Opinión Nacional

El perfil del tirano

Un canal de televisión por cable acaba de emitir un documental sobre Salvador Allende. Desfilan por la pequeña pantalla los principales actores de su conmovedora tragedia, desde Carlos Altamirano y Luis Corvalán – jefe del ala más radical del Partido Socialista uno, secretario general del moderado PC chileno, el otro – hasta los personajes que definían la política del Kremlin hacia América Latina en tiempos de Brezhnev.

De uno de estos altos funcionarios de la dirigencia soviética emerge la verdad de esos días que conmovieran la conciencia de los hombre de buena voluntad: Allende no podía llevar a buen fin un proceso revolucionario, pues era un demócrata a carta cabal, un político provisto de un alto sentido ético y moral, un hombre bueno. El funcionario extrajo sus deducciones del encuentro que sostuviera el liderazgo soviético con el líder chileno en 1972, cuando Allende llegara a Moscú a solicitar un crédito para apuntalar la quebrada economía chilena entonces destruida por su ineficiencia, acorralada por los Estados Unidos y acosada por el Club de Paris, siendo recibido por la Nomenklatura con un portazo en las narices.

Ya entonces supo el Kremlin que la revolución chilena estaba perdida: carecía de un líder inescrupuloso, tiránico, ambicioso, manipulador e inmoral, al parecer los ingredientes insustituibles para aplastar de manera inmisericorde toda oposición, corromper las instituciones del Estado, seducir, alienar y pervertir al ciudadano y transformar la solidaridad y el entendimiento entre nacionales en una guerra descarada y brutal entre facciones. Para finalmente dirigir esa guerra a la cabeza de la facción mas criminalizada con la implacabilidad de un verdugo. Los rasgos clásicos de los lideres carismáticos y totalitarios del siglo XX, desde Lenin hasta Mao, desde Hitler hasta Fidel Castro, desde Mussolini hasta Juan Domingo Perón. Características propias de los lideres del fascismo y del comunismo, hermanos siameses de la perversión totalitaria de la modernidad.

De allí que Pinochet no tenia como blanco de su implacable, quirúrgico y demoledor golpe de Estado la figura de Salvador Allende, sino el régimen que se incubaba a su sombra y la mano lejana que terminaba moviendo sus hilos: Fidel Castro. Un político muchísimo más delirante, inescrupuloso y siniestro que el Presidium del PCCUS en pleno. La perfecta figura como para llevar adelante una tiranía revolucionaria, según el molde aplicado por nuestro buen funcionario soviético. La prueba es que ha sobrevivido medio siglo en el cargo, mientras Allende tuvo que poner fin a sus días por propia mano recién cumplidos sus mil días en la presidencia: vio en su lacerante y conmovedora realidad la contradicción profunda que llevaba en sus entrañas. Sacó las consecuencia clásicas de un héroe trágico: se descerrajó el cráneo.

¿Obedece Hugo Chávez al perfecto perfil del revolucionario fascista según el arquetipo nazi-soviético, versión tercermundista? ¿Posee los atributos implacables de un Stalin, el delirio megalomaniaco de un Hitler, la inescrupulosidad gangsteril de un Fidel Castro?
Por estos días comienza a dar la respuesta, asi sea en alpargatas. Es bueno tenerlo presente.

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