Opinión Nacional

El rollo con los gringos

¿Qué fue primero el huevo o la gallina? Esa interrogante no se aplica muy bien a la reyerta entre el gobierno del señor Chávez y el de míster Bush por una sencilla razón: la columna vertebral de la política internacional de la llamada «revolución bolivariana» es el enfrentamiento retórico o sustantivo con Washington. No importa tanto quién mande allá, si los Republicanos o los Demócratas, lo que vale es la puja ruidosa con la Casa Blanca.

Se trata del combustible de su alto perfil en la opinión publicada de los 5 continentes y una razón principal para que Chávez sea relevante en el escenario global. En pocas palabras es un hueso que el mandamás venezolano no dejará de morder, así como su mentor, Fidel Castro, lleva más de 4 décadas justificándose con el argumento del «bloqueo norteamericano». El análisis de Argelia Ríos es ese exacto sentido da en el blanco.

Si mañana el mismísimo George W. Bush cambiara su postura y le ofrendara a Chávez una ramita de olivo, la contención no duraría mucho tiempo porque algo encontraría el discípulo dilecto para seguir denunciando el oprobioso imperialismo del «terrorista número uno del planeta»… Si hasta la licenciada Eva Golinger, la novia de la revolución en sus propias palabras, acaba de «profetizar» la ruptura de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Estados Unidos.

Pero si bien se entiende porqué le interesa al régimen chavista el pleito con el gobierno gringo, en nada se justifica para los intereses del conjunto de nuestro país. Al fin y al cabo, Venezuela es uno de los dos grandes exportadores de petróleo del hemisferio, y la potencia norteña es el principal importador no sólo del hemisferio sino del mundo. Con base a una realidad tan apreciable, ¿acaso nos conviene, como nación, andar cazando un rompimiento definitivo?

Hace 7 años Caracas tenía una política exterior independiente que le permitía tener buenas relaciones con, por ejemplo, Washington y La Habana. Ahora, esa política parece decidirse menos acá que en el Palacio de la Revolución de la capital cubana. Desde el punto de vista del interés nacional venezolano, no tiene sentido alinearse con la posición tradicional de Fidel Castro. Lula Da Silva no lo ha hecho en Brasil y el uruguayo Tabaré o el argentino Kirchner tampoco. Ello no sería conveniente para sus respectivos países y así lo comprenden y practican.

Sin embargo ese no es el caso de la Venezuela bolivariana. Por eso lucen tan artificiales los argumentos oficialistas sobre la defensa de la soberanía y la preparación para la invasión militar. Lo que en cambio debería preocupar a un Estado serio y responsable es la promesa de George Bush de lograr la «independencia» de las importaciones petroleras a mediano plazo. Un tema se semejante magnitud ha sido ignorado por las autoridades criollas, preocupadas como están de «espionar» las computadoras de la embajada norteamericana.

El rollo con los gringos picará y se extenderá. Así lo han decidido Chávez y Fidel (no necesariamente en ese orden) como puntal de una estrategia proselitista a nivel nacional y continental. Mientras tanto que se friegue el pueblo venezolano, sin duda el principal perjudicado por una camorra tan deliberada como antinacional.

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