Opinión Nacional

El silencio de las bases rojas

Hay una circunstancia muy interesante y prometedora en este epílogo chavista de las primarias de la oposición. Todo el mundo espera  seis  meses de provocaciones, de insultos, de  irrupciones, de persecuciones por parte del Presidente de la República hacia Capriles Radonsky y su equipo. Y para sus votantes. No digamos lo que se espera después: hay todas las apuestas  posibles sobre si se pierde o se gana, si el Presidente entrega o no  si pierde , etc, etc.

Pero hay una señal muy clara ahora, después de  los tres días  en  que el Presidente estuvo callado, tras la proclamación de Capriles. Se produjeron dos  actitudes descriptivas del ánimo de la dirigencia chavista. La primera fue de negación y provino, entre otros,  de  Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional. Insistía en que era imposible que la oposición hubiese obtenido los tres millones de votos.

La otra, fue  ejemplificada  parte  de los magistrados del Tribunal Supremo,  es la  agresión. Dictan apresuradamente un fallo que  viola los términos de un acuerdo político entre el CNE y la MUD para perjudicar de dos maneras a los votantes:  si el gobierno le ponía la mano a los  cuadernos electorales, muchos  perderían   la fe y la confianza  en sus dirigentes, que   como otras tantas veces habrían sido burlados por el chavismo  A la vez, mostraba el fantasma de la Lista Tascón, un movimiento dirigido a atemorizar a los votantes  y detener la rebeldía contra Chávez paralizando el traslado a las urnas.

El Presidente,  se anotó en la agresión. Tal vez su actitud sea la que mayoritariamente siga la dirigencia, acostumbrada a seguir línea ciegamente. Como lo hizo su policía, responsable de los sucesos de Aragua, donde  se golpeó , se apresó a responsables electorales y resultó un muerto.

Pero, que ha visto usted en la calle? Yo no he visto nada de eso. En las aceras de Venezuela, donde se armaron las colas de las primarias, no hay agresión  ni negación. Desapareció  para no volver aquella actitud sobrada de los primeros días del chavismo, donde todo el mundo era rojo rojito en el metro y se hablaba de lo bello que era el comandante y se veía a la gente pavonearse  con las boinas rojas  y bajar de los cerros para corear en Miraflores cantos a Chávez. También  se han esfumado  las discusiones a grito herido entre escuálidos y chavistas  en los sitios públicos, de los alrededores de 2002 y 2003. Ya no hay esquinas calientes .

No hay agresiones  grupales contra la gente de la oposición por  parte del pueblo rojo que ha  votado y sigue votando por Chávez. ¿Porqué?

El escenario   es este: todo el mundo vio las colas. Todo el mundo vio a un vecino hiperchavista votando, todo el mundo está demasiado cansado de ir a buscar leche, aceite, papel toilette, de despedir a un amigo muerto en un tiroteo entre bandas, de tener que pagar  sobornos en casi todas partes para poder conservar un negocio, para hacer un trámite en los ministerios. Todo el mundo está harto de palabrería, de promesas, de pasar años de paria-damnificado o de sentir que es necesario ponerse la franela roja y  tener carnet para tener acceso a lo básico, de que lo asalten en las camioneticas. Y se  vio casi con alivio que las primarias funcionaran, que nadie ametrallara  las colas y que saliera a votar , en desafío, medio barrio o el barrio entero, harto de la escasez y la inflación.

La votación de la oposición no es  solamente la que se ha visto: los  tres millones de votantes que desafiaron la amenaza y el cansancio, sino el inmenso silencio que vino después y no estoy hablando de los dirigentes del chavismo, sino de sus bases, que están dejando que  acaben con la revolución bolivariana sin mover un dedo, convencidos como están que otra vez han  vuelto a  darle su amor a alguien que los utilizó. Como dijo una muchacha el otro día: “ ya está bueno ya”.

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