Opinión Nacional

El sueño de la realidad

En el mundo globalizado que compartimos, se han estrechado hasta lo impensable las distancias físicas. Pareciera que cada vez en mayor cuantía, la ficción deja de serlo para convertirse literalmente en ciencia. Pero una ciencia que a su vez no niega al arte, sino antes bien, comienza tímidamente a explicarlo al concebirlo como un objeto digno de estudio.

No sería una locura afirmar, que lo soñado pueda convertirlo el ser humano en realidad. De allí lo importante de contar con una memoria que pueda literalmente “mapear” los espacios por donde su mente vaga mientras sueña. Algunos de los soñadores le han conferido a su ficción una pasmosa coherencia con la realidad. Julio Verne es un ejemplo claro de ello. Sus obras “De la Tierra a la Luna”, “20.00 leguas de viaje submarino”, “Viaje al Centro de la Tierra” y “Viaje Fantástico”, cautivaron en Francia a una audiencia masiva de ávidos lectores que ya se habían devorado con fruición los textos que Alejandro Dumas vertió en los folletines.

Así, de alguna manera, lo escrito por Verne sirvió de guión a lo que sobrevino después.

La clave de su prosa, se encontraba en la extraordinaria condición de parecer describir una posibilidad sustentada por la realidad. Su afición por la literatura científica de su tiempo y por la evidencia de un cúmulo de inventos como resultado de la expansión de la revolución industrial del marco fabril o laboral al de toda la sociedad, abrió una infinita gama de posibilidades para soñar teniendo a la realidad como fundamento. Muestra palpable de ello es la novela de ficción “De la Tierra a la Luna”, un guión casi perfecto para la futura hazaña del Apolo XI. Sus “20.00 leguas de viaje submarino” fueron la inspiración para la creación del submarino nuclear “Nautilus”, el primero en navegar por debajo del casquete polar, cuyo nombre tomó de su homónimo literario de la obra de Verne.

Su “Viaje al Centro de la Tierra” sería otro gran hito a conquistar. Si bien es cierto que este viaje de Verne dista mucho de convertirse en una exploración del subsuelo tal como lo imaginó, hoy en día el estudio complejo de las capas dérmicas de la Tierra ha revelado la enorme conexión del magma con la distribución de las aguas subterráneas que ya imaginaba el extraordinario vidente de la literatura.En esa carrera por conocer mas de las profundidades de La Tierra, de los 6500 kilómetros del radio terráqueo solo hemos alcanzado la aproximación visual de 12 kms, lo que indica que apenas estamos en el comienzo de la aventura Verneana . En efecto, igual que la carrera por la conquista del espacio, en los años 60 hubo otra: la del centro de la Tierra. Ni los soviéticos ni los norteamericanos han llegado ahí, pero ambos intentaron alcanzar el Moho, la discontinuidad de Mohorovicic: la frontera entre la corteza (sólida) y el manto (magma). Los soviéticos batieron entonces todos los récords de perforación: alcanzaron una profundidad de más de 12 km, donde las temperaturas superan los 300°C.

Hoy en día, son los japoneses con su tecnología de punta fundamentada en la electrónica y la robótica, quienes asumen este desafío, el cual tiene varios objetivos: demostrar la existencia del manto y la evolución del sistema terrestre, investigar la biósfera en el océano mediante la aplicación de biotecnologías del siglo XXI, acercarse a las zonas sismogénicas para entender los procesos de deformación de la corteza, proveer nuevas fuentes de recursos energéticos como gas e hidrógeno, y por si fuera poco, investigar los cambios climáticos desde la época Cretácica al Cenozoico.

Esto daría la oportunidad de conocer los cambios en el clima y en el medio ambiente en los últimos 200 millones de años. Si se piensa que los procesos del pasado son la clave para conocer el futuro, el estudio climático ayudaría a predecir cambios factibles de ser realizados por el hombre y así cuidar mejor al planeta.

El director general del proyecto, Asahito Taira, comparó el experimento con la misión Apolo XI que llevó por primera vez al hombre a la Luna. Y también dijo: «Creemos que debe haber vida allí. Es una misión idéntica a las que buscan vida en Marte».

Las excavaciones comenzarán a fines de 2007, frente a las costas del sudoeste del archipiélago japonés, en el Pacífico. Esperan alcanzar el manto terrestre en el 2012.

De vuelta con Verne, el cuarto viaje, el fantástico, era aún más audaz e impensable.Inferir una aventura tomando como punto de partida un microscopio y pensar realizar un recorrido por el interior del ser humano, era de verdad una proyección verdaderamente fabulada. Hasta que en nuestros días surge la nanotecnología que permite la creación de sondas minúsculas mucho más pequeñas que la “nave microscópica” de Verne, mediante las cuales es capaz el ser humano de insertar en el cuerpo auténticos robots en miniatura. Verne imaginaba a los viajeros siendo combatidos por los anticuerpos, a manera similar de cómo acontecía con los cuerpos extraños de origen microbiano o bacteriano.

Hoy en día, abrigamos la esperanza que a través de esta tecnología. enfermedades como el SIDA puedan derrotarse mediante el uso de esta especie de “vacunas electrónicas”.

Es muy posible que nos encontremos sin realmente saberlo, sobre una superficie de transición entre el uso de las tecnologías “macro” que nacieron en la Revolución Industrial y que rodearon el mundo de Verne y las “nano” que ya comienzan a cambiar el actual.

Sin embargo, de igual manera podríamos adelantar algo que podría evidenciarse en los años que siguen. Verne pudo “ver” el futuro de la tecnología que estaba, por su escala, a la vista de todos. No así ocurre con la nanotecnología. A pesar de que sus efectos o productos puedan llegar a todos como en el caso de la energía eléctrica por citar un ejemplo, realmente muy pocos conocerán y manejarán la tecnología que cambiará el mundo que conocemos, porque nos hará visible aquella realidad en la ínfima escala que no podemos a simple vista ver. Entender esos procesos requerirá de un esfuerzo extraordinario de la Educación.Pero si de alguna manera, deseamos la permanencia de nuestra cultura y su vigencia en el tiempo, no hay otro camino que abordarla, aunque para ello tengamos que usar idiomas diferentes y acceder tambien a paradigmas diferentes, so pena de convertirnos en una rareza antropológica camino de la extinción.

En el campo educativo, muy poco espacio y tiempo dedicamos a esta reflexión. Se la dejamos a la especulación de poetas y soñadores.Pero creo que es hora de pensar que el sueño quizás no sea tan imposible, si comenzamos a descifrar sus claves como en su momento lo hizo ese soñador de la realidad que se llamó Julio Verne. Al respecto, el notable escritor nos dejó un mensaje. Lo escribió en “El Soberbio Orinoco”, otro de sus relatos increíbles. Los destinatarios de las predicciones del notable texto, los habitantes de aquellas tierras citadas en la novela referida, somos nosotros, los venezolanos. Quizás porque en el tiempo de los folletines, proyectaba la visión de un pueblo que para desarrollarse debía entender perfectamente el significado de vivir en el corazón vegetal del planeta. Y ese llamado a un futuro ecológico de alguna manera resonaba en el caudal del majestuoso río padre de nuestra geografía. Eran los ecos vitales del torrente hídrico los que se plasmaban en la tinta de su pluma de épocas.

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