Opinión Nacional

El país sin Chávez

 Ya se pueden hacer las colas de dos horas para conseguir un subsidiado cadáver de pollo – sumunn de la felicidad posible – azúcar o harina precocida, en santa tranquilidad – las horas de espera son “normales”, ¿qué tipo de persona puede darse el lujo de estar dos o más horas en una cola?; “ahora comemos mejor que antes”, ¿de cuál antes? La falta de memoria histórica permite la imposición de la verdad oficial. En el Palacio de Justicia de Ciudad Guayana, la cola de abogados y jueces para comprar un kilo de azúcar que expendía un camión oficial, daba vergüenza. Idéntica actitud observamos en los supermercados de la clase media. Ya no se colocan los productos en los anaqueles, sino que se suministran en un artero procedimiento comunista que ultraja.

Pero lo que me solivianta es la pasividad con la cual se asume esta práctica que anuncia lo que nos espera. Y el gustoso colaboracionismo de los empresarios del ramo. Y me apena ver a personas de cierta relevancia prestándose para emitir la sensación de la naturalidad indispensable para que esta práctica socialista se imponga. Ni una protesta. Ni una sola grosería que por lo menos indique molestia. Ni un mal gesto con el dedo medio. Nada.

Cero rebeldía. Sonrientes aborregados agradecidos por la pellá de mantequilla. ¡Por Dios! ¡Manden al carajo azúcar y margarina! Que se les quede en sus almacenes para consumo de ratas

Levantemos la bandera de la dignidad. Es que asombra la forma como hemos ido entregando nuestras conquistas – sumisión por la supervivencia de algún remoto símil de nuestra antigua calidad de vida.

A los trabajadores de las empresas de Guayana no les cancelan su salario, se eliminan beneficios, no les pagan sus acreencias contractuales. Y nada sucede. Si acaso una ruborizada ausencia de los puestos de trabajo o el cierre consensuado del hombrillo de una autopista, señala cierto modoso disgusto. Un mohín, pues.

El proceso de castración fue todo un éxito. ¡Qué tal irregularidad hubiera sucedido en tempos de democracia! Fin de mundo, Julián. Unos cuantos facinerosos imponen la ley del monte a miles de trabajadores dentro de las plantas. Y punto.

El desempleo es alarmante, pero los desempleados solucionan con un tarantín buhoneril o un taxi. Y el gobierno sale ileso del incumplimiento su deber constitucional de fomentar el empleo (art.87). Y así, a falta de vivienda buena es invasión. La misión vivienda mutó en “misión vivianes” con el tráfico de cabilla y cemento. Que sigue vivito. A los tercerizados, que colocaban la nota discordante en el discurso justicialista del gobierno, les militarizaron sus puntos de presión y languidecen frente a unas pancartas desteñidas, esperando a Godot. Dos millones y medio de empleados públicos sufren la ausencia de contratos colectivos, pero no les falta su camisa colorá bañada en miedo.

La onda es lo Alzados y prepotentes los guapetones de la Asamblea golpean a los diputados de oposición – ¿recuerdan que les recomendaba practicar karate? – tan electos por el pueblo como ellos, por lo que la salvajada constituye un agravio a los electores, y salvo la queja en Globovisión, nada ocurre. Dejar hacer, dejar pasar, es la consigna.

El colmo es que la oposición califica la devaluación socialista, irresponsable y antipatriótica – la patria es la gente – como “neoliberal”. ¿Por qué no se ubican? “Al ladrón, al ladrón” gritan los ladrones para pasar agachados, y el pudor de la respuesta conmueve. Parecen monjas en un burdel. Nada de sacar a página desplegada, en todos los diarios de la nación, los escandalosos actos de corrupción de la boliburguesía. Ni por asomo una campaña de pintas callejeras señalando los ladrones del erario. No somos como ellos

Lo nuestro es tuiter y feisbuc. Arrechísimos en el teclado, pero con seudónimo. La devaluación de 46,5 % cayó con la naturalidad de una muerte anunciada – desde el día anterior las tiendas de electrodomésticos se quedaron sin inventario. El Bolívar no vale nada con el petróleo a más de cien dólares. En los setenta era moneda de curso legal en los principales países del mundo. Y el petróleo estaba a $32.

Los gemelos fantásticos – Merentes – Giordani – el binomio corsario – amenazan con nuevas medidas expoliadoras al bolsillo venezolano, en un cálido ambiente de efluvios evanescentes. Siguen impertérritos su plan de destrucción socialista, implosionando la productividad y la diversificación económica indispensables para el fortalecimiento de la moneda. Las divisas y que son del pueblo. Y el pueblo se lo cree. Ignorancia tóxica. Maduro, transmigrado Chávez, amenaza con radicalizaciones volcánicas y diluvios universales. Zeus se quedó chiquito. El usurpador cree que si grita e insulta es más

Chávez. Que bueno sería echarle un multitudinario parao. Pero el país gira en un pase “me importa poco” macabro. El “legislativo” de Bolívar aprueba 62 millones de Bsf para RRPP y propaganda de la gobernación y solo 308 mil para seguridad. Y ni esta boca es mía. El hampa ha instituido su sistema operativo y sus crímenes se anticipan en el horóscopo. La moral pública es un guiñapo sórdido.

Las niñas liceístas se ofrecen por internet. Y los celulares son moneda de curso sexual para adolescentes. A menor edad más sofisticado. La autoridad una burla. La familia se usa para vivir sin trabajar. El trato oficial irrespetuoso ha permeado las firmas comerciales privadas. Lo malo se pega. En el tráfico se impone la ley del carro más grande. Los cubanos y los chinos se cogieron el país y el insulto a la soberanía, que desborda la boca de los vociferantes comunistas Luis Vuiton, a nadie mortifica, salvo a unos muy pocos estudiantes.

Militarizan la procesión de la Divina Pastora y dos generales interrumpen el protocolo religioso para “halarles las orejas a los curas” por no pedir por la salud de Chávez, y tres millones de presuntos devotos en procesión, ni se inmutan ante el vejamen a sus obispos. La gesta pemón y los pocos estudiantes encadenados frente a la embajada del país invasor – hasta el supuesto regreso de Chávez – con su “caminar voluptuoso” – el cual nadie puede certificar como cierto – han sido las únicas expresiones de rebeldía ante el abuso institucional, que manifiesta que Venezuela no ha muerto del todo.

De quienes luchan es el honor

Recuerdo los ataques terroristas del 11S: Los héroes de aquella tragedia fueron silenciados – salvo la canción “Let´s roll” – para no lesionar el recuerdo de los que no lucharon y permitieron que diecinueve delincuentes con navajas, repartidos en cuatro aviones, asesinaran a tres mil personas inocentes y causaran heridas a más de seis mil, y obtuvieran la victoria de ser la primera agresión extranjera en suelo estadounidense. Paralizados por los gritos de los criminales – “griten que los infieles se asustan” – los cientos de pasajeros y tripulantes se limitaron a rezar. Creyeron que sus oraciones harían retorcer de arrepentimiento a esos salvajes convencidos de que solo ellos son gente – como los caribes – los demás somos “excremento de camello que haya comido excremento”. Incluido usted. Y Chávez. Pero el comando terrorista del cuarto avión, correspondiente al vuelo 93 de United Airlines, no logró el objetivo, porque los pasajeros y tripulantes lo enfrentaron, a costa de sus vidas. Pero estos héroes no son convenientes.

Los que no luchan, quienes permiten el abuso por una plasta de mantequilla, se llevan los honores. Son pacifistas – culpable de todos los dramas que ha sufrido la humanidad, el pacifismo. La reacción contra el abuso es considerada falta de urbanidad. Intolerancia. Radicalismo usar las mismas armas que usan los liberticidas. Un monumento en cada capital del mundo debe recordar la hazaña de pasajeros y tripulación de aquel vuelo, que no permitieron que su avión fuera instrumento de destrucción terrorista.

Pero un kilo de azúcar es más importante que el soez insulto al gentilicio que significa su obtención. Y se hace la cola infamante con una beatífica paciencia jobiana. Esto es lo que hay. A fuego lento.

Como hervir sapos. Así avanza la revolución cubana en la patria de Bolívar. Ayer les marcaban la barriga con un trazo de marcador a las mujeres del pueblo para que no se volviera a meter en la cola de la leche. Espere su marca en un cachete, señora mía… el vejamen es la satisfacción de los resentidos. Sale pa´llá.

 

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