Opinión Nacional

El socialismo como problema (III)

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El socialismo triunfó en Rusia en octubre de 1917, un país atrasado, contrario a lo que había pronosticado Carlos Marx. Dirigida por Vladimir Illich Lenín y Lev Davídovich Bronstein, conocido como León Trotsky, la empobrecida nación de los zares Romanov da un salto quántico hacia el socialismo, pero en un contexto muy especial. A partir de enero de 1918, una vez disuelta la Asamblea Constituyente que el mismo Lenin había propugnado y donde el partido bolchevique estaba en minoría pues había obtenido solamente una cuarta parte de los votos, mediante una especie de golpe de Estado se instaura un gobierno totalitario, donde el gobierno se apodera de todos los espacios económicos y políticos de Rusia. Karl Kaustky, ideólogo socialdemócrata alemán tuvo la agudeza de ver oportunamente la deriva despótica del gobierno dirigido por Lenin. Dijo Kaustky: “Sobre las ruinas de la democracia, por la cual Lenin luchó hasta 19917, él erigió su poder. Sobre esas ruinas estableció una nueva maquinaria militar-burocrática de un Estado autocrático. Ahora tenía en sus manos todos los instrumentos de represión que había usado el zarismo, agregándole los de opresión que los capitalistas habían empleado contra los siervos. Lenin tenía bajo su control todos los medios de producción, utilizando la fuerza del gobierno para la erigir su sistema de capitalismo de Estado”.

El experimento ruso dio lugar a lo que luego se llamaría el comunismo, denominado así por Kaustky para designar la práctica totalitaria inaugurada por Lenín y seguida por quienes detentaron el poder en Rusia, y que consistió en la hegemonía del Estado sobre el individuo y la sociedad, la cancelación de la propiedad privada, el control del partido comunista sobre todas las instituciones, entre otros elementos. Todo esto lo concibió Lenín, quien creyó firmemente en la dictadura como fórmula de gobierno, primero para someter a la burguesía, luego para barrer a quienes en el partido se le oponían y finalmente para perpetuarse en el poder. No por casualidad todos los jefes rusos o soviéticos del partido comunista se murieron atornillados al poder.

La práctica del socialismo leninista la siguió Josef Stalin al pie de la letra. Lo primero que hizo este georgiano fue liquidar a toda la dirigencia bolchevique que había hecho la revolución, acusándola de traidores, en juicios sumarios. Así, fueron asesinados, Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Radek, entre otros dirigentes. A Trotsky, radicado en México lo asesinó por encargo Ramón Mercader con la colaboración del dirigente sindical Vicente Lombardo Toledano y el pintor David Alfredo Siqueiros. Con Stalin viene la implantación del verdadero socialismo real. El paradigma socialista que se inaugura adquirió las siguientes características. Primero, se trató de un esquema político basado en el control omnímodo del poder por parte de una burocracia estatal, que determinaba todas las esferas de la vida humana, desde la cultura hasta la participación política de los ciudadanos en los asuntos nacionales. Esa burocracia en el poder decidía acerca del teatro que se permitía, la educación que se impartía, lo que se leía, lo que se veía en televisión, lo que se escuchaba en la radio, sobre quién podía salir y permanecer en el país e incluso sobre las relaciones personales. Hasta en los asuntos más privados del ser humano, tales como sus creencias o no en un ente trascendente, influían las directrices del Partido Comunista o Socialista en el poder, al establecer al marxismo-leninismo como una religión oficial. Con ello surgió el culto a la personalidad del líder, a quien catalogaban como único e imprescindible. Los retratos de Stalin colgaban en escuelas, hospitales y cuarteles.

Segundo, la organización y manejo de la economía se basó en el control burocrático según la planificación central. La propiedad privada fue eliminada y todos los medios de producción y distribución de los bienes fueron asumidos por el Estado. Mientras que los ciudadanos comunes vivían en un mundo de privaciones y escasez, la dirigencia política en el poder recibía ingresos efectivos que la asimilaba a una clase capitalista. El crecimiento económico que experimentó la economía soviética, que en los números fríos se asemejaba al de Estados Unidos, se debió fundamentalmente a una sobreacumulación de capital, producto de las restricciones al consumo, especialmente de alimentos, como consecuencia del establecimiento de un esquema de racionamiento impuesto a la sociedad, situación que liberaba recursos de manera obligatoria para la inversión, principalmente en la industria armamentista. Mientras se acumulaba capital, el crecimiento de la productividad era virtualmente cero.

Tercero, la Unión Soviética adquirió fisionomía imperialista. A parte del dominio al interior de sus países, tempranamente, el Partido Comunista soviético (PCUS), impuso su línea política a través de la III Internacional al resto de los partidos comunistas del mundo y el caso de América Latina y Venezuela no fue diferente. Los partidos comunistas del mundo, como el caso del PCV en Venezuela y PCC en Cuba, eran especie de oficinas consulares de Moscú. Cuando el liderazgo de algún país mantenía una posición más independiente respecto a la Unión Soviética, la invasión era la respuesta, como se evidenció en los casos de Hungría y Checoeslovaquia. Por ser un apéndice de la Unión Soviética, Fidel Castro apoyó la invasión a Checoeslovaquia en 1968. Hugo Chávez tiene una visón del socialismo, aunque confusa ideológicamente, muy parecida a la que fracasó en la Unión Soviética, de allí su idolatría hacia los hermanos Castros, la quinta esencia del stalinismo en América Latina.

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