Opinión Nacional

El mundo imaginario del Presidente

La crisis que está sufriendo el Metro de Caracas podría tomarse como un termómetro de lo que está ocurriendo en el país. El afán por el poder, el imaginario de una revolución continental y la idea de una suerte de guerra permanente contra enemigos que surgen de todos lados para abatir el proceso revolucionario, hace que la misma revolución sea su propia sepulturera. En la permanente dedicación a la amenaza, a derrotar enemigos y a desterrar el capitalismo, la terrenal tarea de hacer mejor la vida de los ciudadanos pasa al último plano.

Hay dos Venezuela que circulan por vías paralelas. Una es la de Hugo Chávez, la de los restos simbólicos de Manuelita, la del Libertador quien pide revivir como Lázaro. También es la de terroristas importados que entre risas y saludos describen cómo iban a incendiar el país.

Más aún es la Venezuela mediática del «Gran Comunicador». Esa en la que el Presidente encadena a la ciudadanía y arremete contra los jefes de la Iglesia Católica, ordena detenciones contra personas, persigue a empresarios, expropia bienes y convierte las alocuciones en un juzgado donde los acusados no tienen derecho a la defensa. En fin, es el espacio virtual en donde el Presidente libra sus mejores batallas.

Debajo de esa «superestructura comunicacional» circula la gente común, aquella que teme morir en el regreso a su hogar en medio de una balacera entre bandas. La que debe «zanquear» entre buhoneros y mercaditos para cubrir algo de la cesta básica. O aquellos como los usuarios del Metro, que aterrorizados quedaron atrapados en medio de dos estaciones sin luz y sin oxígeno y que en la desesperación alguno optó por romper una ventana para respirar, lo que sirvió de motivo a las autoridades para calificar a los usuarios de vándalos y golpistas.

Lo mismo puede decirse de los 16 mil pescadores que están paralizados en el Lago de Maracaibo por el derrame de crudo. La ineficiencia y la falta de mantenimiento de las instalaciones tienen sus consecuencias, pero la irresponsabilidad de las autoridades se esconde en un supuesto saboteo opositor que difícilmente alguien pueda creer que tienen vela en ese entierro. A los pescadores les siguen los transportistas que se paralizan frente a los diarios asesinatos de sus afiliados, los productores de hortalizas a quienes les exigen más de 50 trámites para movilizar los productos, los trabajadores públicos que pierden sus contrataciones o los trabajadores de empresas expropiadas que ven mermar el trabajo productivo.

Para el Presidente ese otro mundo que sufre por su ineficiencia no existe sino que es parte de la guerra que pretende sacarlo del poder.

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