Opinión Nacional

El regreso de Chávez

 Su traslado desde La Habana hasta el Hospital Militar en nada despeja la interrogante sino que más bien aumenta el misterio que rodea el caso. Es cierto que para sus partidarios ello alimenta la esperanza de una pronta recuperación, pero de cara al país persiste la incertidumbre. ¿Por qué entonces se produjo el traslado? Es evidente que la prolongación de su hospitalización habanera ya resultaba políticamente inconveniente para el castrismo. La fórmula de la “continuidad administrativa” invocada por la AN y el TSJ para obviar la juramentación el 10 de enero obedecería a un acuerdo previo gestado en la Isla entre varios países latinoamericanos, con el visto bueno de Washington. De allí las reiteradas declaraciones del asesor diplomático del gobierno brasileño Marco Aurelio García y las escalas en Cuba de altos funcionarios de los países de la región; sin contar con la gestión de la canciller colombiana María Ángela Holguín en su entrevista con Hillary Clinton y su posterior encuentro con Nicolás Maduro. Si esta operación ciertamente sirvió para eludir un debate en la OEA y solventar una crisis de gobernabilidad en el país, ya el tiempo se agotaba. No fue casualidad que el día que se conoció la famosa fotografía de Chávez con sus hijas el canciller brasileño Antonio Patriota y voceros del Departamento de Estado advertían sobre la necesidad de poner término al suspenso.

Al mismo tiempo, las denuncias sobre la injerencia fidelista en Venezuela cobraron fuerza ya con acciones concretas. La protesta estudiantil frente a la embajada cubana en Chuao fue expresión de un sentimiento ya evidente de resguardo de la soberanía nacional. ¿Quién se imaginaba años atrás que un grupo de estudiantes quemara la bandera cubana? ¿No era acaso la incineración de la enseña norteamericana el símbolo de la rebeldía contra el “imperialismo yanky”?. ¿Acaso Raúl Castro no viene haciendo esfuerzos por acelerar cambios económicos e integrar cada vez más a Cuba a la comunidad latinoamericana lo cual explica su designación como presidente por un año de la CELAC? Estos elementos, entre otros, debieron pesar para la decisión que finalmente se tomó.

En lo interno, la operación en marcha ha resultado útil para la “deificación del caudillo” (la imagen cuasireligiosa de Chávez) como manera de paliar los efectos de la devaluación y de otras medidas previsibles que tendrán un alto costo social y que habrán de influir en una situación potencialmente explosiva. Por supuesto, un cuadro agravado por la ausencia de Chávez y la sensación de que sus eventuales sucesores no tendrían la capacidad ni las destrezas de éste para abordar un escenario crítico.

 

 

 

 

 

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