Opinión Nacional

El poder inmoral en Venezuela

(AIPE)- No es siempre bueno resucitar las ideas estelares de grandes hombres. Algunas veces pueden funcionar, pero a menudo sólo se hace el ridículo al pretender darles vigencia. Si recordamos a Juan Jacobo Rousseau y nos empeñamos en aplicar los preceptos educativos de Emilio, en lugar de impartir educación, confundiremos a la gente. Los hombres de los tiempos de la enciclopedia no son los mismos de hoy.

Escribo esto porque el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, no las tiene todas consigo. Como buen aprendiz de brujo resucitó el llamado “poder moral” de Simón Bolívar y lo convirtió en el Poder Ciudadano que ejerce el Consejo Moral Republicano, según el artículo 273 de la nueva Constitución Bolivariana. Ese poder moral pasaría a ser la conciencia de la nación, pues además de los castigos que se aplicarían al delincuente, ese señalamiento moral lo perseguiría para toda la vida.

El segundo hombre fuerte en Venezuela y presidente del Poder Legislativo, Luis Miquilena, fue acusado de tráfico de influencia y peculado, pero de inmediato declarado inocente por orden del gobierno y, luego, cuando el Fiscal apeló al Consejo Moral Republicano éste afirmo que “no posee elementos para decidir si atentó contra la moral” la mano derecha del presidente Chávez.

La conclusión es obvia: los venezolanos estamos en manos de una pandilla irresponsable. Todos los días el hombre común se aferra con más fuerza a un peligroso pensamiento: “aquí no hay gobierno”.

Ahora se habla de hacer un censo de los propietarios de las tierras ociosas, “para darles productividad social”, y esto ocurre en un país donde el gobierno es el dueño de las extensiones más grandes de tierra en todo el territorio nacional y, a la vez, de toda la riqueza petrolera del subsuelo.

En dos oportunidades, Venezuela ha invertido miles de millones de bolívares en la llamada reforma agraria y siempre se ha fracasado en tal empresa. Hoy se repite la vieja historia y nadie en el gobierno se ocupa de analizar las causas de los fracasos del pasado.

querer unas elecciones fraudulentas que por negligencia, incompetencia y dificultades técnicas tuvieron que ser aplazadas, la nación sigue viviendo en suspenso y hundida en un mar de contradicciones.

Chávez, por ejemplo, rechazó la ayuda norteamericana cuando terribles inundaciones acabaron con el Estado Vargas, pero apoyó con gran fuerza la compra, por parte de un grupo financiero de Estados Unidos, de una antigua y respetada empresa privada venezolana, La Electricidad de Caracas. ¿Reconciliación con los amigos del norte? No. La obsesión de Chávez es acabar con lo que él llama la oligarquía. Y para ello se ve obligado a enmendar la historia, como los marxistas suelen hacer en todas partes, ignorando alegremente que Bolívar pertenecía a la más aristocrática oligarquía caraqueña. Para el presidente se trata de una nueva guerra federal para destruir a los ricos. Y lo está logrando.

* Analista político venezolano.

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