Opinión Nacional

El miedo al revocatorio

Este 23 de enero seguirá el desafío: Si no sirvo para nada ¿por qué no convocan un referendo y me sacan de la presidencia?

Y ante este reto, producto de su propia debilidad, la respuesta de ‘las oposiciones’ es el silencio. Nadie explica porqué se abstienen de preguntar al electorado si quiere o no que siga en el cargo el golpista-presidente (GP).

El régimen admite que cuenta con un escaso apoyo. Pero sabe, a la vez, que la llamada revolución se sustenta en una renta petrolera que tarifa contingentes de “militantes”.

Y hoy, ante la merma de apoyo popular y de los precios del petróleo, se intensifica la cartilla neoliberal. No para “corregir los desequilibrios macro-económicos y promover el desarrollo industrial” sino para obtener otros recursos para un mayor ejercicio del populismo dispuesto para la compra-venta de votos.

Y ante este plan ¿qué hacen ‘las oposiciones’? Cada grupúsculo sueña con su fracción parlamentaria y busca su cuota de poder legislativo.

Por una parte se califica al régimen de autoritario, totalitario, neofascista o dictatorial y por otra se llama a votar para conformar una nueva realidad. La contradicción es evidente: si aquí puede haber un cambio a partir de unas elecciones es porque existe una verdadera y profunda democracia.

Y en este contexto ¿por qué decirle no al revocatorio? El oficialismo vocifera que esta situación se debe a que esas ‘oposiciones’ están fraguando un nuevo golpe y que siguen desbocadas en una acción conspirativa a imagen y semejanza del 11A-02.

Marciano (José Vicente Rangel, VEA, 19/01/10, p.07) pregunta: “¿Qué va a hacer el Gobierno ante el golpe en marcha, con los voceros que ponen en la calle esa política? ¿Dejar que avance la conjura, la conspiración que no cesa, como sucedió hace siete años?” Una denuncia ya permanente.

Nadie con un mínimo de sensatez puede atribuir a estas ‘oposiciones’ capacidad para adelantar conspiración alguna.

Y el régimen lo sabe. Pero utiliza la acusación para preparar el terreno a dos posibles escenarios: un autogolpe que permita decretar un estado de emergencia, que lleve a la eliminación de la Asamblea y a otra constituyente para la elaboración de la Constitución de la República Marxista, Revolucionaria, Socialista, Zamorana y Bolivariana de Venezuela.

O, en caso de un estallido popular, señalar que forma parte de un golpe en marcha, y proceder con la doctrina de la revolución pacífica pero armada.

Esta estrategia está dirigida por quien ahora se declara marxista y comunista. El mismo que en 1998 (ABM, Habla el Cdte., p.396), señala que “dentro del marco del marxismo no está la solución para nuestra realidad”. Hoy trata de aplicar el programa del Manifiesto Comunista, pero manteniendo alejado al proletariado del poder para darle ese espacio a la corrupta burocracia.

Esto explica la paradoja de un proceso supuestamente revolucionario que avanza de la mano del neoliberalismo. El paquete de medidas, encabezado por la devaluación, sólo busca consolidar a la minoría que detenta el poder autoritario-totalitario-fascista, que ‘las oposiciones’ aspiran derrotar por la vía electoral.

Pero para el ‘proceso’ es fundamental hacerle creer al colectivo que lo defiende radicalmente. Por ello el plan de expropiaciones, tipo Éxito, que son más bien compras para aumentar los activos del Estado al servicio del populismo para negociar conciencias, con el propósito inmediato de ganar las elecciones en camino.

Por lo pronto, sólo tenemos una “revolución” para mantenernos en la miserable condición de ex-país, acompañada por el miedo de ‘las oposiciones’ al referendo y la denuncia oficialista de un tal golpe que no es pero que aparta la atención de los problemas esenciales y justificaría medidas extraordinarias en defensa del ‘proceso’.

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