Opinión Nacional

El socialismo consumista del siglo XXI

No por anacrónico el socialismo del siglo XXI deja de deparar sorpresas, vetusteces que al estallar a plena luz del día y con la pretensión de deslizar alguna originalidad, nos obligan a preguntarnos si lo que vemos y oímos es realidad o fantasía, hechos o retazos de alguna pesadilla que quedó agazapada en lo más profundo de la conciencia y estalla ahora cuando pareciera que estamos despiertos y curados de sombras, ilusiones y patrañas.

Tal por ejemplo con las últimas 48 horas de la historia de la revolución bolivariana, bonita o de socialismo del siglo XXI, con Chávez y sus seguidores celebrando los 5 años de la única y contundente derrota que la ha propinado la oposición y sintiéndose lo suficientemente fuerte como para apretar el acelerador y proclamar que ahora sí el socialismo va con todo, y que tanto civiles, como militares “están obligados a repetir desde el alma y levantar la bandera con esta consigna: patria, socialismo o muerte, sin ambigüedades, sin ningún tipo de complejos”.

O lo que es lo mismo: que para Chávez no acaba de pasar una semana de intenso desasosiego y movilización en los cuarteles, de reuniones y consultas donde lo más suave que se propuso fue escribir una carta pública al jefe de estado, o publicar una suerte de “Libro Negro” clandestino denunciando las violaciones de los derechos humanos, la politización forzada, la limpieza ideológica y la compra de lealtades que cunden en la Fuerza Armada Nacional.

Pero es que también la sociedad civil está en turbulencia y no solo la que se identifica con la oposición, sino también la que hasta hace 3 meses no más acompañó al caudillo en una coalición de gobierno y ahora retrocede espantada ante propuestas como el partido único, la reelección indefinida y la presidencia vitalicia.

En referencia al primer punto, los militares que participaron en las reuniones de la semana pasada se explayaron contando los casos de oficiales de todos los rangos a quienes se les auspicia y permite un consumo exacerbado, pero a cambio de que guarden silencio y/o participen en la cruzada por la que la FAN pase a ser un simple apéndice o complemento de las milicias chavistas.

O sea, que si hay algo original en el modelo de socialismo del siglo XXI de Chávez, es su perfil clara y contundentemente consumista, pues uno de sus anzuelos para pescar incautos no es el “coge tu cruz y sígueme” de Cristo, ni “el proletario no tiene que perder sino las cadenas” de Marx, ni la sociedad de pobres orgullosos de Mao, sino el apetito por más y más bienes que es el alma de toda sociedad petrolera, estatista y rentista.

Es así, por ejemplo, cómo las instalaciones de los cuarteles de Venezuela se han convertido en estacionamientos de carros de lujo, lujosísimos; en galpones al aire libre donde un vehículo de moda por su condición de paramilitar, casi de combate y blindado, como el Hummers, compite con los últimos modelos de rústicos de Chryslers, Toyota, GM, Ford y BMW.

“Se habla mucho de “modelos” en los cuarteles de Venezuela” comentaba con sorna recientemente un general de dos soles “pero no de “modelos” económicos, políticos y sociales, sino de los “modelos” de rústicos japoneses, europeos y norteamericanos que llegan al país en bandadas como las aves migratorias o las olas de insectos que siguen al verano”.

Pero no es, desde luego, un auge circunscrito a los cuarteles de Caracas y del interior, sino que se extiende a todos los segmentos, sectores y clases de la pirámide social, por lo que puede decirse que el advenimiento del socialismo del siglo XXI llegó a Venezuela de la mano de una explosión del consumo sin parangón en la historia pasada y reciente, y que, tal como revelan estadísticas independientes, se dirige característicamente a la adquisición de bienes superfluos, poco durables y de lujo.

“El 2006 fue un año récord para el sector automotriz venezolano”, se lee en la Carta Semanal “Motor Awards” especializada en noticias del sector que se publica en Caracas “gracias a la venta de 343.351 vehículos, entre carros y camionetas para el traslado de personas; así como chasis, camiones de diferentes capacidades para el transporte de mercancías y autobuses. Se colocaron un 50, 34 por ciento más unidades que las 228.378 comercializadas en 2005 y solo hubo 3 meses en que las cifras no superaron el mes anterior; abril, julio y diciembre, este último debido al conflicto laboral de la empresa Vivex, el principal fabricante de parabrisas en Venezuela.

Si bien es cierto, continúa “Motor Awards”, que nunca antes se habían vendido tantos vehículos en el país, el año 2004 superó al 2003 en un 110,84 por ciento y el año 2005 hizo lo propio con el 2004 en un 69, 98 por ciento. Las 114.973 unidades adicionales del 2006 representan el valor absoluto más elevado de la historia nacional”.

No se piense, sin embargo, que el lanzamiento del “modelo” de “socialismo del siglo XXI” a mediados de diciembre, haya significado algún freno para una tendencia que a otro líder político más perspicaz y menos ingenuo que el presidente Chávez le habría generado alguna prudencia a la hora de hacer sus atolondrados anuncios, pues según se lee en el portal “Banca y Negocios” de la firma consultora “Aristimuño, Herrera y Asociados”, del 14 de abril del 2007, “La Cámara Automotriz Venezolana, Cavenez, señaló que se vendieron 37.277 vehículos en Venezuela durante el mes de marzo, lo cual representa un crecimiento del 11 por ciento con relación a los 33. 593 vehículos vendidos durante el mes anterior.

Entre tanto, durante el primer trimestre de este año, se vendieron 98. 489 vehículos, lo cual representa un crecimiento del 50, 14 por ciento, en relación a los 62. 262 vehículos vendidos durante el primer trimestre del año pasado”.

“La tendencia al crecimiento” se lee también en la revista “Producto” de octubre del 2006, edición N° 275 “no deja de lado ninguno de sus segmentos, y, mucho menos, a uno de sus consentidos: el de los vehículos de lujo. Las protagonistas del sector más exclusivo del mercado son las marcas de tradición, que desde siempre han cautivado a los amantes de la excelencia, la velocidad y la innovación: Mercedes Benz, BMW, Mini, Audi, Ferrari y Maserati”.

Y más adelante: “De los 5 mil carros que se planteó construir este año la plata Ferrari, 30 fueron para satisfacer la demanda de Latinoamérica. En el caso Maserati, fueron 70, de los 7 mil que salieron de Italia. Específicamente para Venezuela, Marianello Motorsport, importador oficial de las dos marcas para toda la región, recibió 12 Ferraris y 17 Maseratis”.

‘Ferrari y Maserati son burbujas dentro de la burbuja del mercado de autos de lujo’ dice Daniel Guerra, gerente de Marianello Motorsport ‘porque estamos hablando de los autos más caros de mundo’ y no parece ser una exageración de Guerra, si se toma en cuenta que el Ferrari F430 se cotiza en 890 millones de bolívares (450 mil dólares al cambio actual), y el Maserati Quatroporte, 400 millones de bolívares (200 mil dólares también al cambio actual).

“Burbujas dentro de la burbuja” que no se piense son importados para el pantalleo de engreídos magnates de las finanzas globales, o de barones de la industria nacional o transnacional que gustan de llamar la atención aunque sea por el brillo de sus naves, sino de sobresalientes nuevorricos con cupos en las exportaciones petroleras bolivarianas, o altos funcionarios de la burocracia revolucionaria estatal que aplauden a rabiar cuando Chávez predica en sus mitines “que ser pobre es malo”, “y que hay que renunciar a los carros, ropas y comidas de lujo” y que “primero entra un camello en el hueco de una aguja, que un rico en el reino de los cielos”.

De modo que peor ruptura, o si se quiere, peor resquebrajadura no puede existir entre este empeño en remacharle a los venezolanos un modelo económico y político desfasado y cuya incapacidad congénita para producir riqueza y bienestar fue responsable de la catástrofe humanitaria en que concluyó el socialismo del siglo XX, y esta expansión del consumismo rentista y petrolero que trae este perfil de una sociedad con un gasto desmesurado, pero conminada a ser austera, puritana y frugal.

De tal desintegración es prototipo el propio Chávez, con una vida pública y privada envuelta en sedas y encajes, que dudarían incluso en proporcionársela hiperbillonarios en dólares como Bill Gates y Carlos Slim, pues seguramente no cuentan como Chávez de un avión privado de la calidad del Air Bus 319J para sus viajes “de trabajo”, ni alojamiento con séquito de más de 200 personas en hoteles 5 estrellas de 2000 dólares la noche, ni cientos de guardaespaldas y cuerpos de seguridad que no lo desamparan de día, ni de noche.

Y todo al fragor, por último, del consumo de whisky escocés 18 años, o mayor de 15, más alto de las pasadas 3 décadas, “…una tendencia que se repite en el segmento premium, donde Venezuela se ubica en la tercera posición en el mundo, detrás de Corea del Sur y Grecia”, según informa la revista “Producto” en su edición 277 de diciembre del 2006.

En otras palabras, que el país se comporta como esos ricachones europeos y norteamericanos que consumieron el grueso de sus fortunas a pocos días de la aparición del cometa Halley el año 10 del siglo pasado, pues creían que el fenómeno natural arrasaría con el planeta.

Claro que el pánico que provoca el socialismo no adviene generalmente ante su amenaza, sino después que se ha implantado y resulta casi imposible evitarla.

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