Opinión Nacional

El paciente protagonista de su enfermedad

Se suele hablar de las enfermedades y de sus síntomas: dolor, malestar, inmovilidad y delirios. Sin embargo, pocas veces se habla del protagonista de la medicina: el enfermo. El actual dominio de la medicina reduccionista, que trata más las enfermedades que a los enfermos, nos hace olvidar que las enfermedades afectan a personas y no sólo a órganos del cuerpo. Como dice el médico y sociólogo Albert J. Jovell, el miedo es algo frecuente en los enfermos, pero los tratamientos médicos no se ocupan de él.

Novell sostiene que el miedo existe aunque el enfermo intente controlarlo. Cuando uno se olvida de él, los demás te lo recuerdan. Hay pacientes en quimioterapia que contemplan su enfermedad viendo las caras con las que les miran los demás. La mirada del otro se convierte en el espejo donde te miras. Es la mirada del miedo. También se nota en las ausencias deliberadas. Se conoce como el síndrome de la fatalidad. La contemplación de la desgracia ajena te recuerda que nadie está libre de enfermar y, eso, incomoda.

Mientras se trata la enfermedad durante días, semanas, meses o años, el enfermo padece en soledad los síntomas de la enfermedad que alberga su cuerpo, y también el miedo a que el dolor, el malestar, el delirio y la inmovilidad empeoren su estado o lo lleven a la muerte. Se trata de una experiencia ajena al concepto que tenía el gran médico y escritor español Gregorio Marañón de la misión del médico: consolar, escuchando; aliviar el dolor, una vez que éste ha sido interpretado, y no interponerse en el camino de la naturaleza para que pueda sanar.

La ciencia y la medicina modernas han dotado a doctores y enfermeras de muchos conocimientos sobre los síntomas de las enfermedades y sobre cómo erradicarlas. Sin embargo, se echa de menos el consuelo, la escucha y el trato humano que piden los pacientes. Según trabajadores sociales de la unidad de atención al paciente en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, la queja más frecuente de los enfermos es sentirse despojado del papel protagonista que deberían tener en cualquier proceso médico. Se debe a la falta de trato personal y a la falta de información ofrecida a los pacientes con respecto a sus males y a los tratamientos que siguen.

“El miedo se asocia a la soledad y a la incertidumbre”, dice Jovell, haciendo referencia a la ‘logoterapia’ de la que habla el psiquiatra y prisionero nazi Viktor Frankl en “El hombre en busca de sentido”. Esa terapia consiste en buscarle un sentido a la vida como estrategia de supervivencia. En este caso se trataría de convivir de manera pacífica con el miedo, pues éste no se erradica, sino que se aprende a convivir con él. Jovell apunta a la espera como uno de los principales factores que producen miedo.

Por eso, dice que difícilmente se podrá considerar que nuestra sociedad progresa si no es capaz de paliar el miedo y el sufrimiento de los enfermos y sus familiares. Quizá sería exagerado crear unidades de tratamiento del miedo como ya tenemos unidades de tratamiento del dolor en nuestros centros de salud, pero el miedo se tendría que considerar como lo que es: un problema de salud.

En definición de la OMS, la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de enfermedad o de males. Algunos expertos en medicina concuerdan en que las enfermedades son psicosomáticas; algunos cuerpos ‘hacen’ enfermedades para aliviar tensiones extremas, lidiar con resentimientos y emociones que dejan de ser manejables. La salud es un equilibrio orgánico que requiere de una armonía entre las distintas partes del cuerpo y de la mente. El miedo rompe ese equilibrio por el impacto emocional que tiene, sobre todo si se prolonga indefinidamente.

La medicina actual alivia infinidad de dolores, pero a costa del cuerpo y provocando otros malestares y adicciones. Por eso urge una medicina holística que vea el corazón, el hígados y el páncreas como órganos de un todo: la persona. Sobre todo, tener en mente que se trata con enfermos, no con enfermedades. “¿Qué tiene?”, le suele preguntar el doctor al enfermo. Si lo supiera, quizá no estaría en la consulta. Será mejor que nos pregunten: “¿Cómo se siente?” Así sabremos que se ocupan de nosotros y no sentiremos tanto miedo.

 

 Periodista

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba