Opinión Nacional

El peso de la estrechez

Las mentalidades escuálidas del chavismo, generalmente fundamentadas en un desprendimiento sumamente leve de la gran masa del conocimiento, se frustran en demasía cuando fracasan irremediablemente en sus intentos por encajonar al venezolano en la cerrazón de lo que ellos sueñan como trascendente, sin base de sustentación .

Es lo que sucede cuando, una vez más, disfrazan su comunismo con la más honorable palabra de socialismo. Mejor aún: es como los horripilantes pipotes de basura con que han regado a Caracas, carentes de cualquier estética y –lo más grave- de mantenimiento, de forma tal que la podredumbre «ahora es de todos». Fue esta la solución a la envidia que le causó al jefe único la limpieza de las ciudades europeas. Es la trascendencia de ser un alcalde estrecho.

Cuando se trata del ser general y sus partes trascendentes (ontología), Heidegger tampoco llega a ningún lado, aunque también exige un pensamiento enteramente nuevo porque el de hasta ahora ha fracasado por completo.

Así es que la pretensión de ofrecer una doctrina que incluso supere a los antiguos griegos no puede fundamentarse en un rompimiento entre el ser y el espíritu, en un juego poético para embellecer los problemas sólo con palabras, a menudo incomprensibles.

Los sociólogos particularmente no aprecian el «peloteo del ser», ingeniosamente llamando a la historia de la filosofía una sucesión de juegos de palabras sobre la palabra «ser».

Es difícil trabajar universalmente el análisis del ser –que es igual para todos los hombres- sin comprender que el hombre es el mismo en todas partes, es una «lengua» en la «iluminación del ser».

Heidegger, al igual que la interpretación del conocimiento en el chavismo, no pasa de principios deficientes, de la antesala ontológica. Si quiere algo más estricto, hay que conducir a mejores resultados.

Un nuevo pensamiento político debe aportar algo. Que «el ser es él mismo» es muy poco para la jactancia; que del ser mismo debería provenir «la indicación de aquellas instrucciones que deberían convertirse en ley y regla para el hombre» no quiere decir nada si se trata de un ser indiferente que bordea el nihilismo con despreocupación y distancia interior.

La unilateralidad y los errores suceden porque en la voluntad de oscurecimiento se distorsiona la existencia humana. Heidegger constreñía en el papel la angustia y el temor y la cura y el sufrimiento y la culpa; de tal manera que, finalmente, él mismo abandonaba su existencia libre para extinguirse en una muerte lúgubre y llena de angustia. Lo que se le reprocha es la pérdida del justo medio, del equilibrio, del buen orden de la vida humana.

El error es una concepción falsa de la vida; negar una realidad sana y vigorosa que desde tiempos antiguos unió el ser y la verdad; permanecer aferrado a una temporalidad infecunda; escepticismo, negación del ser.

La fama se fundamenta en una ornamentación del ser, combinaciones y acrobacias que son comparables con los juegos de palabras de algunos místicos. ¿Cómo -en una época indigente- puede arreglárselas de otro modo quien ha caído de la fe de los padres y en un atrevimiento cree que debe trastornar lo anterior; cómo puede liberarse de la falta de espíritu de este tiempo cuando dice: «Toda valoración es también allí donde valora positivamente, una subjetivación»?

«El que relativiza de esa manera y al mismo tiempo pretende ser un revolucionario del espíritu se enreda primeramente en la autonomía de un Nietzsche y finalmente fracasa por entero, porque malgasta innecesariamente sus esfuerzos para liberarse de su embrollo.» (E. Friedrich Bauer.)

El nihilista no quiere ningún apoyo, ningún soporte de nada, pero el hombre no puede existir sin la afirmación de posibilidades, sin una realidad cualquiera, aunque sea la del pan cotidiano. ¿De qué le sirve, entonces, la orgullosa autoconciencia y su voluntad de reformar al mundo por medio de categorías propias?

La filosofía de la existencia expresa una gran desilusión para la cultura y la ciencia modernas, pero la costumbre de traducir palabras e ideas antiguas para penetrar su sentido arcaico resulta trágica al constatar cuán poco sale de ahí: resultados indigentes en un tiempo indigente.

«El reverso de los esfuerzos de Heidegger por una reapropiación original del pensamiento y habla iniciales de los griegos es la degradación y supresión de todo el lenguaje y la concepción filosóficos de la Edad Media.» (K. Lowith.)

La ética, la cultura y la humanidad ya no son «intereses serios» cuando se abandona a la razón; se es entonces «pastor del ser», y aparece la cosificación, consecuencia de la arrogancia llevada al extremo. He aquí, otra vez, al chavismo en síntesis.

El pensamiento en valores no es blasfemia contra el ser. Pensar correctamente, y no por una desilusión ilimitada, no aísla en un tiempo indigente; lo que hace es conectar al pensador sano para arrancarlo del olvido. En este camino, la filosofía es universal, nunca puede ser nacionalista; y sin la metafísica no es concebible.

De Eckhart a Heidegger encontramos esta línea en forma de movimiento ondulatorio que a veces encuentra signos negativos (Marx, Schopenhauer, Nietzsche). El prominente Hegel también espera la venida del Espíritu Santo al final de los tiempos, que es sólo el espíritu creador secularizado del cristianismo. Schopenhauer lucha con esta problemática y se vuelca contra Hegel, al igual que Kierkegaard. El gran buscador de Dios, Nietzsche, terminó en el fuego fatuo y la demencia.

Con Scheler, Jaspers y Heidegger vemos que la liberación no nos hace señales, pero esta triple constelación podría darnos un nuevo comienzo filosófico. Toda esperanza acaecería si abandonáramos conscientemente todos los aislamientos que existen hoy en día y continuáramos nuestra búsqueda también en otras culturas y tradiciones para superar una cierta mentalidad estrecha que pesa sobre nosotros en el presente.

Podríamos decir, quizás cínicamente, que las partes trascendentes de la basura podrían estar mejor en los servicios más eficientes de disposición y recolección…

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