, ante los millones de personas que exigen su salida, se mantiene imperturbable. Su respuesta se afinca en la provocación, la sorna y el desprecio. Ahora la agarró por declarar que su período constitucional comenzó el 14 de abril de 2002, no el 19 de agosto de 2000. Ese chiste retador y de mal gusto, como ocurre en personalidades como la suya, puede que intente convertirlo en realidad. Para eso cuenta con incondicionales en la Asamblea Nacional y en el TSJ.

A pesar de las dificultades que significa enfrentar a un megalómano obsesionado por el poder, el cerco se está cerrando en torno al Presidente. Cada vez son más y más fuertes los mecanismos que presionan para que acepte una salida pacífica e institucional que permita superar la profunda fractura que divide a los venezolanos. En manos de Hugo Chávez está la posibilidad de superar este conflicto en un plazo breve. El referéndum consultivo, contemplado en el artículo 71 de la Constitución, es la salida expedita. La menos compleja y traumática de las que plantea la Carta Fundamental. Esa consulta puede ser convocada por iniciativa del Presidente de la República en Consejo de Ministros. A través de este instrumento se auscultaría la opinión de la gente acerca de si desea o no que Chávez continúe como Presidente. Cualquiera sea el resultado de esa exploración las partes en conflicto, gobierno y oposición, tendrían que comprometerse a aceptarla.

La realización del referéndum consultivo se ha transformado en un mandato popular. Las marchas y jornadas cívicas de protesta en todo el territorio nacional representan un alegato de la mayoría del país para que Chávez salga de la Presidencia. Ignorar el mensaje que con toda claridad transmite la gente es en extremo peligroso. Hasta ahora las protestas se han caracterizado por su contenido participativo y cívico. Esas inmensas concentraciones no han producido ningún hecho de violencia. La pasión se ha mantenido dentro del marco que impone la resolución civilizada de los conflictos. Sin embargo, la paciencia de la gente tiene un límite. Un mandatario no puede retar continuamente a una sociedad, confiando en que la gente aceptará de manera pasiva que se le agreda y se le ignore. Los venezolanos estamos pidiendo, mediante los mecanismos que contempla la Constitución, que se nos escuche. La Carta del 99 habla de democracia participativa y protagónica, y eso es precisamente lo que está haciendo el pueblo en la calle: participar en la protesta y protagonizar los reclamos por un cambio de rumbo. Los ciudadanos no han delegado en ningún sector o grupo en particular esa responsabilidad. Pero, Chávez se niega a entrar en sintonía con esa demanda. Por el contrario se afinca en el autoritarismo, el desprecio por la disidencia y las pretensiones de someter las instituciones del Estado, especialmente las FAN, a su visión personalista del poder.

Si las soluciones institucionales no se activan, queda el recurso de la rebelión. La aplicación del 350. Entrar en este terreno sinuoso es peligroso, pues el destino final es incierto. Chávez cree que transitar esta ruta es lo que más le conviene. Calcula que las FAN están incondicionalmente de su lado. El Ejército venezolano cuenta con una historia de casi cien años que no va a tirar por la borda porque a un delirante se le ocurra. Las FAN han demostrado que están y estarán siempre con la mayoría del pueblo.

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