Opinión Nacional

El sueño de Dios

El saludo a la feligresía fue seguido de la lectura del Evangelio. Ante los oidos de los presentes discurría la historia de Zacarías y la revelación del nombre de Juan, el Bautista, a través del Espíritu Santo que animó al cuerpo del mudo patriarca para restituirle el don del habla al revelar éste el nombre del niño iniciado en los rituales de la Fe. El mismo niño que en vientre de Isabel saltó de gozo al reconocer la presencia del redentor en el vientre de María. La lectura del pasaje bíblico, daba luego paso al comentario central de la homilía del Sacerdote: la presencia del Espiritu Santo en la concepción y desarrollo del Hijo de Dios, el encarnamiento de la palabra divina, para convertir al Hijo del Hombre en una real posibilidad de redención para toda la raza humana. Y he allí la aparición de la maravillosa figura en su dimensión revelada, densidad teológica vertida con floritura literaria: lo llamó el Sueño de Dios.

El Sueño de Dios estaba con nosotros. Estaba detrás de nuestras buenas acciones. El Sueño de Dios se mantenía en vigilia en cada momento de nuestras vidas, aparecía para manifestarse detrás de las sabias palabras al pronunciarlas, en cada gesto de amor y fraternidad que regalamos a las almas cuando las hacemos ecos de las nuestras. El Sueño de Dios no vivía de la culpa atrapada, sino de la alegría desbordante del verdadero despertar espiritual, en el manantial del goce compartido por el bienestar de todos; el Sueño de Dios era el propio Creador con sus brazos en alto para recibirte festivo, hermanado en su sonrisa con la alegría del Universo, con la nueva buena de la Vida en plena florescencia en el terreno fértil de tu dicha.

El Sueño de Dios es la entidad divina plena manifestada en su presencia múltiple, en todo lugar y todo momento. El Sueño de Dios llena de bendiciones todos los propósitos, genera una portentosa luz para acercar las intenciones, está allí presto a escuchar los llamados del corazón cuando son solicitados para procurar el bienestar de otros. Así entendemos que el Sueño de Dios trabaja y actúa, sus poderosas imágenes plenan el pensamiento cuando en sublime oración se eleva para acceder a la gracia de la providencia divina.

El Sueño de Dios es el Ser Humano en su más vasto concepto, un sujeto complejo al que ilustra con verdades sencillas, que enseñan, que traducen el discurso providencial en una realidad alcanzable por todos, sin exclusión, creando la cultura solidaria, la cultura de la bondad.

Un momento de reflexión humana necesita el Sueño de Dios para actuar. Una acción que se funde en un movimiento animado que es impulsado por la fuerza telúrica e invencible que se desprende de la fe, de la constancia asertiva de una labor bienhechora. Esa fuerza que no colisiona sino que plena de bienestar sin impactar, sin agredir, sin violentar.El Sueño de Dios es lo contrario a la violencia, no tiene que amedrentar a nadie, ni asustar a nadie, ni golpear a nadie. El Sueño de Dios llega para desarticular hecatombes en el sueño de los hombres, para desenganchar la ofensa, la calumnia, la injuria tejida sólo con el propósito de aniquilar. El Sueño de Dios exige que termine el sicariato, la infamia a sueldo, la calumnia tarifada, el ataque de la ignorancia que cree virtud el uso de la violencia. El Sueño de Dios es el sueño que exige la libertad de los hombres.

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