Opinión Nacional

El protectorado de Caracas

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Consabido, el presidente de la República ha tomado la plaza caraqueña con absoluto desconocimiento de la voluntad popular. Catastrada penalmente la política venezolana, emplea una modalidad que evapora la más mínima ilusión democrática de los que ingenua, activa o sentimentalmente le acompañan desde la asonada de 1992, interesada versión del asalto al Cuartel Moncada.

La suerte de la ciudad capital ha dependido de las constantes improvisaciones del oficialismo, constatadas desde los instantes iníciales de una constituyente que parió un diseño institucional harto traicionado. Sin embargo, reparemos en la modalidad delictiva que se ha empleado, conjugando sospechosamente la violencia física y el dinero para tamaño resultado político.

Innegable, el protagonismo ha sido el de los grupos paramilitarizados del gobierno nacional que actúan más allá ¡de la Ciudad-Estado en la que tornaron la urbanización del 23 de Enero, pues, interpretes de la voluntad presidencial, no dudaron en asaltar la sede de la vieja gobernación bajo la administración de Alfredo Peña, promoviendo simultáneamente una huelga de la Policía Metropolitana, posterior y suficiente justificación para una fuerte remodelación con Juan Barreto. Al ganar Ledezma, reeditaron las acciones de violencia, tratándolas como toda una gesta revolucionaria para impedirle despachar desde su sede natural, para luego legitimar una inversión adicional a objeto de garantizarle una cómoda estancia a Jacqueline Farías (Á ¿por qué no fue Darí¬o Vivas?).

La conjunción de la violencia y del dinero de la que surge la poderosa presunción de hallarnos en el ámbito de los delitos de salvaguarda del patrimonio público, ambos de los que le conciernen a la propia seguridad de la nación, deriva en una imitación o sublimación de los afamados procesos de Moscú, durante el estalinato. El libreto advierte que, a la persecución y criminalización de la dirigencia opositora, ha de sumarse el sacrificio de las figuras emblemáticas del régimen, como Barreto, así¬ se trate de una investigación e imputación tan diferente a las que deben generar denuncias como las recientemente formuladas por las autoridades democráticas de Caracas.

La credibilidad del libreto está en juego, por lo que el protectorado necesita moralmente cuestionar al héroe del estadio de fútbol (Á ¿recuerdan el atropello de la primera autoridad del municipio a un ciudadano común, en nombre de la lucha de clases?), imponiendo otra autoridad absolutamente inconstitucional. En el ínterin, les importa poco Caracas y los caraqueños, pues quedan al abandono los problemas de los bomberos de la ciudad que Ledezma comenzaba a solventar, rifándonos una desgracia cada vez que las prioridades presidenciales se imponen.

Coletilla: denuncian que el viudo de una destacada integrante del jurado del premio internacional Rómulo Gallegos, sencillamente ingresaría¡ al equipo decidor e, incluso, yendo más allá, está duramente cuestionado el proceso de recepción y de premiación novelística. Hay más de intolerancia, ciega adscripción al régimen en una iniciativa ya de varias décadas ejemplificada con el reconocimiento de escritores que fueron reconocidamente disidentes de la democracia representativa en Venezuela. Incluso, le fue concedido el premio a un Vargas Llosa o Garcí¬a Márquez que simpatizaron o simpatizan demasiado con la llamada revolución cubana, durante el leonato o calderato. Valga aclarar, por ejemplo, el gobierno de Raúl Leoni tan caracterizado por Juvencio Pulgar en una entrevista que el chavezato ha publicado hace poco, realizada por Miguel Márquez, aceptan la premiación de Mario, aún en medio de los duros encontronazos con la Cuba que por entonces admiraba, al igual que el primer ejercicio de Caldera consintió la del Gabo, aunque conste donaría casi todo el dinero al opositor partido MAS. Claro está un par de circunstancias inconcebible en el paí¬s del siglo XXI: aceptar que existe un disidente, reconociéndole la valí¬a de su obra escrita.

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