Opinión Nacional

El saqueo perfecto

Cada vez que los autócratas se ven con el agua al cuello, con los sondeos de opinión en contra, recurren siempre a acciones reñidas con la ley, y proceden a generar caos y confusión, dos factores muy convenientes, que les permiten justificar sus actitudes dictatoriales y sus deseos de perpetuidad. La reciente arremetida de Chávez contra la propiedad privada -Polar, Friosa, Monaca/Gruma, La Carolina, etc.-, es el signo más fehaciente de que su régimen se encuentra en terribles dificultades económicas y sociales difícilmente solucionables en el corto plazo. La insistencia del gobierno venezolano en montar un aparato productivo centralizado, a través de un capitalismo de Estado, de inversiones selectivas, no ha hecho sino producir un espantoso desabastecimiento y una inflación de proporciones incalculables.

Los resultados del método chavista son evidentemente desastrosos. El capitalismo de Estado que ha venido impulsando el teniente venezolano ha convertido la economía de su país en la de peor desempeño en América Latina, y en la nación de mayor riesgo y peor confianza para los inversionistas, consecuencia directa de la creciente inseguridad jurídica y social que experimenta. La toma de la hacienda La Carolina, del ex embajador Arria, y el saqueo a Empresas Polar, en Barquisimeto, la empresa más emblemática de Venezuela, amén de ser una factura política, ratifican una vez más el alto grado de impunidad con el cual viene actuando el gobierno de Chávez, en su desbocada tarea por apropiarse de lo que otros han construido. Es simplemente un saqueo institucionalizado.

Con estos signos, es muy difícil para un inversionista colocar su dinero en un país donde el propio Presidente ordena compulsivamente la expropiación de empresas nacionales y extranjeras, utilizando como pretexto la soberanía económica, cuando la realidad es que Venezuela se ha convertido en una sociedad con un frágil Estado de Derecho, que hoy en día bate récords históricos en sus niveles de importaciones, mientras las políticas fiscales y las estrategias de miedo paralizan y destruyen el aparato productivo, sin compasión alguna.

Algunos analistas coinciden en que esta debacle es producto de la obsesión de Chávez de querer perpetrar un plan político continental, de carácter militarista, apoyándose en la renta que aún le ofrece la cesta petrolera venezolana, sin importarle las consecuencias y el desmantelamiento al cual está siendo sometido su país. Chávez tiene ante sí la responsabilidad de una estanflación de difícil recuperación en el corto plazo, así como la destrucción de la economía doméstica -la del bolsillo común-, la debilitación acelerada del bolívar, una moneda que prácticamente ha sucumbido ante el costo de la vida, y el desempleo jamás visto en la historia de esa nación.

Lo peor de todo es que, mientras se esperaba que las expropiaciones se convirtieran en una solución al pasar las empresas al sector público, la realidad es que hoy estas empresas están sumidas en el abandono, y sus empleados no son ahora más que unos tarifados del gobierno, donde la meritocracia ha sido sustituida por la sumisión a un régimen que lleva ya más de 10 años en el poder, sin ningún resultado a la vista en la mejora de la calidad de vida de los venezolanos: un sistema de salud totalmente desmantelado, inseguridad e inflación galopantes, empresas otrora productivas hoy paralizadas, sectores petrolero y siderúrgico destruidos, desaparición parcial de alimentos de primera necesidad, convenciones colectivas incumplidas, despidos generalizados tras la toma de las empresas, fallas en la dotación de servicios básicos como agua y luz, gigantismo estatal e ineficiencia evidente, y una moneda que hoy vale ocho veces y media menos que el dólar, lo que hace que los venezolanos prefieran tener sus ahorros en esa divisa, aun cuando la tenencia de dólares esté tipificada como un delito.

El panorama venezolano luce sombrío. No será fácil convencer a Chávez de una derrota legislativa, como todo apunta el próximo 26 de septiembre. Es muy probable que el teniente pierda la mayoría de los diputados a la Asamblea Nacional, dado el grave estado de deterioro por el cual pasa su gobierno. Desde ya, el Mandatario ha anunciado que no reconocerá ningún resultado adverso a su proyecto, lo cual hace pensar que tendrá bajo la manga algún artilugio que le permitiría sobrevivir a esta terrible derrota. Los venezolanos están acostumbrados a sus maniobras, y no sería nada raro que desconociera la autoridad de la nueva legislatura. Lo grave es precisamente eso: que nos sigamos acostumbrando a sus desmanes y que nada pase. Chávez tiene un lado débil: el miedo. Ya está comprobado. Deberá pasar algo para evitar la hecatombe final. No hay otra salida.

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