Opinión Nacional

El otro propedéutico de la vida

Se nos antoja escribir sobre algo distinto a Chávez que, por cierto, ya nos tiene hasta la coronilla. Y es que, como no sabe gobernar, nos emplaza a todos para sobrevivir en el poder como la única fórmula. Pero, bueno, se trata de esbozar otro tema.

Cuando se pasa de la cincuentena de edad, pareciera que los problemas de pronto se agolpan. Y quiero referirme a un par de ellos. Todo se resume en que esta sociedad pseudoindustrial, consumista pero no productora de bienes, nos enseñó a malcomer y, por si fuera poco, a prescindir del conocimiento. Luego, uno dice “si me hubiesen entrenado a tiempo”… Es decir, haber gozado de un propedéutico que también sirve para la vida.

Por una parte, comemos de todo hasta la saciedad. Refrescos y todos los gases y colorantes de los que podemos ser capaces, entrenados desde niños para consumir hojuelas de cartónpiedra y alimentos hechos como de anime con su respectiva dosis de anime. Tiempo después comenzaremos a preciar los elementos naturales, servirnos bien de un jugo natural de frutas en lugar del nocivo cartón. Valorar una botella de agua mineral en vez de consumir agua de tubo, hervida o no. Entramos penosamente al reino de las dietas con el estómago destrozado, los jugos gástricos en franca rebelión, esgrimiendo el informe del bioanalista como si nos certificara para continuar con vida. El azúcar y la sal como enemigos mortales por los excesivos daños que –precisamente- genera el consumo a mansalva. Y, como resultado, descubrimos tardíamente los sabores reales, la buena cocina que generalmente se desprende de la sencillez que va unida al ingenio. Nadie nos enseñó a comer.

Por otra, nos habituamos a las macabras películas y, según el estrato socioeconómico, a los suplementos de vaqueros. Quizá en el ocaso, cuando buscamos mejores distracciones, nos sorprende que una magnífica novela no es solamente un tema, sino una aceptable escritura. Esta sociedad ágrafa, la del analfabetismo funcional, no nos deja nada por muchísimas horas recorridas en aulas. Al considerar un poco las cosas, tenemos que la escuela o el liceo nos quiso educar y, a juzgar por los programas, sabríamos sacar una inecuación o un logaritmo, los usos horarios, distinguir entre sujeto y predicado o abonar a una metáfora, conocer qué es el píloro. Vale decir, dijo enseñarnos a leer y leer bien, a sacar las cuentas, a cuidar del riñón. Conocimiento inútil fue la consigna y, al pasar el tiempo, nos arrepentimos, pues, éramos estudiantes profesionales que no adivinamos jamás la ventaja de adquirir esos saberes y, será una nota estúpida de distinción, repetir que “El ciudadano Kane” o “La casa verde” son monumentos del cine o de la narrativa, vedados a los telenoveleros que deslucen al mirarlos por encima del hombro porque no saben qué día es hoy en … inglés.

Ojalá a los muchachos pudieran pasarle manque sea una película: comer una naranja natural o tomarla y columpiarse en un texto de Ana Teresa Torres o Laura Antillano, es tan “nota” y saludable frente a la simulación de vida que trae una bolsa de piedritas de aire o repetir la banalidad de un cómico grotesco de la tele. Un cursito propedéutico, pues, que también – y esto es inevitable si Chávez habla pa`lante y pa´atrás y a toda hora- ayude a valorar las ventajas del diálogo, la tolerancia, el respeto a las decisiones de la mayoría y de la minoría también, en fin, lo que es república y lo que es democracia en sentido auténtico. La ciudadanía no es, precisamente, un dato esencial de la escuela venezolana. Algún día no se hará tarde.

[email protected]

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba