Opinión Nacional

El otro (post) chavismo

Padecemos una profunda crisis política que obliga a un mínimo esfuerzo de concertación para superarla, sin que signifique ahogar las naturales diferencias que sostenemos respecto al futuro del país. Resulta conveniente señalar los errores, fallas u omisiones, que obstaculizan ese esfuerzo, aunque también obliga a una revisión de los supuestos. Y, en este rubro, incluímos a María Sol Pérez Schael, en virtud de su más reciente artículo de prensa.

En efecto, por un lado, asegura que el “izquierdismo” es el veneno que compartimos todos los venezolanos, entendiendo por tal la devoción hacia el estatismo, por lo que – se infiere- el “derechismo” es lo aconsejable, comprendido como el culto desinhibido hacia el mercado, libre y a toda una máquina, otra grosera simplificación topográfica que puede caracterizar al postchavismo, emulando toda la pasión sectaria que hasta ahora ha prodigado el líder de Sabaneta.

Es cierto el inmenso daño que ha provocado el estatismo en Venezuela y, sobre todo, el infringido al propio Estado que no es capaz de atajar las consecuencias de las catástrofes naturales, garantizar la prestación de los servicios públicos o distribuir decentemente los timbres fiscales. En uno de sus libros, Pérez Schael abunda sobre los beneficios reportados por los ingresos petroleros que ha tenido en el Estado una válvula de distribución y compensación frente a las flaquezas y distorsiones del resto de la sociedad que se hizo obvia y fieramente rentista.

En éste último renglón debemos incluir a empresarios y partidos políticos, salvaguardando ciertos matices que tienden a desmentir la tendencia. Por una parte, a los honestos creyentes en la libre competencia que no pudieron nadar a contracorriente o, por otra, a ciertos y no menos honestos propulsores de las tesis terceristas en el seno del socialcristianismo. Al respecto, valga indicar, por ejemplo, que algunos promotores de la llamada sociedad comunitaria pretendieron alcanzar una fase de alta democratización empresarial, a juzgar por los reportes de la prensa de los años sesenta, o empujar una socialización de los medios de producción en la que estuviera ausente el Estado, según señalara Mounier. En todo caso, es un debate que pertenece al ámbito de la historia de las ideas políticas, porque –después de tanta agua que ha pasado por debajo del puente- otros son los desafíos a enfrentar, forzados a una actualización que habla de la apertura y la competitividad para sobrevivir en el mundo actual y, por una vía alterna e igualmente válida, conquistar una superior calidad de vida en libertad.

Conocemos las posturas de la autora en cuestión en torno a los consensos y el debate ideológico, que –valga la paradoja- anteceden a toda la fobia “chavista” contra el “puntofijismo”, aunque la vehemencia sea semejante. Una cosa es la peligrosa imperfección de los acuerdos siempre necesarios y, otra, esquivar el análisis de aquellos actores que igualmente contribuyeron a la crisis: la denostación de los partidos no estuvo acompañada por un saneamiento de las expresiones organizadas de la sociedad civil que –precisamente- se contentaron con esa denostación como su mejor credencial doctrinaria, exhibiendo vicios similares a los partidos condenados.

En tal sentido, falta por recorrer el espinoso camino de la reivindicación de los partidos que permita, a la vez, su saneamiento, pues, puede ocurrir que, al pasar el vendaval del “chavismo”, se conserven miserablemente intactos y tengan por adversarios a otros que se crean superiores por una simple vocación mediática. Así, la adhesión o militancia partidista espera todavía por recobrar su exacta dimensión, entendida como la otra realización de una política de ciudadanos, lejos del contaminante clientelismo que ha adquirido una insospechada justificación, a pesar que las arcas públicas no podrán sostenerlo más, al menos, con el afán de los antiguos intercambios prebendarios.

Celebramos el aparente nacimiento de un partido liberal en nuestro país, pues le inyecta consistencia y trascendencia a la discusión pública. No obstante, recordemos que fortalecer el “músculo doctrinario de la oposición democrática”, sugiere fuertes ejercicios aeróbicos para quemar la grasa que sobra.

Luisbarragan @ hotmail. com

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