El otro país
Una faceta de la catarsis que se expande por las redes sociales, como efecto post elecciones, realmente deja al descubierto una de las grandes falencias que caracteriza al mundo opositor de Venezuela.
La negación de aceptar la derrota, de que efectivamente se es minoría, va acompañada de las más duras e irrepetibles caricaturizaciones de los venezolanos que votaron por Hugo Chávez. No está de más recordar que esta campaña tuvo como telón de fondo un aceitado ventajismo: el Estado se convierte en el PSUV en las elecciones. Así ha sido y justamente ese es el tamaño de uno de los desafíos más importantes que tenemos en el tiempo presente. Detrás del ventajismo, que tiene rostros muy claros de altos y medianos funcionarios abusando de los recursos públicos, están venezolanos de carne y hueso que votaron por el presidente Chávez.
Hace varios años el amigo y maestro estadístico Pasquale Nicodemo me ayudó a entender las diferentes motivaciones que se mueven detrás del voto a favor de Chávez. El grupo de los chavistas religiosos están con el comandante patria o muerte, creen genuinamente en el proyecto; los agradecidos son aquellos que directamente se han beneficiado de algún programa social y están los esperanzados, los venezolanos que mantienen la esperanza de obtener alguna vivienda, una beca o ayuda del Estado.
Otro dato, las clases A, B y C en Venezuela representan menos del 20% de la población.
El grueso de los venezolanos, tal como antes de que llegara Chávez al poder, siguen siendo fundamentalmente pobres o clase media baja. El chavismo como modelo económico no ha acabado con la pobreza, la ha mitigado, ha repartido recursos, pero no ha logrado quebrarla estructuralmente.
¿Razones electorales? Tal vez, ya que mantener en la línea de pobreza a millones de venezolanos hace a estos más vulnerables de ser envueltos en la maraña populista.
No entender que ese otro país existe es, desde mi punto de vista, la más grave falta de perspectiva política que envuelve en estos días a muchos venezolanos dedicados a la catarsis, dándole aliento a las más inusitadas tesis del fraude, pero incapaces de salir de su zona de confort para mirar holísticamente a la Venezuela actual.
Víctor Suárez este domingo en su columna «Inside Telecom», de El Universal, retrató muy bien cómo la brecha socioeconómica tiene un correlato tecnológico. La ilusión de que las opiniones mayoritarias en Twitter representaban un triunfo de Capriles era sólo eso: una ilusión. El país real está desconectado. A menor penetración de Internet, lanza la hipótesis Suárez, crece más la brecha de votos favorables a Chávez.
No todo está perdido. Un excelente trabajo periodístico de El Nacional , también este do- mingo, refleja cómo la oposición aumentó en 50% los votos en aquellos municipios distantes en los que Capriles estuvo en persona, en comparación con los votos de 2006. Aunque no se obtuviera un triunfo en todos estos lugares, efectivamente queda demostrado que hay un camino, pero eso requiere de tesón, constancia.
En muchos de estos pueblos la gente veía por primera vez, en años, un dirigente político venido de Caracas. El cambio político en Venezuela no ocurrirá por arte de magia ni por una campaña de sólo tres meses.
Tal vez la única señal de fraude que comparto la presentó este domingo Eugenio Martínez en El Universal. Una veintena de centros de votación tuvieron casi 100 o incluso 100% de votos a favor de Chávez. Están ubicados en zonas apartadas. Dejan en evidencia que no se cuidaron como se prometió la totalidad de las mesas de votación.
El volumen de estos votos no podía torcer el resultado final, pero dejan un sabor amargo, sin duda. Si los que se empeñan en decir que todo está perdido, después del 7 de octubre, se atrevieran a salir de su zona de confort en las redes sociales, podrían tener una tarea concreta que hacer para entender cabalmente que hay otro país. Deberían apuntarse como voluntarios para estar en esos centros con votaciones perfectas a favor de Chávez.
Así, efectivamente, podrían ayudar al cambio.
