Opinión Nacional

El modelo político chavista

Hugo Chávez nos está dirigiendo, en medio de los chistecitos, los discursos atrabiliarios y los juegos de beisbol, hacia un régimen de dictadura personal militarizada (en el plano político), y de socialismo en el terreno económico. De allí que el voto NO en el venidero referéndum sea crucial y decisivo. He llegado a convencerme, muy a mi pesar, de que el Presidente de la República cree que los venezolanos somos medio imbéciles. Tal vez no le falta razón, pero en todo caso debería ser más discreto, al menos para guardar las apariencias. En efecto, qué pensar de una persona que un buen día, durante su reciente visita a la isla caribeña, afirma que «Cuba y Venezuela marchan juntas hacia el mismo mar de felicidad», y tres días más tarde —de vuelta en Caracas— asegura que aquéllos que sostienen que él desea establecer en nuestro país un sistema semejante al castrista «están locos»? Quiénes son los locos? Los venezolanos o Hugo Chávez? O acaso todos lo somos?Por unos meses, tal vez hasta el pasado mes de Septiembre u Octubre, millones de venezolanos estuvieron dispuestos a tragarse esas payasadas con relativo buen humor, fruto a su vez de la buena voluntad y esperanza que suscitaba la figura de Chávez. Tengo no obstante la impresión de que las cosas han empezado a cambiar, y que comienza a producirse un creciente rechazo hacia la demagogia presidencial y al obvio intento de engañar a todo el mundo todo el tiempo por parte del Jefe de Estado. Una combinación de factores, entre los que se cuentan la parodia constituyente, el adefesio que significa el proyecto de nueva Constitución, las imprudencias cometidas por Chávez durante su permanencia junto a Castro, y last but not least las caprichosas idas y venidas de un hombre que pareciera estar jugando con sus enormes responsabilidades, todo esto —repito— ha empezado a erosionar severamente la imagen de Chávez. Ello está ocurriendo, por los momentos, fundamentalmente en el seno de la clase media, de los sectores profesionales y juveniles de la nación. Sin embargo, la marcha del deterioro no se detiene allí, y comienza a alcanzar también a los sectoes populares, que observan con estupor la paralización de la economía, la pérdida de sus empleos y el acoso del hambre, en tanto que el Presidente se empeña en una incesante campaña política y se niega a gobernar para mejorar las condiciones de vida de la gente.Ahora bien, detrás de este circo, de la comedia que a diario escenifica el ex-Comandante para beneplácito de algunos y gradual perplejidad de muchos, se esconde lamentablemente una cuestión muy seria y trascendental para nuestro destino colectivo. Recuerdo que hace algunos meses, cuando aparecieron en la prensa nacional reportes acerca de la presencia en Venezuela (y su influencia sobre el Presidente) del sociólogo argentino Norberto Ceresole, no pocos rieron e hicieron mofa del asunto, como de poca monta y en el que no merecía la pena detenerse. Hoy, cuando ya podemos leer el proyecto de Constitución elaborado por la fatídica y servil Asamblea Constituyente, a la carrera y sin escrúpulos, es posible constatar que lo de Ceresole no era tema para chistes. Invito en tal sentido a los lectores a tomarse el trabajo de buscar y leer (en la Biblioteca virtual de Venezuela Analítica) el documento de Ceresole titulado «Caudillo, Ejército, Pueblo: El Modelo Venezolano o la Postdemocracia». Una vez realizada esta pesada pero imperativa tarea, pueden entonces los lectores indagar con mejores luces el farragoso texto de nuestra flamante nueva Constitución (a la que igualmente puede accederse en esa biblioteca virtual). Les aseguro que se sorprenderán al constatar, como yo pude hacerlo, las significativas y fundamentales coincidencias entre el «modelo» político propuesto por el anti-semita argentino, y el proyecto constitucional redactado según las especificaciones de Hugo Chávez.

En síntesis, el modelo político chavista no es otra cosa que lo que Ceresole denomina la «postdemocracia», que en realidad de democrática no tiene nada, excepto una exaltación retórica del «pueblo», concebido en verdad como una masa amorfa destinada a servir el poder del líder supremo. A las Fuerzas Armadas, por su parte, les corresponde dentro del modelo el papel de actuar como guardia pretoriana del caudillo, perdiendo por completo su condición institucional subordinada al poder civil legítimamente establecido. Garantizo a los lectores que no estoy inventando nada de esto. Lean a Ceresole, y lean el proyecto de nueva Constitución, y podrán comprobarlo por sí mismos. Nuestra nueva Ley Fundamental, de llegar a aprobarse el proyecto, dará fin a la democracia representativa en Venezuela, y asfixiará nuestras libertades de manera radical y decisiva. Se trata de un proyecto orientado a dar forma a un modelo esencialmente similar al régimen cubano, con su Jefe Supremo, prácticamente todopoderoso, su Asamblea Nacional, carente de sustancia y sujeta a la discrecionalidad presidencial, y una estructura judicial subordinada a las exigencias de lealtad política al «movimiento». El estamento militar, ahora convertido en «Fuerza Armada», adquiere absoluta autonomía con respecto al «anticuado» control civil (entre otros puntos, se acaba la supervisión del Congreso en materia de ascensos, así como la de la Contraloría Nacional en materia administrativa). De hecho, la «Fuerza Armada» se transforma, como ya indiqué, en un instrumento personal del Jefe de Estado, orientada (por sus funciones de «desarrollo») a actuar como una especie de partido político presidencial en el marco del modelo: «Caudillo, Ejército, Pueblo», como diría el sociólogo fascista, «amigo» de Hugo Chávez (admitido por él mismo).

De modo que tras los vaivenes presidenciales, las marchas y contramarchas, las aclaratorias y desmentidos, se esconde una realidad muy grave y terrible. Me temo que ha llegado la hora de alertar sin ambiguedades a los venezolanos sobre esto, pues el tiempo puede quedarnos corto: Hugo Chávez nos está dirigiendo, en medio de los chistecitos, los discursos atrabiliarios y los juegos de beisbol, hacia un régimen de dictadura personal militarizada (en el plano político), y de socialismo en el terreno económico. Este es el modelo central plasmado en el proyecto constitucional, aunque no sea siempre fácil detectarlo tras la montaña de artículos y la agotadora palabrería que le caracterizan. Por encima de los aspectos individualizados tales como, por ejemplo, la liquidación de la (ya de por sí escasa) autonomía del Banco Central, la entrega de gran parte del territorio a las comunidades indígenas, y la decapitación de la descentralización; por encima de todo esto —insisto— hay que focalizar la atención y la protesta en la médula espinal de este asunto: Venezuela está siendo conducida, por un caudillo ambicioso e irresponsable, al abismo de la dictadura y el totalitarismo.Todavía estamos a tiempo de reaccionar y de hacerlo democráticamente. El referéndum pautado para el día 15 de diciembre podría ser nuestra última oportunidad de frenar el proyecto tiránico chavista por medios pacíficos. Tal vez hasta de hacer reflexionar a Hugo Chávez acerca de los riesgos del camino que ha tomado, y llevarle a una pronta rectificación. Esto último, desafortunadamente, lo considero poco probable, pero deseable y no del todo imposible. Nos hallamos ante un gravísimo peligro. Por desgracia, la historia muestra que muchas veces los pueblos prefieren engañarse, no hacen caso de las advertencias, confunden sus deseos con la realidad de las cosas, y se lanzan casi ciegos hacia los abismos que la historia abre a objeto de perderles. Para los venezolanos, en particular, no resulta fácil creer de verdad en la magnitud de la amenaza que se cierne sobre nuestras libertades. Al fin y al cabo, cuarenta años de puntofijismo, a pesar de todas las críticas que ahora se arrojan sobre esa etapa, nos acostumbraron a vivir en libertad, con las limitaciones que conocemos. Es difícil imaginar que todo eso pueda quedar en ruinas, aplastado por la ambición de un demagogo y la miopía de un pueblo frustrado y desorientado. Me temo, no obstante, que el peligro está ya con nosotros y que las oportunidades para conjurarlo no son muchas.

De allí que el voto NO en el venidero referéndum sea crucial y decisivo. Pareciera que empieza a crearse una conciencia al respecto. Es posible que el NO sume muchas voluntades; algunos hasta piensan que podría triunfar. Otros comienzan a hablar acerca de la posibilidad de un fraude electoral por parte del gobierno. Ya sabemos lo que ocurrió en las pasadas elecciones constituyentes, y conocemos las dudas que desde el propio seno del CNE han surgido sobre ese proceso, que aparentemente no fue limpio. En caso de que el NO siga creciendo, como pareciera estar ocurriendo, la opción de un fraude podría resultar atractiva para Hugo Chávez y su gobierno. La tentación es grande, y disponen de las gentes y de los medios necesarios para llevar a cabo una trampa masiva. Tenemos que luchar para impedirlo. Tenemos que decir NO! La acelerada marcha de los acontecimientos en nuestro convulsionado país, no nos dará demasiadas ocasiones adicionales para defender nuestra condición de hombres y mujeres libres. El NO en el venidero referéndum es un imperativo político y ético. No creo exagerar al sostener que ese acto de votación podría ser el acto político más importante de nuestras vidas.

Politólogo y analista político.

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