Opinión Nacional

El necio empeño de olvidar el pasado

No es nada nuevo que en Venezuela sólo prescriben las penas de quienes han detentado el poder de alguna u otra manera, ya fuese mediante influencias políticas o con simples compras de sentencias. El pobre no sólo no ha podido beneficiarse nunca de esta prerrogativa de los grandes cacaos, sino que, por el contrario, las más de las veces se ve obligado a pagar largas condenas que no le corresponden, en muchos casos hasta diez y veinte veces el equivalente a la condena que le correspondería a aquellos que son culpables, e infinitamente largas (a partir de un día de prisión en adelante) para quienes ni siquiera han cometido delito, como también los hay muchos.

Si algo resultó beneficioso para el estamento de la corrupción durante nuestra historia reciente, fue precisamente la desmemoria. Hacernos olvidar el pecaminoso comportamiento de los ex gobernantes de turno, fue lo que propició como ningún otro fenómeno la brutal corruptela que campeó desde siempre en el país. Si el ladronaje del gobierno anterior no se pagaba ¿por qué habría que reprimirse en el siguiente?
Eso nos llevó, de manera maquiavélicamente pendular, de un gobierno copeyano a otro adeco y viceversa, sin mediar en lo más mínimo el sentido común y la lógica más elemental en una reflexión que de puro hacérnosla, sin llegar a nada, terminó por convertirse solamente en parte del paisaje electoral.

¿Por qué si recurrentemente sacábamos «a patadas» del gobierno a uno cualquiera de esos partidos (convencidos del desastre administrativo y de negligencia que representaban) el pueblo volvía a votar por ellos cinco años después? ¿Es que acaso no había gente decente a quien poner en el gobierno? ¿O es que a los venezolanos nos gustaba que arruinaran nuestro país y que nos robaran nuestro dinero a manos llenas, para luego andar pasando las miserias que hoy pasamos?
Simplemente fuimos víctimas de las campañas que los sinvergüenzas de la cosa pública han orquestado desde siempre (como la actual) para que se les deje en paz y a nadie se le ocurra el «inconstitucional atrevimiento» de sacarles la cuenta. Esos, los funcionarios sin moral ni principios, los financistas de los partidos, los «amigos» de los candidatos, los asesores de presidentes de institutos, y pare usted de contar, son los indiciados de un delito que hoy el pueblo entero está pagando en su nombre, ofrendando incluso su vida, como los miles de muertos y desaparecidos del 16 de diciembre, cuya única culpa fue vivir obligatoriamente en un rancho endeble e inestable, por culpa de esos fugitivos de la justicia que hoy viven lujosamente en las llamadas colinas de la capital. ¿O acaso fue Chávez quien inventó aquello de que «los adecos también roban, pero reparten y dejan robar», o el sobrenombre de «el pimentón» que tanto le endilgaron a gente prominente de este país?.

Ahora resulta que el asunto ni siquiera puede mencionarse. Cada vez que se menciona la corrupción, salta la mitad de la clase media vociferando contra el gobierno porque supuestamente éste anda ofendiendo a la gente y atrasando el progreso del país.

No es que todo haya sido corrupción, por supuesto, sino que si algo nos hizo daño como país, fue precisamente la falta de atención a los errores de nuestro pasado. De eso viven los grandes países, de hacer historia sobre sus propios pasos y de crear valores éticos a partir de la prevención y de la sanción oportuna de los delitos. No precisamente del «quítate tú pa’ poneme yo» al que estábamos tan perversamente habituados y que por supuesto evocan muchos de los afectados.

Por eso no deben considerarse gestos indebidos del Presidente sus señalamientos en ese sentido (señalamientos nada más, porque hasta ahora no hay un solo preso por juicios populares ni nada parecido, como tanto se le atribuyó).

Ese es su deber como venezolano, pero más como dirigente máximo de todo un pueblo que espera de él que no cometa los mismos errores que cometieron siempre quienes le precedieron, causando tanta miseria, sin que haya habido la más mínima sanción, como no fuese la de separarlos de la «teta» que tan bochornosamente los nutría.

De haber corregido a tiempo esa actitud demagoga, populista, complaciente y alcahueta, que entrañan frases como «todos somos culpables», «no es tiempo de pensar en el pasado, sino en el futuro», «en todos los partidos hay corruptos, pero también gente decente», etc., etc. , hace tiempo Venezuela hubiese encontrado el rumbo promisorio que tanto ansía y que cada vez nos cuesta más encontrar… por lo menos para quienes no tenemos los recursos que otros tan fácilmente han encontrado en su camino.

De otro modo, si le hacemos caso una vez más a esa campaña, no sólo no habrá más nunca chance de quejarse, sino que habría que pensar entonces en eliminar la historia de nuestra enseñanza y acabar con las academias y con los historiadores y olvidarnos de alguna mínima oportunidad de progreso. Y ¿no quedamos en que eso era lo que definía la dictadura?

(%=Link(«http://analitica.com/bitblioteca/aaranguibel/»,»Alberto Aranguibel en La BitBlioteca»)%)

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