Opinión Nacional

El presidente que no fue

 Si al principio de su campaña lo hizo parca y tímidamente, al final lo dio todo y lo dijo todo. ¡Valiente, decidido e inagotable! ¡Qué bien! Nuestro país se merece, como todos los países del mundo, lo mejor, y lo mejor es lo que me parece a mí, y para otros, lo que les parece a ellos. Lo mejor es un concepto basado en el pasado, nunca en el futuro y siempre en referencia a mi persona y mis intereses.

La calificación de malo, bueno o lo mejor, sólo depende de la evolución y el desarrollo en el tiempo; es, por tanto, producto de la observación y la crítica. Cada quien tiene su opinión y es sano y necesario, expresarla. Obtener o no la mayoría de votos electorales no califica al candidato ni a sus votantes, sólo expresa un deseo y genera una expectativa que obliga a las mayorías y a las minorías por igual, también a los nominados pretendientes.

Desear lo mejor está bien y debemos hacerlo, pero recordando siempre que hay que vivir las circunstancias para poder calibrarlas y obtener así la percepción que nos interesa. No tiene por qué ser el mejor quien más mande, ni el que más dé, más quite o más reparta; tampoco quien más se queje, más critique o quien sepamos que lo haría diferente.

Lo mejor para un país, creo yo, es saber que entre sus habitantes hay quienes lo dan todo, sin cortapisas, con generosidad y constancia, con sentido común, cordialidad, respeto y compasión.

Tenemos por delante otro periodo más de este viaje accidentado e infeliz que hacemos en el bote que comanda el Presidente actual. Hemos dado tumbos y revueltas como corresponde a navegar con un capitán inicialmente inexperto, abusivo, autoritario y mal asesorado, que se cree poseedor de la única verdad posible y que, hoy, es un taimado manipulador y experto abusador del Estado, por quien muchas personas, la mayoría, depositaron su voto el domingo pasado. Las aguas tranquilas no aparecen en el horizonte. Por un momento creímos verlas y fuimos allí, pero el resultado nos dejó a medio camino. Seguiremos buscándolas y llegaremos algún día, espero que no muy lejano, pero llegaremos.

En el ínterin mis compatriotas calibrarán continuamente la gestión de los gobernantes y actuarán en consecuencia, no dejándose ilusionar por el canto de las sirenas doradas, plateadas o coloradas.

Luego de lo vivido en las últimas semanas de campaña electoral y en vista de la actitud del candidato de la unidad, espero y confío en que el próximo capitán de esta nave venezolana, sea cuando fuere que le toque comandarla, será Henrique Capriles Radonski. Se ganó mi confianza, mi estima y mi esperanza. Y sólo tiene 40 años edad…

 

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