Opinión Nacional

El mensaje de García

Tanto la entrevista del comandante, Joel Acosta Chirinos, con la periodista, Vanessa Davis, en el programa “Contragolpe” que transmitió Venezolana de Televisión el miércoles; como la alocución del día siguiente de Ismael García en el Gran Salón del Hotel Caracas Hilton con motivo de los 4 años del partido Podemos, podrían ser una  oportunidad   que ni pintada para que el presidente, Chávez, reflexione y se detenga ante el abismo hacia donde conduce a Venezuela desde mediados de diciembre pasado.

En primer lugar, porque no se trata de dos enemigos, oligarcas, neoliberales y contrarrevolucionarios que hayan dado demostraciones en ningún momento  de estar interesados en el derrocamiento del jefe de Estado; y en segundo, porque no siempre se tiene la suerte de contar con colaboradores con la suficiente honradez y valentía para decir lo que piensan independientemente de los perjuicios que les pueda significar.

Virtud esta última, tanto más escasa, cuanto que, según ha ido avanzando el control omnímodo del estado, el gobierno y la sociedad por parte de Chávez, el chavismo y su revolución no son otra cosa que un coro unísono de alabanzas y adulaciones que agota términos y vocablos del muy rico castellano y de la más rica aun  habla local.

Y no es que sea un fenómeno nuevo ni extraño en la historia republicana de un país que ya en el siglo antepasado vio estupefacto como   al general Antonio Guzmán Blanco se le ofrecía un culto no distinto al que se le tributaba a los monarcas españoles, sino que se esperaba que los revolucionarios de Chávez, bolivarianos y socialistas, igualitarios y marxistas rescataran “el derecho que tiene toda persona  a ser honrada, y a pensar y hablar sin hipocresía” según lo quería, José Martí.

Sobre todo teniendo aun frescas y sangrantes las heridas del culto a la personalidad que desde Stalin a Fidel Castro, es la marca de fábrica de la revolución que intercambia  libertad por bienestar, con sus hórridos campos de concentración, sus violaciones gigantescas de los derechos humanos, sus sentencias a prisión perpetua o muerte sin jueces independientes ni debido proceso y la prohibición por ley de que los ciudadanos piensen, se organicen y actúen como mejor les parezca.

Y al comienzo y fin de los cuales está el culto a la personalidad, el orden perverso que permite la reaparición del monarca absoluto de la Edad Media tardía, sin otra ley, poder o fuerza que no sea  su simple, ríspida e incontrariada voluntad.

Algo realmente espeluznante de conocer, vivir y sufrir, pero que emergió de entre los pliegues de la utopía que se presentó como la más igualitaria de la historia, pero que en cuanto  precede o sigue a la sociedad comunista como el día a la noche, resultó ser una estafa tan aberrante como las sociedades secretas basadas en el culto a Satán y la muerte.

De ahí que la semana pasada en la medida que fue, políticamente hablando, la entrevista de Joel Acosta Chirinos a la periodista, Vanesa Davis, y el discurso de Ismael García en el Gran Salón del Hotel  Caracas Hilton, es también, o la primera de una cadena de rebeliones que buscan  poner fin a la marcha de la revolución y su líder hacia la ruina, o la última oportunidad de que tanto el presidente, como sus seguidores, entiendan que la historia no tiene lugar para quienes pretenden adulterarla, maltratarla, reducirla y simplificarla.

Acosta Chirinos, por ejemplo, pareció representar la voz de sus compañeros de armas, los militares, sin duda que perplejos y desconcertados por la forma cómo Chávez les ha inventado una FAN nueva, de naturaleza, destino y fines totalmente ajenos a la historia, la tradición y a lo que prescribe la ley, y, sin que se les haya consultado, preguntado, pulsado, sin que discusiones, ni diálogos, ni intercambios fueran el origen de un ensayo que no puede definirse sino como una arbitrariedad sin parangón, ni precedentes.

Por eso Acosta Chirinos se refiere también a la turbulencia que reina en los cuarteles, a la inquietud y al descontento que ya van por una proliferación incontenible de volantes,  grafites y mitines relámpagos donde se llama a la rebelión, a desconocer la autoridad del jefe de Estado, a condenar la penetración de la FAN por agitadores y comisarios políticos y al clima de  disolución y disolvencia que es el principio de estallidos cuyas consecuencias es imposible calcular y prever.

Hay igualmente mucha corrupción en los cuarteles, grita Acosta Chirinos, un estado de cosas que permite que el peor consumismo, el más escandaloso nuevorriquismo, el más exacerbado tabaritismo se exhiba en estacionamientos, pasillos, y viviendas privadas y de guarnición, como intento perverso de que el auge de los precios del petróleo se traduzca en la maniobra de torcerle el brazo a los hombres de una institución que por fuerza debe ser austera, frugal y morigerada.

Con todos los ingredientes de lo que salpimenta la complicidad estamental, al estado de ánimo que condiciona “el dejar pasar, dejar hacer”, porque yo estoy bien, a mi me está yendo de maravilla y no tengo que estarme preocupando de los demás.

Situación, estado y tormenta que no llegan al presidente Chávez, o bien porque el coro de aduladores no permite oírlo, o porque sencillamente decidió echar la parada, pues en un país y un continente donde el realismo mágico es la única realidad, puede suceder hasta lo imposible.

En cuanto al mensaje de Ismael García, no es esencialmente distinto  al de Acosta Chirinos, si bien está más dirigido a llamar la atención de presidente en asuntos que atañen al ámbito de la sociedad civil y sus organizaciones.

Básicamente en el tema del partido único, punto de inflexión en la fisonomía de una alianza que se constituyó durante los últimos 8 años, fue uno de los logros más genuinos del proceso chavista y le permitió sortear obstáculos que de otra manera lo habrían abortado.

Y que se esperó, no desaparecería, sino que se consolidaría después de las elecciones del 3 de diciembre, como la vía más expedita para avanzar en una revolución multicolor, multifactorial  y pluripolar.

Pero no, Chávez tenía otros planes, que no eran otros que proceder a la instauración del régimen más concentracionario, más personalista y más autoritario de que tenga memoria la historia nacional, haciendo cosa de niños las dictaduras de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez y dándole luz verde a un sistema económico, político y social en cuyos antecedentes se encuentran los totalitarismos que ensangrentaron al siglo pasado.

Y con el complemento -tampoco original pero al parecer asumido sin complejos y hasta los extremos- del culto a la personalidad, como que ahora tenemos un caudillo, no por la gracia de la espada, un golpe de estado y los petrodólares, sino del dios de la historia y del dios Bolívar que decidieron apiadarse de Venezuela y los venezolanos y le enviaron un profeta que con su verbo viene a redimirnos y  limpiarnos de todos los pecados.

Un caudillo que no discute, no dialoga, no conversa, no oye, y anda por la vida como una carreta loca sin pausas ni atajos hacia el abismo.

Cada día más contaminado y penetrado por el morbo del poder ultrapersonalista que niega todos los otros poderes, los niega, los arrasa y los copa y solo se detiene a escuchar a los aduladores que en todos los tonos, notas, ritmos y canciones se le rinden en un espectáculo abominable y aborrecible por lo insensato, anticuado e inútil.

Pero ahí va el coro, ahí van los felicitadores de Pío Gil, los adulantes de Edecio La Riva Araujo y  los jalamecates de Alexis Márquez Rodríguez, ahora en una tarea tanto más vergonzosa cuanto que se hace a plena luz del día y para que la vea el mundo, pero sin que sea detalle que los limite, que los modere, como que su misión  no fuera otra que colmar aquel noveno círculo del Infierno que Dante reservó a los de su especie.

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