Opinión Nacional

El Poder es un medio

Los demócrata cristianos entendemos el Poder como un mecanismo para el logro de nuestros grandes principios metapolíticos, esos que alimentan la ideología social cristiana: Vale decir, asumimos la necesidad de llegar al poder para fomentar, promover y defender la dignidad de las personas; para hacer realidad el Bien Común al que todos aspiramos y para lograr una sociedad más perfectible desde los grandes valores que inspiran la Doctrina Social de la Iglesia. Este es otro de los Principios Operativos que deben condicionar la acción de los dirigentes social cristianos.

En consecuencia, el poder no puede ser un fin es sí mismo, ni puede entenderse como un objetivo para el logro de los fines individuales de beneficio personal o grupal; es decir la lucha por el poder no puede ser para disfrutarlo o para explotarlo en provecho propio y exclusivo de uno o más grupos, sino que deben dirigir la acción política hacia el Bien Común. Demás esta decir que estas afirmaciones son frecuentemente burladas en el campo de la política real, cuando se la entiende sólo como un arte o una técnica autónoma de todo parámetro moral. La política amoral se define, según las enseñazas de Jacques Maritain, como el arte de conquistar y conservar el poder por cualquier medio, con la única condición que sea adecuado para conseguir el éxito, todo ello con prescindencia de la bondad o malicia con que puedan ser calificadas las acciones que se adelanten para alcanzarlo.

Vale la pena tener en cuenta aquí de nuevo el pensamiento de Maritain, cuando sostiene “que existe una estrecha relación entre política y moral”, más concretamente, nos habla de una «racionalización de la vida moral política», que se sustenta en “el reconocimiento de los fines esencialmente humanos de la vida política y de sus valores más profundos, la justicia, la ley y la amistad cívica, todo lo cual se liga necesariamente con la democracia”. Señalará Maritain que los medios deben ser necesariamente morales: «El fin para la democracia son a
la vez la justicia y la libertad. El empleo por la democracia de medios fundamentalmente incompatibles con la justicia y la libertad sería, por tanto, una operación de autodestrucción»
Todo partido u organización política, tiene entre sus objetivos alcanzar el poder, cual es perfectamente legítimo. El punto es determinar para que se quiere el Poder, puesto que si todos sus afanes se dirigen a obtener el poder político solamente para disfrutar de sus privilegios, para poder mandar e imponer sus decisiones y para obtener además ingentes beneficios económicos, estamos entonces en presencia de actos y aspiraciones que son absolutamente inmorales, como lo señala Maritain. Si por el contrario, en los partidos entendemos el poder como un medio y no como un fin, la política entonces adquiere un contenido inestimable, capaz de entusiasmar a la gente que aspira la solución de sus problemas con criterios honestos y eficaces, que pongan fin a las innumerables calamidades del pueblo. Este es un valioso principio de la doctrina demócrata cristiana que debemos pregonar y ejecutar a tiempo y a destiempo.

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