Opinión Nacional

El miedo es libre

El miedo es libre- me dijo mi marido mientras probaba las alcayatas y ajustaba las cabuyas del chinchorro, estás en todo tu derecho, pero yo me voy a dormir.

Nos encontrábamos en Upata, a fines de 1958, a donde habíamos llegado en la tardecita desde Puerto Ordaz, que para esa fecha era todavía un gran campamento de la Orinoco Mining Company.

La noche anterior la habíamos pasado en el Gran Hotel Rasil, que de “gran” nada tenía, en San Félix, poblado bastante miserable del otro lado del Caroní, sucio, pobre y dejado de la mano de Dios, en gran contraste con la limpieza y el orden del campamento americano.

Foto: Juan Ruiz Correa

A Upata habíamos llegado por 48 kilómetros de mala carretera recorridos en más de dos horas buscando donde alojarnos y conseguimos colgar nuestros chinchorros en el corredor de la casa de una vieja nativa de Trinidad quien recibía caballeros de orden y buenas costumbres, y no aceptaba mujeres. Conmigo hizo una excepción, yo lucía una barriga de seis meses y la vieja se apiadó de mi condición.

Esa noche cenamos un “pelao” guayanés, delicioso arroz asopado con pollo que nos sirvió con todo cariño la señora quien aprovechó para decirle a mi marido que vista mi condición era obvio que él no necesitaba tomar tragos de babandí. Todos se rieron pero yo no entendí el chiste, luego mi marido me explicó que era un potente afrodisiaco famoso en Upata y en todo el estado Bolívar.

Pelao guayanés

No éramos los únicos huéspedes, a todo lo largo del corredor en forma de L que rodeaba un patio de tierra, lleno de matas y muy descuidado, se alineaban como diez chinchorros ocupados por mineros, camioneros y vendedores ambulantes, de paso hacia Ciudad Bolívar o en camino a las minas de oro del Callao.

Nos quedamos hasta tarde conversando con la Doña y con un médico que vino a saludar a mi marido, su antiguo profesor. La tertulia tenía lugar casi en plena calle frente a la pensión, sentados en cómodas mecedoras y entre tantas cosas  no podían faltar los cuentos de aparecidos y fantasmas, “el chivato”, “la llorona”, la “mujer sin cabeza”, el “carretero”…

Foto: Jean Pier

Terminada la tertulia y muerta de miedo le propuse al marido que durmiéramos los dos en la misma hamaca, lo cual no aceptó, alegando que se podían romper las cabuyas con tanto peso y por lo tanto no me quedó más remedio que sin desvestirme, meterme en mi chinchorro, encomendarme a Dios y al viejo revolver Colt cacha de nácar de mi suegro que yo había insistido en llevar y envuelta en el mosquitero y una liviana sábana, era mucho el calor, tratar de dormir.

—Hasta mañana-, me dijo mi marido, —esta es gente buena de trabajo, no tienes por qué tener tanto miedo-, y dándose vuelta en el chinchorro se quedó dormido.

Alguien apagó los mortecinos bombillos que entre telarañas trataban de iluminar el lugar y cerró el portón. GOOD NIGHT, y todos empezaron a roncar. Yo me dormía a ratos, pero  me despertaba sobresaltada, recordaba los cuentos de aparecidos que acababa de escuchar o las horrorosas historias de asesinatos y degollinas relatadas por Rómulo Gallegos en Canaima y pensaba cuál de mis vecinos sería el asesino que me abriría las entrañas.

Cuando al fin desperté ya eran como las seis de la mañana y mis vecinos de chinchorro habían partido a sus destinos, así que me dirigí al fondo del patio donde mi marido, que había dormido a pierna suelta toda la noche, me había indicado se encontraba el excusado, le faltó decirme que era  de hoyo.

Foto: Efrén Caldera

Después de desayunar unas crujientes empanadas de carne mechada y un guayoyo de café, continuamos viaje por otra carretera polvorienta rumbo a El Pao, queríamos conocer el cerro que llamaban El Florero, donde se inicio la minería del hierro en Venezuela a escala industrial.

…CONTINUARÁ…

 

San Antonio de Upata, pueblo de misión, fue fundado entre las cuencas de los ríos Orinoco y Cuyuní, el 7 de julio de 1762 por padres capuchinos catalanes. Emporio de riqueza por sus grandes hatos de ganado y sus extensos cultivos de algodón fue “la joya de la corona” de las misiones en Guayana hasta la liberación de esta provincia por las tropas del Manuel Piar en 1817 cuando toda esa riqueza fue utilizada para aperar las tropas con las que Simón Bolívar ganó la gloria. Upata fue la primera capital de la Guayana Independiente y su nombre “es un vocablo de origen indígena, probablemente de la etnia Kamaracoto, que en español podría traducirse como ‘rosa de la montaña’ o ‘rosa del bosque’.” http://es.wikipedia.org/wiki/Upata

 

PELAO GUAYANÉS
Receta de la Sra. Marina Godoy de Murati CIUDAD BOLÍVAR
Cortesía de Beatrice Rangel

  • 1 gallina
  • 1 cucharada sopera de salsa inglesa
  • 1 cucharada de aceite de oliva
  • 9 tazas de agua
  • 4 cebollas grandes
  • 6 dientes de ajo, 10 si son de poco tamaño
  • 1 pimentón grande
  • ½ kg ajíes dulces
  • 1 zanahoria
  • 2 tallos de cebollín
  • 2 ajoporros
  • 2 manojos de cilantro
  • 1 ramito de compuesto
  • 2 tomates sin piel ni semilla
  • 2 cucharadas de aceite con onoto
  • 3 tazas de arroz
  • 1 puñado grande de aceitunas rellenas
  • 1 puñado no tan grande de alcaparras pequeñas
  • 1 cucharita de curry o de garam masala
  • 1 cucharada de puré de tomate
  • 1 latica chiquita de petit-pois
  • Sal y pimienta negra recién molida, al gusto

 

PREPARACIÓN
El día anterior se adoba la gallina, untándola con la mitad de los dientes de ajo machacados en un poco de sal, la cucharada de aceite de oliva y 4 cucharadas de salsa inglesa. Se deja en la nevera por lo menos cuatro horas en este adobo. Se saca la gallina del adobo y se escurre, guardando el unto. En un caldero grande con un poquito del aceite con onoto se sofrita la gallina hasta que se dore. Se retira del fuego, se saca la gallina del caldero y se reserva el caldero con el aceite.

Preparación del caldo
En una olla grande se ponen las 9 tazas de agua fría, el ramito de compuesto y uno de cilantro, una cebolla, el tallo blanco de un ajoporro, la zanahoria pelada y cortada por la mitad, medio pimentón y la gallina entera. Se lleva a un hervor a fuego alto, se le baja el fuego y se deja cocinar por dos horas o hasta que el caldo esté listo.
Se saca la gallina de la olla. Al estar fría se desmecha, cuidando de que las hebras no queden muy finas. Se reserva
Se deja enfriar el caldo y se cuela. Se devuelve a la olla y se reserva. Se revisa la sal.

Preparación del sofrito
Poniendo un poquito de sal en el mortero se machacan los dientes de ajo, se pican por separado muy finamente las cebollas, el pimentón, el medio kilo de ají dulce, los tallos del cebollín y del otro ajoporro y los tomates a los que previamente se le han sacado la piel y las semillas.
Se regresa el caldero al fuego y cuando el aceite esté caliente, cuidado que no ahúme, se van sofritando poco a poco en el orden en que se picaron los ingredientes, al estar sofritos se les echa el unto de la gallina y se les da una última pasada.

TOQUE FINAL
En el caldo previamente colado se echan las 3 tazas de arroz que no se ha lavado, el sofrito y se añaden las aceitunas rellenas, las alcaparras, la cucharita de curry o de garam masala (si se quiere más picante se añade más curry), la cucharada de puré de tomate y la pimienta negra recién molida, se revuelve todo muy bien y se pone a fuego lento por 15 minutos.
Se saca el asopado de la olla, se pone en el platón en que se va a llevar a la mesa y se decora con los petitpois y el otro manojito de cilantro picado muy fino.
Hay que sentarse a la mesa de inmediato, el asopado se seca muy rápidamente y entonces les quedara como arroz con pollo.
Algunas cocineras le ponen al asopado papelón o panela.

OBSERVACIONES: Dicen que es más suculento si la gallina con la que se prepara es robada en una noche de luna en cuarto menguante. Al menos eso se pensaba hasta mediados del siglo pasado, cuando, en estas tierras, robar gallinas, más que un delito, era casi una tradición. Los tiempos cambiaron, pero el pelao se mantuvo, desde que llegó al puerto de Ciudad Bolívar hace más de 150 años. Eso gracias a los emigrantes trinitarios, quienes comparten la autoría de la receta con los hindúes. “Aquí, a veces, es usado como un plato para salir del paso -comenta Neptalí Itriago, quien trabaja como chef en Ciudad Bolívar desde hace 15 años -, no es algo que vas a conseguir en un restaurante gourmet, su esencia es más bien casera. A diferencia del arroz con pollo, el pelao lleva papelón, aceitunas, alcaparras y es como un asopao

 

FUENTES
Juan Alfredo Ruiz Correa. Upata del Yocoima (Venezuela)
Venezuela Iron. Life Magazine, September 20th, 1951. pag 88-99
Yovanis Páez. Cronista de El Pao. El Pao, yacimiento pionero. El desarrollo del yacimiento ferrifero de El Pao estado Bolívar, Venezuela. Blog 29 de diciembre de 2010

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